Entrevistas
Ángeles MastrettaEntrevista exclusiva a la escritora mexicana Ángeles Mastretta
“Argentina
es mi país también”

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De visita fugaz y casi anónima por Buenos Aires, acompañando a su esposo —el reconocido escritor y periodista Héctor Aguilar Camín—, la mexicana Ángeles Mastretta concedió esta única entrevista en el país, al cumplirse 20 años de la publicación de Arráncame la vida, donde habló, entre otras cosas, de su próximo libro, de sus premios, nuestro idioma, los amigos y de una Argentina a la que siente como suya.

Este año se cumplen 20 años de la publicación de Arráncame la vida, que ya lleva vendidos más de tres millones de ejemplares en casi 20 idiomas. ¿Qué balance hace en este 2005? ¿Y hasta qué punto siente que su obra va a trascender?

Bueno, vamos a pensar dos sentidos de la palabra trascender. Uno es que lo que uno escribe salga de uno y pase a los otros; en el momento en que tú lees lo que yo escribí, ya trascendió. Si lo que quieres decir con trascender es quedarte, permanecer, tener muchos lectores después de que te mueras, eso yo creo que es una cosa regida por algo que a mí no me interesa. Ya no voy a estar para verlo. Si tú me dices ¿quieres eso? Yo te diría sí, sí lo quiero, pero nunca voy a saber si lo tuve o no, da igual, no me pregunto eso.

No escribo pensando en eso para nada, no sé si será un error o un acierto, pero ni siquiera sé cómo se haría escribir para eso. Pero ya de repente digo estoy siendo escritora, bueno en tanto escribo un diario todos los días, escribo cartas, muchas, en tanto que quiero escribir y conseguir mi voz que me hace mucha ilusión, escribir otro libro y otro libro. Pero no estoy teniendo la disciplina para hacerlo. Estoy muy indisciplinada, estoy viajando mucho y me está gustando mucho el mundo. Lo que pasa es que hay otras cosas que me importan incluso más que escribir. La gente a la que quiero me importa más, la gente a la que voy a querer me importa más.

Entonces ando huyendo y al mismo tiempo encontrándome. Más que huyendo, la palabra no es huyendo, priorizo y estoy priorizando no necesariamente la escritura.

Cuando le comunicaron que Mal de amores había ganado el Premio Rómulo Gallegos usted confesó que lloró durante dos horas por la emoción... (interrumpe).

No, pero no era por la emoción, ojalá. Era por la contradicción. Porque a mí me enseñaron a aceptar con más naturalidad las tristezas que las alegrías, a ponerle buena cara al mal tiempo, me dijeron que así era y lo aprendí como una ley. Y no necesariamente aprendí no sólo a esperar que me fuera bien, sino que no aprendí a sentir que me merezco lo que me pasa.

Estaba Tomás Eloy Martínez entre los finalistas, y a mí me parecía que por lógica, por edad, porque él es un gran escritor, tenían que darle el premio a él. Luego yo entendí y he ido entendiendo con el tiempo que los premios son azarosos, y que dependen de que la mayoría de los jurados hayan estado de acuerdo en darte el premio a ti y no a otro. Eso no te hace mejor escritor que otro, solamente te hace un premiado, lo cual para mí finalmente fue una maravilla porque he aprendido, después de eso, a decir sí gracias, qué bueno que esto me pasó y a abrir las manos y cerrar los ojos y a aceptar lo que la vida me va dando. Porque lo viví primero como un ataque, te digo que lloré. Estaba muy desvelada, muy desvelada. Había dormido como tres horas y estaba yo en una contradicción, no lo supe manejar.

Pero ahora ya lo voy a saber manejar, ya estoy dispuesta a que me den premios y a decir que qué bueno que me los dieron, ahora ya no me van a dar nada, pero no importa, por lo menos voy a estar contenta con los que ya tengo, que hasta eso me pesaba.

El año antepasado la prestigiosa Universidad de Puebla, de la ciudad donde nació, le otorgó el doctorado Honoris Causa. ¿Cómo fue recibir esta distinción y qué sentimientos le despertó?

