Sala de ensayo
Alexander von HumboldtEl camino de Alejandro

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“Donde hay sistema existe la realidad”

En el año de 1859 ocurrieron dos hechos que a pesar de ser totalmente independientes están profundamente conectados, la muerte del barón Alexander von Humboldt y la publicación de El origen de las especies.

Toda la primera mitad del siglo XIX fue la época de Humboldt, considerado la personalidad más destacada de su tiempo. Era muy popular y famosísimo, reconocido en todos los círculos intelectuales y por todas las figuras destacadas de Europa y América, recibió innumerables reconocimientos a su estatura intelectual, y por su vigoroso y estimulante pensamiento. El hecho de fallecer el mismo año en el cual Charles Darwin publica su teoría, determinó que el trabajo del sabio alemán fuese olvidado por el inmenso impacto y controversia que causó la idea del transformismo, expresada en la “Teoría de la Evolución”. La polémica que se inicia a partir de ese año entre la posición creacionista, sostenida por siglos por la Iglesia, y la interpretación materialista, de la evolución, ha sido muy polémica e infructuosa en proveer de una respuesta satisfactoria a la incógnita más trascendente, la existencia de la vida en este diminuto grano de polvo estelar, el planeta Tierra.

Estos dos puntos de vista, contrapuestos y contradictorios entre sí, carecen de certeza científica, tanto la posición que sostiene la tesis que la vida aparece de manera aleatoria y la antítesis que afirma que se trata de un acto de la voluntad divina. Como ambas posiciones carecen de evidencia científica experimental, tratar de encontrar la verdad sobre la existencia de la vida argumentando cada una en contra de la otra, seguirá siendo infructuoso, y si no dejamos atrás estás suposiciones jamás se podrá aclarar este misterio. En vista que ambas posiciones han fallado rotundamente en lograr su objetivo, ha llegado la hora de explorar un tercer camino y este no es más que aquel que comenzó a andar el noble sabio alemán, Alejandro de Humboldt.

Fue en las costas cercanas a la ciudad de Cumaná donde, por causas fortuitas, arriban por primera vez dos europeos con el firme propósito de conquistar la oscuridad que para esa época se enseñoreaba sobre el conocimiento del continente sudamericano. Por causa del mal tiempo el destino hizo que se desviaran de su ruta original, de la Isla de Cuba, a las cristalinas aguas de la “Ciudad primogénita de América”. La misma noche de su llegada, Humboldt y su compañero Aimé Bonpland observan, en el prístino cielo, una “lluvia de meteoritos”, comenzando así el maravillarse ante el espectáculo de la naturaleza de la zona tropical.

El relato del recorrido del sabio alemán y de su compañero fue narrado por Humboldt en su libro Viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente,donde se describen las aventuras y desventuras de una de las expediciones científicas más importantes de la Edad Moderna, pero lo más trascendente es la visión y el enfoque filosófico del sabio para lograr comprender en su totalidad el fenómeno de la naturaleza que se expandía ante sus ojos. Todo su esfuerzo por desentrañar la incógnita del fenómeno de la vida y de sus investigaciones científicas en general, estuvo siempre precedido por una “filosofía cósmica del globo terrestre”. Comprender esta filosofía de Humboldt permitirá un mejor entendimiento de toda su obra, y de su contribución al proceso de construir el conocimiento de la realidad que se encuentra más allá de las puertas de la simple observación de los seres vivientes que han desafiado, hasta ahora, la inquisitiva mirada del pensamiento humano, que por siglos se ha avocado al esfuerzo por conocer y entender la causa que explique satisfactoriamente la aparición de la vida y de su principal característica, la inmensa variedad de las especies.

“La física del mundo”, como Humboldt llamaba a su visión filosófica, tenía una “columna vertebral lógica”. En sus escritos sobre lo observado en su expedición, aparece por primera vez una “sistematización” de los datos que iba recolectando de sus observaciones, registro llevado a cabo de una manera bien considerada bajo la guía de una congenial filosofía. ¿En qué consistía ésta? En contraste con la forma de pensar de Charles Darwin, que al parecer concentró toda su atención en el fenómeno de la amplísima variedad de las especies animales, Humboldt consideraba “todo” lo que se posaba ante su mirada, desde los efectos de la altitud en las montañas sobre el tipo de vegetación, hasta las características únicas de las aves que revoloteaban en la oscuridad de la Cueva del Guácharo sin estrellarse contra la dura roca de sus paredes. Consideraba, y he aquí su gran contribución al pensamiento y a la investigación científica, que si se podía resolver problemas científicos bajo la dirección de “ideas filosóficas universales” que satisfacen plenamente el ideal de conocimiento, se obtendrán resultados muy bien fundados y sistemáticamente demostrados, es decir, “ciencia sin filosofía no es nada más que un conjunto de supuestos sin valor científico”. Antes de comenzar su viaje de investigación, Humboldt definió el fin supremo de su actividad científica diciendo: “Voy a considerar siempre la correlación e interacción de las fuerzas de la naturaleza no viva en el mundo vegetal y animal; en esta armonía se fijarán para siempre mis ojos”. Su obra predilecta, “Síntesis de la naturaleza como totalidad, demostración de la acción mutua de sus fuerzas”, puntualiza su actitud de ver el fenómeno de la naturaleza en su totalidad, tal y como es y sin ideas preconcebidas. En este punto se coloca en la “acera opuesta” a la que transitaba Darwin, el cual suponía que las especies evolucionaban a priori, y trató de adaptar sus observaciones a esta idea.

