Letras
De la serie Secuencias

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Fractal XXIII

ante mí, el baño, el baño de las niñas, todo estático, todo rosado, todo a medio usar y ese papel de florecitas, ante mí, la ducha tibia, la toalla color fucsia, el juego interior de encajitos, la más linda combinación y ese vestido limpio, nuevo y las sandalias blancas con plataformas de corcho...
Antonieta Madrid

Crees que lo has visto todo ya?, sonríe pues no has visto el cuarto de las niñas decentes, no has visto sus vestiditos inmaculados y sus braguitas húmedas de besos callejeros. No has visto esas manitas inquietas buscando su sexo y mirando fantasías en los techos cerrados de sus ojos.

Puedes ver, sí, el sexo tristón de esas otras que se entregan por unas migajas de amor. Son cadáveres de niñas, despojos de un abandono incierto. Esas manitas no buscan ya su sexo, sus deditos no tienen aroma de niña pues huelen a braguetas sucias de pantalones viejos.

Secuencia ascendente: si pones a una de ellas boca abajo puedes observar con detalle su esfínter relajado, su virgo inexistente, las sobras de su infancia. Una boquita sucia y unas llaguitas por crecer.

¿Te gusta lo que ves?... Saborea la dulce miel de los restos de eso que parecía una mujer. Las niñas puras no son tentadoras.

 

Secuencia XXX

—Perdiste en la tercera casilla.
Julio Cortázar.

Terminas el café y la tostada, asumes el periódico y sientes que tu sociedad sufre, pero es cómoda la silla, por lo que... visto así no es muy importante. Tu mujer ya está saliendo, el trabajo la espera. Sabes que los demás hombres le miran el culo, pero tampoco es importante. Ella es incapaz de serte infiel.

Compras un tickete del metro. Esperas, lees un libro cualquiera, por un momento recuerdas el sexo caliente y fragante de tu mujer. La vida es cómoda.

Secuencia descendente: alguien derrama su café sobre tu chaqueta. El mundo se nubla. Has sido derribado. La pistola aún está caliente.

Las gentes caminan sobre tu cuerpo, nadie vio nada.

 

Secuencia intermedia I

y ya no quedaba nada, nada que no fuera un puro desplazarse para las momias, cadáveres vestidos a la moda, muertos definitivos que saboreábamos la miseria de todos los días, sin esperar nada, nada, ni siquiera lo inesperado, nada sino aquella frialdad compacta, pero el film había concluido y nos habíamos dicho adiós, adiós, porque todo lo que tenía que pasar había acontecido...
Antonieta Madrid

La niebla está hecha trizas.

Mentira: tan sólo es el humo de la ciudad, un humo sucio de lágrimas indiferentes, teñido de gris, matizado por las luces de algunos autos, dibujado por las pisadas de algunos zapatos errantes, teñido de sangre en algunas farolas, perdido en una ranchera vieja, en una rockola de algún burdel decadente.

La cárcel está tan cerca del cementerio, tan cerca de las garitas del castillo, tan próximas al bar y a ese harem increíble de homosexuales. En las noches el mundo brilla y el agua no corre en la fuente sucia de esta ciudad, tan cerca del mar.

Hay quienes huyen de la niebla caminando por los pasillos espejeantes de algunas tiendas gigantes, otros se asoman a la nada del amor pagado, pero nadie se atreve a mirar en el espejo, nadie quiere observar que las falanges de los dedos son también las falanges del rostro, que la sangre se ha secado, que los faraones han revivido.

Secuencia intermedia: ha terminado el film y hemos olvidado despedirnos.