Artículos y reportajes
“Desplazados del Paraíso”, de Antonio María FlórezTan frágil la vida,
tan terca la nada

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Con Desplazados del Paraíso, premio de poesía Ciudad de Bogotá, se presentó Antonio María Flórez Rodríguez a uno de esos encuentros de escritores que anualmente se celebran entre Cúcuta y San Cristóbal.

Hispano-colombiano, se educó en España, allá hizo de la medicina su profesión y posteriormente regresó a Colombia, precisamente al pueblo donde Marulanda-Tirofijo respiró su primer aire.

Con el libro en mis manos, de perfecta factura, editado por la Alcaldía Mayor de Bogotá, recuerdo que en esa congregación binacional de creadores y amantes de la palabra nos reencontramos de nuevo.

Debo decir que la crítica literaria más importante de Colombia colocó este poemario entre los diez mejores libros de 2004, junto a obras de Juan Manuel Roca, Octavio Escobar Giraldo, Antonio Skármeta, Alfredo Brice Echenique y otros tantos.

Hacía más o menos cinco años que tuvimos, quizá, la suerte de conocernos.

Recuerdo, aún, aquel Encuentro de Escritores Colombo-Venezolano confinados (toque de queda obliga) en un famoso hotel, circunstancias de la ya conocida violencia social.

Desplazados del Paraíso, obra pautada en cinco partes, nos dice de lugares mencionados en los sueños que ahí siguen, donde se esperan las lluvias para que lave las cenizas y la sangre, acumulada en los dinteles de lo que fue una casa.

Igualmente nos relata que la huida pudo ser una pesadilla de caminos vacíos, con disparos, muertos presentidos y la eternidad de la espera; y la muerte, ojo de midriáticas pupilas, como un instante infinitamente lento, donde sin consuelo sólo espera la sombra.

Las sombras, las heridas, el miedo, siempre presentes en estas realidades insoslayables.

Mi, y lo quiero decir, amigo Antonio, a pesar de toda esa realidad, busca, obligado, a la mujer sin esperanza, porque, tal como lo expresa: “El amor es eterno mientras dura” y es que la eternidad dura y hastía.

De tal manera, el poeta nos da en ese libro un reflejo agrio de una violencia que a todos nos atañe, y de los amores que dentro de esa violencia nos construyen: “Morir por ti sería un acto heroico”. Nos hace pensar en esos exilios externos... e internos, tal vez los que más duelen.

Pensaba con esto, que ahora escribo, redactar una conversación sostenida con Antonio María Flores y ese narrador tachirense: Pedro José Pisanu, en la ciudad de los almendros: San José de Cúcuta; y no se pudo. Los vallenatos y la salsa se interpusieron en lo grabado, en esa fuente de soda del hotel donde posamos.

Termino, entonces, hablando sobre todos aquellos Desterrados del Paraíso a quienes la vida se les va con sus recuerdos y sus rencores.