Esa alegría sí la tuve muy clara. La Universidad de Puebla en los años 70 tenía unos líos políticos muy serios, había enfrentamientos con tiros. Yo entré a estudiar letras y pude estar ahí dos meses y me salí, porque había un caos. No era posible estudiar ahí con rigor y ver que había tiros, había pleitos en toda la universidad, todo muy complicado. Estaba absolutamente politizado el aire y había unos enfrentamientos bárbaros. Entonces yo me salí y me fui a México, a la Unam, y me quedé siempre como con el pendiente de haber sido alumna de la Universidad de Puebla. Entonces fue muy agradable para mí, me dio una enorme alegría. La universidad está ahora muy protegida, muy bien cuidada, muy querida por la gente, está sacando excelentes profesionales. Me sentí de verdad honrada de que me dieran ese premio.

Y luego fue un premio raro porque es difícil que te premien en tu medio. Esto de que nadie es profeta en su tierra suele ser bastante cierto. Que hayan tenido la deferencia de darme el doctorado fue para mí una fiesta, y además una fiesta casi te diría que familiar. Mándenos usted su lista de invitados, me dijeron. Yo dije, bueno, invitaremos a mi mamá, a Héctor y a mis hijos, y a la gente que quiere de la universidad, pero a mí no me pidan lista de invitados. Pues cuando entré al salón, que es inmenso, claro, había mucha gente de la universidad, pero haz de cuenta que era una boda familiar. Estaba lleno de parientes, lleno de parientes. Atractivo, muy emotivo.

Es narradora, poeta y periodista. Aunque su primer libro publicado fue uno de poemas, La pájara pinta, fuera de México es reconocida por su prosa, ya sea en cuentos, novelas, ensayos o columnas periodísticas. ¿Por qué ha sucedido esto y qué nos puede decir de su faceta como poeta?

Es que yo a los 20 años escribía sin ninguna inhibición, es más, ojalá pudiera seguir escribiendo así. Si pudiera recuperar esa frescura sería maravilloso. Pero ahora recapacito más, me fijo más, la paso más mal o menos bien. Yo escribía todo lo que me pasaba por mi cabeza y por el ánimo, no me importaba.

De manera azarosa yo iba escribiendo recaditos, letreros y cosas y preocupaciones en mi libreta de todos los días, y de repente armé ese libro como sin querer para mandarlo a un concurso que gané. Pero luego cuando lo gané y seguí leyendo, y cuando me enfrenté con cierta seriedad y enorme respeto a otros poetas, como Lope de Vega, dices, bueno, yo mejor voy a hacer una novela, porque... (risas).

Usted ha visitado varias veces la Argentina, donde tiene un gran público y muchos amigos. ¿Qué recuerda de sus visitas y qué anhela cada vez que viene aquí?

Yo tengo, no sé si necesariamente como otros escritores, pero yo tengo una relación con la Argentina muy cercana. La Argentina es mi país también. Lo que le pasa a la Argentina me pasa a mí también. Es el país de América Latina, con mucho, el más cercano. Y sí, congenio con los argentinos, probablemente porque tengo los mismos orígenes de raza que ellos. Soy una mezcla de italianos con españoles tamizada por supuesto con mexicanos, pero soy una mezcla parecida. Yo me veo en el espejo y digo yo parezco argentina, yo podría ser argentina.

Es sensiblera y enfática...

Soy sensiblera y soy enfática como los argentinos. Y cada vez que los veo armando un escándalo, pegando de gritos, quejándose de algo, digo cómo se parecen éstos a mis propios parientes. Es un país que me divierte mucho, quiero decir, llego, prendo la televisión y lo que todos dicen, pero qué les pasa a estos locos, yo digo, no, entiendo perfectamente lo que les está pasando. Padecí su dictadura, he padecido sus crisis, y tengo enorme respeto y predilección por sus escritores. Quieres que te diga a ti: Borges y Cortázar. Específicamente Borges y Cortázar. Han marcado lo que yo siento, lo que pienso y el gozo que he tenido de la literatura de manera crucial. Entonces imagínate cuántas cosas le debo a la Argentina.

