Letras
Limbo para Sofía

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“Tanto soñé contigo que pierdes tu realidad”.
Robert Desnos

1.

La palabra o su revés todo pelado,
un Sol de Brujas conjurado en lo nocturno
o la ficción donde revientan fatuos fuegos:
Los poemas jamás hurtan su luz,
en lo blanco,
su sombra,
espíritu o materia
es un astro brillando sobre residuos de hermosura
Afuera
dos lágrimas arquean el tallo de un rosal. Le contemplas
como si tu mirar fuera otra espina, pero yo
vuelvo a mi poema.     No puedo arriesgar en el silencio,
si sobrevivieras en mi sonora obscenidad
tal vez comprenderías. Ahora no desames mis instancias
—ahí se concentran las esencias.
Mi poema podría ser el estallido de un látigo en tu herida
y también tu dolor.
Lo inasibles en él son tus ojos de absynto
o esa reflexión callada que evoca
la combustión más explosiva del absurdo:
el corazón —Humana Capital de mis dolencias
edificada en la superficie de un absurdo mayor:
el Amor.
Pero yo vuelvo a mi poema,
si abdico negaría cuanto hay de impronunciable
y, sí, Amor es una bella palabra
la devoción del poema surge también
desde esta bella palabra
en otra margen del silencio

no en el revés todopelado que vil la contradice
cuando creemos hallar en los crepúsculos
algo más hermoso
y perecible
de lo que nombramos
poema

 

2.

La permanencia de dos cuerpos
opuestos a la hermosura de sus sombras
aún cuando neguemos al espíritu
es la intuición de la Belleza como algo inmaterial
y al encendernos como dos minúsculos cerillos
raspados en un impromptu contra el suelo
nos hace imaginar que las cenizas
fueron las flamas de un cavernario fuego

Ese fuego podría ser el aura que bordea
tu menuda desnudez
debo morder con suavidad esa sustancia
cuando tiendas a nutrirte con mi savia
o pensar
—pon la mano en el mentón y modela, muñequita—
o pensar, decía,
en un placer que horade hasta las superficies minerales
y que con hilos de agua talle el aire
para reconocernos
aun
cuando ya no sepamos nuestros nombres

 

3.

Decir que habito aquí obnubilado por el odio
y la pequeñez de un amor que baila
sobre un organillo con manivela rota
—mi lenguaje—
es lo que hace del poema una bella mentira
como si aguantara el peso del paranoico celo
de tantas noviecitas enfermas de ilusión
o de aquel otro de un kilate mayor:
la del moribundo que voló solo hacia el solo
tras el sol —antes que Ícaro y los Wright—
y cayó
piel
abajo
sin detener lo abismal de su caída

Su rostro amoratado podría ser la asfixia
de lo vivo en la parquedad de un poema
—horóscopo giratorio que mira a la Poesía
en bóvedas celestes— y permanece inmóvil
oyendo el ronroneo de un gato callejero
donde “los Hijos de los Dioses uniéronse
Con las Hijas de los Hombres
Engendrándoles los héroes”

Pero, ya lo intuimos,
de los mitos sólo sabe el gato.

Yo bostezo a duras penas en esta Villa
tres veces coronada
herido por tu belleza como antaño
aunque lo niegue ahora con tu doble:
el inválido artificio de este poema

 

4.

Mi poema es aquel cielo al cual se ofrecen
plegarias y sahumerios
tan insignificante como una arruga en tu pañuelo

Si crees que su cumbre está en las bóvedas celestes
mira abajo, muñequita,
Y verás cómo no alcanza ni la altura de tu ombligo
Soy su único vestigio, el captor
del resplandor que quiebra el linde
entre la muerte y mis amores. Soy
quien anuda su sacral esplendor a las palabras,
huérfano en deseo.
Mi poema no imanta la magnificencia de la Luz
es su sombra quien diáfana desciende
por el éxtasis de saberse contemplada.

 

7.

Despacio, despacito, que no te invada el estupor.
tócame, no balbuceo ni trasciendo. No enmiendo.
no soy San Juan ni otro mamífero místico.
En la penumbra rompo lo fugaz de la hermosura
bajo el halo sombrío de mi abismo y otra vez
la madrugada se hace tuya.
Estoy cautivo.
Me encarcela tu cuerpo en su génesis desnuda

 

8.

Una, diez, quinientas veces mil
con liviandad de luna quieta en resplandor máxime
un lampo de belleza irresistible
incendia el blanco de mi mirar inerte.
Reveo el Cosmos con el tacto,
me abismo en lo ilegible
y no puedo asir una partícula fugaz
de tan honda hermosura.

Resiste —dijo Sofía—
vuelve su sombra en poema

 

9.

Urdir el poema con la precisión de un cirujano
a sabiendas de que lo escrito,
al torcer por la esquina de los años,
será en mí algo absurdo como una espina sin tallo.
Fijo la visión en el tacto, tanteo lo indecible
y descubro que, finalmente, la presea será
de alguien que fui
o de otro,
a quien no alcanzo todavía.

 

10.

Nunca el poema es el mismo que es escribimos,
No eres aquél que las palabras eligieron
Ese ha muerto de la muerte de los otros
Que vendrán después de ti
Y seguirán escribiendo
Y seguirán escribiendo.
Eres otro.
Alguien distinto.
Nunca el poema es el mismo:
He aquí su eternidad.

 

11.

¿Y qué de los poemas y el amor? —le pregunté.
Los poemas no penetran, franquean sólo su sendero
relinchando desaforadas melopeas a fin de capturarle su secreto.
El amor descarga un alterna electricidad y pela los cables
                       del Verbo
hasta alcanzar el meollo.

 

12.

Ah, Sofía,
Entre tu cuerpo y el poema,
La Palabra.