Letras
Ausencias de puertas

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La verdad nunca pensé irme, siempre creí que había lugares destinados para cada uno, y yo estaba convencido de que este lugar seria mío para siempre. Pero como ves la luz se ha apagado y siempre a medianoche me acompaña ese frío que desordena mis cortinas que años atrás fueron en verdad mías, por eso mis pasos eran unos pasos que todos miraban y que seguían alrededor de libros y discos antiguos de Nirvana.

—Mañana..., mañana siempre es otro día.

Entonces hoy vengo aquí y no sé si he entrado por la ventana o si sigo ese camino que da a tu puerta, entonces todo es confuso al principio y de pronto se aclara de golpe ni bien escucho que murmuras, entonces recuerdo que he venido a hablarte de algo que sucedió hace mucho tiempo y que tú sólo supiste de detalles.

—¿Qué hora es?

A veces oía rumores en mi puerta, sí, oía claramente que repetían mi nombre constantemente, sé que eso ya lo sabes y es por eso que nunca me iba a dormir si antes no lo escuchaba.

—Hace frío.

Yo creía que eran fantasmas, quizás sólo esencias de personas que se fueron y que venían a reclamarme por cualquier cosa, entonces tú te reías y te burlabas de mi explicación tonta y me decías que quizás eran ladrones y que tuviera cuidado. Pero yo seguía claramente fascinado con esas voces.

—Ramiro, ¿acaso eres tú?

Sí, fascinado, porque la verdad varias veces les contesté, pero ellos seguían pronunciando mi nombre sin decir nada más, entonces volvían a irse y yo me quedaba en el espejo imitando lo que decían esas voces.

—Pero...

A veces volvían en plena madrugada, me levantaba de la cama y me sentaba apoyado en la puerta escuchando, nada más escuchando, era suficiente para mí, tú sabes lo que lo incierto puede hacer conmigo, tú sabes hasta qué punto me puedo volver obsesivo.

—No entiendo qué haces aquí, no entiendo nada.

Así pasaron los meses y nunca me atreví a abrir la puerta, no sé si nunca lo hice porque tenía miedo de encontrar a alguien y desilusionarme a tan extraña obsesión o porque nada más tenía como única excusa para mi insomnio esas voces. Yo creo que te dejé de hablar de esas voces en los últimos meses, creo que no quería confundirte o quizás porque ya comenzabas a caer en la cuenta de que me estaba volviendo loco, creo que eso sólo tú lo sabías...

—Pero, ¿cómo? Si tú... Pero, ¿qué hora es? No puede ser, Ramiro, en verdad no...

Aunque mi silencio para ti significara diferentes cosas, quizás falta de amor, de compañerismo, esas tonterías a las que las mujeres recurren cuando no comprenden los diferentes motivos de uno, y más aun cuando después de hacer el amor te pedía que volvieras a tu casa porque quería llegar al amanecer solo. Todas y las demás cosas comenzaron a inutilizar tu comprensión hacia mí, pero esas voces eran en ese momento más importantes, porque poco a poco comenzaron a decir más palabras, comenzaron con adjetivos, con verbos y dentro de todo eso estaba mi nombre, pero además de eso también se colocó tu nombre entre esas palabras. Todo era muy difícil, ¿por qué te llamarían justamente en mi puerta?

—¡Vete! ¿Acaso es una broma, acaso hoy es ese día en que uno nunca despierta y termina por soñar realidad en vez de sueños?

La verdad es que la mayoría de las veces no entendía lo que decían, sólo había palabras y frases sueltan que reconocía, a veces sólo era: eternidad, luz, pesadumbre... Entonces yo repetía todas esas palabras para poder formar dentro de mí ideas que lograsen descifrar todo eso, pero la verdad es que era inútil cualquier intento de comprensión, cualquier forma de expresar claramente esas frases borrosas, la verdad es que lo que más me importaba era tu nombre en todo eso.

—No entiendo por qué hoy vienes aquí, ha pasado mucho tiempo y casi no te reconozco, casi...

Pero poco a poco todo se aclaraba, entonces entendía que tú eras esa parte que me complementaba para algo eterno, aunque aún no entendía qué querían decir con eso de eterno, pero me di cuenta de que eras en realidad lo más importante para mí y por eso fue mi inesperada pedida de mano, creí que ya era tiempo de compartir algo más que palabras y compañía de cama, era el momento preciso para ubicarnos en el mismo camino, en la misma odisea que es la vida. La vida y tú y yo, la vida, la verdad qué bueno suena todo eso...

