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Andaremos

Andaremos amor
andaremos.
Tú, desde la penumbra guiándome suavemente.
Yo, algo desmembrada
empujando este dolor que sigue ahora,
silenciosa por los cuartos vacíos
cocinera ya de sólo un plato.
Leyendo las noticias y escuchando tu respuesta
oyendo la música e imaginando tus oídos,
andando por la calle
y sintiendo en mi palma tu mano acariciante.
Pero andaremos amor
andaremos.
Todavía me cuesta dejar de extender mi mano
sobre tu hueco en la cama.
Me cuesta ignorar el doble,
ignorar la cantidad
ignorar tus comentarios
sobre la máquina mágica o maldita.
Pero es con ella que puedo ahora
depositar este peso,
esta descarga que me deja respirar
sin dolerme tanto el pecho.
Me dicen que me durará mucho,
me cuentan otras experiencias,
me dan el pésame por las esquinas
vecinas y vecinos que no conozco.
Andaremos amor
andaremos.
Prometido estuvo desde un principio
porque era ley de vida irnos
pero de este dolor por qué nunca hablamos.

 

Las tribus perdidas

I

Cerca del río
de los ríos
que bordearon
mil y uno espejos olvidados
se levanta inexpugnable
la residencia
de las tribus perdidas.
Algunos dijeron
que eran diez,
podrían haber sido mil,
doscientas,
o
sólo una
pero cerca del río,
de los ríos.
Mantuvieron el murmullo
de las oraciones.
La tentación de detenerse
un instante a creer
que esa
sería su última residencia.
La oración
les contaba diariamente
que ya volverían
al paraíso perdido.
Y por eso
creyendo
siempre creyendo
aceptaron
viajes
más viajes
como esclavos
como guías
de cuantiosos imperios,
como augustos compañeros
de otras vidas
de otros amaneceres
nunca suyos.
Cerca del río,
de los múltiples ríos
de las vidas
siguieron esperando
volver a una patria
nunca conocida.

 

II

“Llegando a un río mayor que el Duero”, dijo el indio, “aquí has de ver a tus hermanos”.
Relación de Aharón Leví, alias Antonio de Montezinos,
en “Esto es esperança de Israel”, de Menasseh Ben Israel

Cuando llegues al encuentro
recuerda
que podremos hablar
de la reunión
indio y blanco
blanco e indio
indio blanco
blanco indio.
Que sólo el silencio
permitió el olvido
y alargó el ensueño
hacia el momento
donde todos
indios blancos
blancos indios
blancos e indios
llegarían.
Oh! Sepharad...
fuiste rama dulce
encanto de las frutas
dadivosas y perfumadas
pero tuve que dejarte,
alejarme con dolor
de tu cielo.
Oh! Sepharad...
viajé solitario
con el Libro,
oculto entre mis paños,
largas noches
lloré por ti,
y por los míos,
dispersos por los caminos
hacia tantas tierras
lejanas.
Y llegué al final del mundo
para escuchar la shemá
en la boca de ese indio
después de partir
de Cartagena de Indias,
caminando una semana,
descansando el sabbat,
en este año de
mil seiscientos
cuarenta y cuatro.

 

XXII

Cuando el corazón acerca la infancia
y vamos caminando por una calle
tomadas de la mano como antaño.
Nuestras voces todavía se asombran
y nos parece increíble
que hemos recorrido las avenidas
de ciudades tan dispares

que no nos perderemos.
Que tú ya no debes temer
que también me vaya,
porque ambas nos iremos
dentro de cientos de años
pero muy viejecitas
riéndonos del melón atado con la cuerda
o las guitarras que mal sonaban.

 

Poema XXIII

Me apasiona la idea.
Abriré la carta
la puerta
la ventana
y me sentaré a rezar.
¿Qué digo?
No es un rezo religioso
compasivo,
compulsivo.
Me sentaré a rezar.
Meceré suavemente el cuerpo
encenderé la vela
cerraré los ojos,
soñaré.
Ese es mi rezo.
La fusión con mi yo.
Me sentaré a rezar
sellaré los ojos,
la música invadirá
y los oídos
serán el pórtico del mundo.
Ese es el rezo.
Extenderé las manos
hallaré tu cara,
la descubriré.
Ese es el rezo.
Los ojos te contemplarán.
Amaré cada poro tuyo,
cada arruga
cada lunar.
Ese es el rezo.
Y cuando la música
mis ojos, mis manos
mis oídos
mi movimiento
se unan contigo
y la dicha nos invada
recordaré a Dios
y ese
es el rezo.

 

XLIV

Cuando el crepúsculo
se avecinaba a nuestros rostros
y una lágrima parecía interrumpir
nuestros sueños de lejanos viajes,
quise decirte
que la mujer escondida
me invadía
dejándome prisionera
de las infinitas debilidades.
Yo,
luchadora infatigable
de miles de caminos,
sucumbía
sin pensar a esto
que surgía
como un extravío
de una madurez inmadura
pero tuve miedo
de mostrarme desnuda
y callé.