Letras
Poemas

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Diálogo en frío

Tía     A quién puede interesarle
el insomnio,
el dolor de piernas, de espalda
y la normal penuria
de un escritor andariego.

Vecino  Que se las arregle como pueda,
la calle no es ideal
ni motivo de inspiración
para esta clase de penitente
entregado a ese arte sin precio.

Coro    Más bien es camino tortuoso
donde todo es carencia,
si no se es triunfalista,
—no mártir de turno—
pero sí estratega de las letras.

 

Premier off

Un necio me pregunta si soy
mejor poeta que Harry Almela
y Alberto Hernández.
Le contesto que no soy adobado
vino ni sagaz atleta
para conquistar
los gustos de una fanaticada.

El poeta —le digo al neófito—
debe replegarse,
aprender a estar solo e inclusive
en el rumor del silencio;
el poeta oye, observa,
contemplase a sí mismo y al orbe.
El poeta exclama, no compite: canta.

 

La cara del poema

La cara de esa mujer
es la luna,
por eso surca el cielo
de mi boca su nombre.

Cuando la noche es oscura,
friolenta por la lluvia,
ella se asoma a mi insomnio
para alumbrar el camino
por donde paso, porque según ella
soy muy liviano al andar
y podría evaporarme.

A veces me acompaña
a las afueras del pueblo,
deja que delire bajo los acacios
y antes que amanezca se bebe mi sombra.

 

Traslado

Si fuéramos enviados a otro lugar,
en otro planeta, por supuesto,
le pondríamos nombres a otras cosas,
procrearíamos con divertimiento,
clonaríamos las malas costumbres
para morirnos de risa,
adoraríamos a otro dios —dios dinero—,
haríamos mercado, calistenias,
nos sentaríamos insomnes a vernos
en la televisión
para creer vivir aquella aventura.

Al aburrirnos por adoptar
otra conducta,
desearíamos la lluvia
para estar pensativos por el atardecer,
nostálgicos como en los poemas.

 

Parque de las estatuas

Después de una larga ausencia
vuelvo a este reservorio vegetal
—parque de las estatuas—,
paseo muy confiado por creer
conocerlas; sus texturas, su gracia
y toda esa carga emocional del arte.
Qué equivocado estaba, al no ver
su deterioro, las intencionales
fallas, sus borrosas autorías.
Y eso que anduve muy orgulloso,
hasta canté
con mis poemas, no con guitarra.

Decaído de agobio, de insomnio
y largas caminatas, me dispongo
a sentarme en un banco de piedra.
¡insólito! De pronto, del arbusto
salta un sátiro
a insinuarme al acto pederasta,
allí mismo frente a las estatuas.

 

Cara mía

Ayer vine a verla
y no estaba,
fue no sé por qué suerte.

No estuvo ante las tazas
de café, en el humo de cigarros
ni en la cresta de la ola
de la conversación de sus paisanos;
tampoco en la sonrisa
de su admirador de la mesa del frente.

Cómo la echamos de menos; más yo,
mientras veía a los niños chapotear
en el agua.

Ayer vine y en todo el boulevard
Ud. no anduvo.

Doménica dónde está.
Doménica veni cua.

 

El viejo y el mar

El que nace marinero
cuando ve la mar suspira.
Alí Primera

El viejo marinero piensa y otea
desde los peñascos, su fantasear
cabalga los surcos que van a fenecer
a la bahía.

¿Quién dirige su rumbo? parece
preguntarle al agua; y ellos: el cielo
y las gaviotas le muestran
un trasatlántico de nubes.

El viejo marinero entumecido
por la sal y los años, lega
a los turistas acostumbrados
a la diaria agitación
de la ciudad de asfalto,
otra realidad:
la nostalgia de haber cruzado el mar
(como Odiseo y Simbad)
ese mismo mar henchido
de ahogados y aventuras: pero más joven.

 

Balzac

a Jaime Betancourt

Apenas amanece visito la escultura
de Honorato de Balzac,
giro alrededor, palpo el dorado metal,
tan frío como la indiferencia.
Yo también tengo frío, el que taladra
más allá de los huesos y el fraguado
en la montaña por este mes del año.
Me entristezco al ver su semblante,
rostro de pensador, de combatiente.
Mientras medito la vida del artista,
Cuál sería mi sorpresa al ver
al escritor salir de su ropón
como gusano de seda —tejedor de la Comedia
Humana— amenazar con saltar del zócalo;
hace muecas, lanza un resoplido
para calentarse
o es un improperio contra la ciudad
a punto de comenzar su turbulencia.

