Letras
Últimas lloviznas

Comparte este contenido con tus amigos

En la tierra, húmeda de ti, están, enteros, los crepúsculos de las estaciones.
Pero son, del otoño, tus sobriedades conocidas.
Son, del otoño, tus noviembres tristes, tus últimas lloviznas,
tus silencios en borrasca que hacen perder, a las horas, los estribos.
En parvadas de aves oscuras se surca la tarde
y el tiempo se pierde a la distancia.
Tus ojos ya no miran los retazos del sol de este día
ni las sombras del rocío de la noche.
Entera y profunda es la huella como herida;
herida mía, noche quieta y mía, deshilada en la remota y muda lluvia.
No hay voces cuando el rehilete de la noche llena el viento.
De la noche no hay más silencios y el tiempo, inquebrantable, se quebranta.
De los atardeceres, anaranjados a la distancia, fuiste dueño
como los astros y como las flores.
Está, en las entrañas de la vida y del cielo y de la tierra —tu tierra—
el agua de tu boca.
La lluvia mansa moja el atardecer mientras las aves revolotean la brisa.
De ocre andan las montañas cuando los caminos y las constelaciones se confunden.
Se confunden como si fueran raíces anidadas en tus manos.
Ya no reconozco el vuelo del viento ni el color de la noche.
Serán los deshojados atardeceres los que de ti surjan...
Los atardeceres, húmedos de ti, serán raíces que como abanicos
se abrirán en mis ojos y llenarán mi vista con su canto.
Hoy, en mis brazos —solitarios— recojo las sombras:
de las últimas lloviznas se me llena el cuerpo y se me llenan las manos
y, entonces —y sólo entonces—, soy.