El principio básico de la filosofía de Humboldt comprende la tendencia a entender todos los fenómenos del universo como un entero, una totalidad. Sin duda que esta forma de pensar denota una filiación con Platón y Aristóteles, conclusión que se desprende de la formación de humanista erudito que poseía el sabio. Esta actitud filosófica lo colocaba en una posición totalmente diferente y, por este hecho, algunos biógrafos han opinado que era “vitalista”, pero también que era “mecanicista”, esta confusión al tratar de caracterizar su pensamiento se debe a que era una posición totalmente distinta a las dos posiciones que vivían en una eterna pugna, que ha impedido al espíritu de los buscadores de la verdad, llegar a un satisfactorio acercamiento a la realidad de la naturaleza viva y su relación con la que no lo está. Humboldt no fue nunca ni vitalista ni mecanicista, más bien, como sus amigos le denominaban, “holista”.

El problema fundamental que se busca resolver es comprender la relación mutua que existe entre la naturaleza orgánica y la inorgánica. Para tal propósito existe una solución filosófica, constituida por una tríada de ideas, es una famosa operación dialéctica comprendida por la “Tesis”, la “Antítesis” y la “Síntesis”; ahora bien, en cuanto al problema planteado, la idea mecanicista representa la tesis, la vitalista la antítesis y la holista la síntesis. Se cree que ninguna de éstas puede proveer al pensamiento la verdad absoluta, y se habla de un carácter complementario de la realidad; sin embargo, de las tres posiciones, la holística es la que proporciona un acercamiento máximo a la posibilidad de tener una solución definitiva como la que se espera de las ciencias exactas y matemáticas.

En sus obras posteriores Humboldt hablaba muy a menudo de la “profunda fuerza de la organización” para caracterizar la “interacción y colaboración mutua” que distingue esencialmente un organismo de cualquier sistema físico-químico. Lo que se desprende claramente de todas estas consideraciones es “que un mismo principio es el que rige a toda la naturaleza, tanto orgánica como inorgánica”. Esta razón evidente, la existencia de una ley que rige a toda la materia, es imposible para las doctrinas mecanicistas y vitalistas por representar posiciones completamente contrarias, razón por la cual se excluyen de modo absoluto. Se comprende ahora que la filosofía holística es la que presenta la mejor solución al desprenderse de ésta el concepto de una ley natural que explica la totalidad del fenómeno natural. Esta ley universal no es conocida todavía, pero en lo que se refiere a la materia orgánica en específico, hoy en día se tiene conocimiento amplio y concreto sobre una ley que rige a todo ser viviente, la cual Humboldt presentía su existencia, y ésta no es más que la que reside en el interior de la molécula de ADN.

El adelanto que ha alcanzado la ciencia genética, desde el momento en el cual un humilde monje llamado Gregorio Mendel cultivaba guisantes en el pequeño huerto del monasterio en el que vivía, ha sido sorprendente, y sus máximos logros, la “clonación” y el “genoma” (plano de todos los genes de un individuo), confirman que todos los organismos vivos se rigen por una ley natural. Ahora bien, si es evidente que existe una norma que rige el comportamiento y las características de la materia viva, estamos obligados a aceptar que los experimentos e investigaciones mencionados indican la verdadera forma como la materia viva se comporta, por lo tanto es necesario reconocer que ninguna de estas experiencias confirma la suposición de “transformación orgánica” como lo ha propuesto la teoría de la evolución, debido a que el resultado de la clonación es una copia exacta del original; es decir, lo contrario a una supuesta tendencia a cambiar la estructura física de los organismos, y el genoma por su parte ha evidenciado que los organismos son integralmente perfectos, debido a que se ha podido comprobar con este “mapa genético”, que la mayoría de las enfermedades y trastornos de salud que sufren las personas, los animales y las plantas, se deben al mal funcionamiento de un determinado gen; por lo tanto, esto significa que los organismos, todos y cada uno de ellos, se generan de una manera maravillosamente perfecta, condición natural que se ve trastornada por simplemente una disfunción de un solo gen, produciéndose así un desperfecto que por lo general es maligno. Esto significa que la tesis evolucionista de que “los seres vivos necesitan cambiar para adaptarse al medio”, y que “las mutaciones son el mecanismo de la evolución”, son totalmente falsos.

Un sistema es un conjunto de elementos relacionados de modo tal que constituyen un todo estructurado. La idea de sistema interpreta y explica el sentido total de la realidad. Ese sentido total de la realidad evidencia inteligencia, por lo tanto la naturaleza no puede existir por casualidad, ni provenir como producto de fuerzas fortuitas. La economía matemática de las cuatro bases (A, T, C, G) demuestra que todo lo viviente y, en su conjunto, todo lo que existe en el Universo, es producto de una mente pensante, es decir, de una fuerza creadora inteligente, lo contrario a esto se asemeja a un camino que conduce al espíritu humano hacia su perdición en la oscura calle del error.

El propósito de este artículo ha sido determinar cómo la actitud holistica es la mejor vía para comprender el misterio de la vida y proveer al pensador contemporáneo de un nuevo ideal de conocimiento sumamente fértil y capaz de producir una ciencia biológica más exacta y, en consecuencia, una ciencia en general libre de toda falsedad.