Otra de las cosas que me pasan cuando vengo a Argentina, lo que encuentro son unas dosis de cariño que no encuentro en ninguna otra parte. Mira que yo me he sentido querida en muchas partes, en Italia, en España, en Chile, pero como en Argentina no. Los argentinos son escandalosos. Mira que haber llegado a Córdoba, ya había cancelado, me dijeron es que usted no puede cancelar porque tenemos 3.000 personas esperándola. Yo dije qué exagerados los argentinos, que barbaridad, cómo van a tener 3.000 personas, ha de haber 300. Cuando voy entrando había en el auditorio ¡3.000 personas! Era una cosa increíble, yo no entiendo cómo llenaron ese auditorio (risas), no lo entendí. Pero esa emoción no vayas a creer que me pasa todo el tiempo, no, es una cosa sorprendente. En la Feria del Libro aquí en Buenos Aires firmé libros una noche cuatro horas seguidas.

Fue muy amiga de Juan Rulfo y de Jaime Sabines...

Ojalá hubiera sido más amiga. Pero como no eran mis contemporáneos era muy devota, vamos a ponerlo.

...Lo es de Carlos Fuentes y de Gabriel García Márquez, por quienes siente una profunda admiración.

Sí, claro que sí, muy amiga. Los quiero muchísimo.

“Mujeres de ojos grandes”, de Ángeles Mastretta¿Cómo es su amistad con ellos? ¿Puede contarnos alguna anécdota referida a ellos?

Cuando yo conocí a Jaime estábamos en una reunión de mucha gente y caminé hasta donde él estaba y me hinqué. Entonces se asustó muchísimo y me dijo qué te pasa, se asustó muchísimo (risas). Además Jaime, cuando yo lo conocí, era un poeta leído, pero no era un poeta reconocido públicamente, o sea la gente se lo encontraba en la calle y no decía, ahí va Sabines. Porque la gente no sabía que Sabines era Sabines. Cinco años después y muy cerca de que se muriera eso estaba en el aire y en todas partes, pero antes de eso no. Él estaba absolutamente sorprendido de que yo lo quisiera y de que yo dijera de memoria su poesía, entonces me dijo “¿quién adivina en tus ojos?”. Y yo entonces le dije qué bonita frase, ¿me la regalas? Me dijo toda tuya, y ya nos sentamos a conversar. Utilicé esa frase en un cuento de Mujeres de ojos grandes, se la robé a Sabines, me la regaló.

Juan era mi maestro en el Centro Mexicano de Escritores, entonces yo tenía una súper fortuna. Pero Juan parece ser que todavía estaba ensimismado y escéptico. Juan fue un ejemplo de sencillez. Los dos: Juan y Sabines. Dos personajes que nunca tuvieron conciencia ni de su éxito ni de su importancia. No sé si la tendrían pero nunca actuaron como si lo tuvieran. Nunca abrumaron, nunca fueron pretenciosos o prepotentes, ni siquiera tuvieron tal cantidad de devotos que se notara.

Pero Juan no se lo creía, no se tomaba nada en serio. Y Sabines supo el éxito que tenía cuando fue a Bellas Artes a leer, cuando cumplió 70 años. Bellas Artes es un teatro grande, caben 2.500 personas y es el teatro más importante del país, ese día lo llenamos.

Recuerdo que una vez chocamos con Rulfo. Él iba manejando, y yo me bajé y dije al señor, acaba usted de tener el honor de chocar con el maestro Juan Rulfo. Juan se quedó adentro, tenía miedo de bajarse del coche. Y el hombre con el que chocó me decía, y a mí qué me importa quién es Juan Rulfo. ¿Cómo, usted no sabe quién es Juan Rulfo? ¡Es el colmo! Yo lo regañaba. Total el tipo nunca cayó en la cuenta de quién era Juan Rulfo. Y Juan se portó siempre como diciendo eso, su actitud era si alguien choca conmigo en la calle no va a decir qué respeto le tengo al maestro Juan Rulfo. Es una actitud muy sabia.

Bueno, con Fuentes y el Gabo tengo muchísimas historias. Pregunté un día, oye, Gabo, ¿por qué se casó Borges con María Kodama? Y me dice ¿quién se casa con quién y por qué? Jugamos mucho, cantamos, vamos a bares y yo canto “Arráncame la vida”, tomamos café y él declama a Lope de Vega: “Suelta mi manso, mayoral extraño”. Estamos llenos de chismes y de whiskys, yo no tomo, él había tenido permiso otra vez para tomar whiskys pero lo volvió a perder. Viajamos, cenamos, y a veces lo acompañamos. Él es muy tímido, no le gusta dar conferencias, no da conferencias; entrevistas da poquísimas, casi nunca. Y cuando vamos a lugares públicos va muy escondidito, no va haciéndose ver. Pero si alguien lo descubre y aparece con un libro por ejemplo, entonces vuelven filas y dice su mujer “está el Santísimo expuesto”.

