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Falleció en California
el escritor chileno Fernando Alegría

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Considerado uno de los autores más relevantes de la generación del ‘38, el chileno Fernando Alegría murió el sábado 29 de octubre a raíz de una crisis renal. El deceso se produjo en Walnut Creek, al norte de California (EUA), país en el que se había radicado. Hace ocho años sufría de un mal semejante al Alzheimer y se encontraba en una casa de reposo.

Quienes lo conocieron coinciden en que era un hombre profundamente chileno y obsesionado con su país. Y así lo atestiguó en uno de sus textos más célebres: “Cuando alzado a medianoche nos sacude un terremoto / Cuando el mar saquea nuestras casas y se esconde entre los bosques, / Cuando Chile ya no puede estar seguro de sus mapas / Y cantamos como un gallo que ha de picar el sol en pedazos: / Digo con firmeza ¡VIVA CHILE MIERDA!”.

Editado en 1965, el poema fue grabado por Roberto Parada en 1968 y se transformó en un emblema durante la campaña de Salvador Allende, de quien era amigo. Alegría sería más tarde su agregado cultural en Washington, hasta 1973.

Pero aunque la memoria le fallaba a causa de su enfermedad, las imágenes de Chile lo acompañaban. “A veces cerrábamos los ojos e imaginábamos las calles de su infancia, los chonchones en el cielo, los rotos chilenos que él quería tanto”, cuenta Marcia Campos, su compañera de hace 20 años.

Nacido el 26 de septiembre de 1918, compañero de generación de Francisco Coloane, Carlos Droguett y Gonzalo Rojas, Alegría era uno de los últimos sobrevivientes de la narrativa social chilena. Formados entre la Guerra Civil Española, el ascenso del Frente Popular y la II Guerra, los narradores del ‘38 dejaron atrás los cuadros costumbristas a lo Mariano Latorre, se comprometieron con la causa de la izquierda e intentaron “dar categoría literaria a las luchas de emancipación política y económica de las clases trabajadoras”, según el mismo Alegría.

Se había iniciado en la narrativa a los 18 años, con la biografía novelada de Luis Emilio Recabarren. Publicó luego Lautaro, joven libertador de Arauco (1943) y Caballo de copas (1957), acaso su mayor obra, por la cual obtuvo los premios Municipal, Atenea y Unión Panamericana. Le siguió Mañana los Guerros (1964). Graduado en letras en la Universidad de Chile, se doctoró en literatura en la Universidad de California y desde 1945 ejerció una destacada labor en Berkley y Stanford.

“Lo que me interesa rescatar es la historia de los héroes sin monumento, la de los verdaderos héroes, a quienes la historia oficial margina y que, sin embargo, viven en la conciencia social de nuestro pueblo”, diría.

Paralelamente a su carrera literaria desarrolló una amplia difusión de la literatura hispanoamericana, desde las universidades y a través de ensayos y antologías. Asimismo, encabezó la oposición de los escritores a Pinochet. Eterno candidato al Premio Nacional, sus restos descansan en el cementerio californiano de Palo Alto junto a los de su esposa, la salvadoreña Carmen Letona, pese a que él quería retornar. “Me dolerá hasta el final no haber vuelto, decía. Él quería ser enterrado en Chile”, asegura Marcia Campos.

Fuente: La Tercera