—Aunque a veces me viene el llanto como si de pronto tu nombre y tu voz aparecieran de la nada a recordarme cuánto te amo, a veces sólo es esta cama o es esa puerta, a veces suelo pasar por tu casa y me quedo en la entrada, pero sé que es inútil todo y por eso doy media vuelta y me voy, últimamente lo hago seguido.

Pero aunque todo eso suene a película romántica de verano, no comprendí tu rechazo, la verdad es que hasta ahora me resulta un tanto confusa tu explicación por más que me dijiste que me amarías para siempre, lo único que me viene a la cabeza es que en ese siempre se encierran dudas, adioses, todo se convierte en ese dolor que despierta a uno a medianoche con esa soledad que la sábana nunca cubre. Pero eras tú..., tú..., y sólo me quedó aceptar que no nos casaríamos nunca, que ya no te volvería a ver, ya no...

—¿Sabes? A pesar de que sé que esto no existe, no puedo evitar esta sensación de que estás aquí conmigo y con eso me viene el perdón hacia mí, con esto ya no me siento esa tonta que te dejó, aquí la culpa se me va por ese camino donde mi lágrima huyó cuando venía otra, aquí estás tú y por este momento estoy yo, es extraño hablar así y justo ahora. Me siento un poco estúpida...

Ese día volví a casa, y mientras buscaba por todos lados tu foto para botarla a la basura, las voces comenzaron otra vez con insistencia, las comencé a escuchar claramente, pasaron horas así, era la primera vez que duraban tanto tiempo, hasta yo mismo comencé a asustarme, quería que el teléfono sonara o que alguien viniera a buscarme, no importaba si eras tú, no importaba esa frustración mía hacia lo que esa tarde había sucedido, sólo quería que ya se callasen, pero esas voces eran tan agudizantes, pero después de varios minutos en la puerta me di cuenta de que eran dos tipos de voces, repetían nuestros nombres y seguían jugando con palabras como eterno y siempre, hasta que de pronto caí en la cuenta de todo en realidad, me di cuenta de ti, de que la vida se separa de una línea que te reclama volver o quizás sólo a aparecer donde debes estar. Esas voces... eran nuestras voces...

—Ese día parte de mí murió, me sentí culpable, hasta el día de hoy la culpa me arrastra a sueños y a lágrimas inesperadas que no controlo ni siquiera al levantarme, ni cuando viene navidad o cualquier día que los demás toman como excusa para ser feliz, no, ese día volví para explicarte mejor todo, pero no me dejaban pasar, todo estaba confuso, había muchas personas, muchas luces, la policía despejaba el camino y una ambulancia con las puertas abiertas recibía un cuerpo cubierto con sábanas blancas, creo que fue el aire quien movió la parte que cubría la cara y pude ver claramente tu rostro manchado de sangre que apuntaba con los ojos abiertos hacia la nada... Fue un disparo desde la boca, cruzó tu cabeza hasta traspasar la puerta, ese día todo fue oscuro, hasta hoy esa oscuridad queda...

Recién desde ese día comprendí por qué la gente llora, por qué la gente llora de la nada y por qué los escalofríos suceden en los momentos menos pensados, ahora he encontrado más respuestas que las mismas preguntas que formulé a lo largo de mi vida. Entonces ahora puedo decir lo que las palabras eternidad y siempre pueden significar. Tenías razón en no casarnos, iba a ser un desastre, porque nosotros estamos destinados a esas palabras que se dan a partir que uno cierra los ojos, claro que eso es sólo un decir, yo me fui con los ojos abiertos, pero por fin pude comprender que necesitábamos eso, ahora en mi puerta ya no hay voces que en realidad eran nuestras voces, que sólo eran los rasgos a lo que tenía que suceder, por eso he venido a llamarte, por eso te hago recordar que faltas tú para que todo quede completo, te esperaré con paciencia, con estos ojos que paran abiertos y que nunca se cierran ni a la hora de dormir, sí, porque aquí también se duerme, aunque no de la misma manera..., pero, bueno, ya lo comprenderás, te espero y a la vez te llamo, ¿sabes? Hay miles de salidas para llegar aquí.

 

—¿Qué hora es? ¿Eres tú, Ramiro? ¿Eres..?

Sí, soy yo, siempre lo seré.

—Entonces hasta mañana.

Sí, hasta el día de mañana...