Desterrado en un rincón a donde a nadie
le interesa saber si es venezolano
o francés:
el embrujado por la Piel de Zapa
decide marcharse
camina apresurado por el boscaje del parque.

 

Campanas

Tañí con fuerza
las campanas Cuasimodo
de mi pueblo,
dadle bien duro al bronce
hasta fundirlas si es preciso
que hoy es lunes y comienza
la lluvia como la esperanza
de quienes nada poseen.

 

Tres + 1

Tres honorables señores hacen un círculo
alrededor de la tierra,
esparcen las simientes
para abastecer al hombre
pero como a Prometeo
les sale al paso la adversidad:
al santo lo conduce la canalla
con escarnio al cadalso;
el manchego, su autor y su sombra
se despiden en un acto testamentario;
el héroe lo aniquila la nostalgia
apretando a su pecho cinco anillos
de la libertad.
Tres eran tres, tres majaderos.

 

Una paraulata y yo

Estamos solos tú y yo
Ave canora,
estamos en este parque
escueto,
alejados de todo.

En mi lánguido pensar
pasmado por el sol,
recorro el paisaje
mientras tú agrupas
nubes para la llovizna;
o sea,
entreambos hacemos el poema.

 

Echaré tierra en los ojos a la fatalidad

Tal si fuera evadido reo,
me acechas, no me das tregua.
Si voy, entro
o salgo a la noche, al día,
de súbito apareces con tu jauría
a cortarme el paso.

En diciembre o en mayo,
husmeas mis huellas, mis sueños;
adivinas el giro que daré
para sentirme libre
y te plantas ahí
a las puertas del naciente sol
para importunarme,
para sabotear mi trayectoria.

Tal vez no pueda desprenderme
del todo de tu yugo,
pero con un ardid podré zafarme
y libre al viento
floreceré en solsticio de invierno.

 

Una fábula

En un destartalado edificio,
en el piso de arriba
se asoma una cara,
a veces es joven,
a veces es vieja.

No se trata de doncella
cautiva
ni algo parecido.
Los verdaderos dueños desaparecieron
una noche de torrencial aguacero
y ahora vive allí una bruja
que trata de confundir;
ella aprovecha la borrasca
para dejarse ver (y así seducir
algún vecino) siempre ayudada
por el flash de un relámpago.

 

El jugador

Desde esta orilla donde uno
se acostumbra a obtener lo que según
los entendidos se merece, veo pasar
a la diosa fortuna.
Trato de mirarle a los ojos y ella
de forma irreverente voltea la cara.

Si pudiera aprehenderla,
tomarla de la mano, de la orla
de su límpido manto aunque sea,
rogarle, pedirle compasión
piedad, que sé yo...

Pero no, se hace la desentendida,
la inconsciente; tal si no
quisiera asistir a un súbdito
que al lanzar los dados la convoca.

 

Salmodia virtual

Salvaje vampirismo.
Canibalismo sagrado.

De carne y sangre
se sacia mi religión,
digo la mía
por haber sido bautizado en ella,
por ser llevado
al cadalso, muerto y sepultado
hasta el masoquismo.

Mía vuelvo a repetir
por ser cuna donde se gesta
el complejo de Edipo,
la maldiciente profecía,
la caída del imperio amén.

 

Fútbol

a Francisco Urbáez

Llueve o relampaguee,
en reguero, tras una esférica
van los jugadores por el campo
de juego.
Es el más aclamado de todos los pasatiempos,
la multitud lo prefiere
por su semejanza con la guerra.
¡Gol! es el grito de triunfo,
entre la euforia, el delirio
es tan vistoso, el más caro.
Menos intenso que el ajedrez,

se piensa con el cuerpo,
no con el cerebro.
Agotador, rudo,
hasta puede malograr los miembros,
la carrera.

Tan cruel y celebrado
es este ingrato deporte,
que a las patadas es que se juega.