De Fuentes también tengo muchísimas historias. Cuando leyó mi discurso para recibir el Rómulo Gallegos me dijo: “¿Por qué pediste perdón porque te dieron un premio? Un escritor nunca pide perdón porque le dan un premio. Un escritor da las gracias y dice sí me lo merezco. Ya bastante mal nos trata el mundo como para que encima nosotros digamos que nos deben tratar, porque nos merecemos que nos traten bien. Cuando a un escritor se le trata bien, un escritor da las gracias y dice que qué bueno que me traten bien. Porque cuando el mundo trata bien a un escritor, trata bien a otros”. Y es bonita historia, es bonita cosa de contar, se la agradezco.

En el mundo globalizado en que vivimos, y ante esta avalancha tecnológica actual, ¿qué transformaciones percibe que pueda traer para la literatura?

Yo creo que las desgracias traen siempre fortunas. Pero en todo tiempo difícil han crecido los artistas. Si tú, pon una fecha en el Internet, una fecha horrenda, pon el año en que empezó la Guerra Mundial, pon 1934 por ejemplo. Ahí te aparece lo mismo que te aparece ascenso de Hitler, te aparece fulano de tal escribió tal sinfonía, se publicó tal libro de fulano de tal. Mientras estaba Hitler en ascenso, estaba escribiendo Proust, estaba escribiendo Joyce, estaba haciendo música Mahler. Entonces al arte muchas veces lo favorece la desgracia, y florece en medio de la arbitrariedad. O sea, los artistas muchas veces, y ojalá yo fuera en eso una artista, escriben para exorcizar el tiempo en que viven, para volver mejor el mundo. Para eso es que uno hace arte. Para que el mundo sea mejor. Sería una barbaridad si yo te dijera yo creo que el arte resulta favorecido por las desgracias, pero lo que sí creo es que siempre va a haber arte, que ayuda a sobrellevar las desgracias.

En el IV Centenario del Quijote, ¿cómo ve nuestra literatura y el avance de nuestro idioma a pesar de las influencias externas que recibe?

La verdad es que el castellano está hecho con las influencias externas de los celtas y los etruscos, así se convirtió en este idioma que hablamos apenas hace mil años. Pero el idioma no está amenazado. Ningún idioma es virgen, todos están influidos por todos. Si tú oyes el inglés está lleno de latinismos. Priority que es prioridad. Entre más sofisticado es el inglés más latinismos tiene. Si tú lees a Jane Austen en inglés está llena de latinismos, y eso no es maltratar la lengua. Nosotros vamos ir llenándonos de palabras que ahorita nos suenan horribles, como el Internet. Pero la palabra Internet que ahorita nos parece horrible un día incluso va a encontrar una buena rima, pero no sé cuál.

A mí, no creas, me cuesta trabajo. A mí me enseñaron a ponerle acento a fue, los monosílabos llevaban acento. Hace yo creo 30 años que la Real Academia de la Lengua dijo que los monosílabos no debían llevar acento, y yo se los sigo poniendo y luego se los quito. Porque la Real Academia acabó aceptando una cosa que la gente hacía. Pero para cuando la Academia lo aceptó a mí ya me habían hecho creer que no había más manera de escribir fue que con acento. Yo tuve el privilegio de aprender gramática en una escuela en donde la directora consideraba que lo más importante que una persona podía hacer era hablar y escribir bien el castellano.

Tengo mucho respeto, mucho amor por mi lengua. Pero estoy dispuesta a aceptar la mezcla y a entender.

¿Qué consejos o sugerencias daría a los jóvenes escritores de hoy? Y ¿cómo ve el desempeño y la participación de ellos en la literatura actual?

Bueno, si me fijo en ti no lo podría ver mejor. Un apasionado de lo que haces, un apasionado no solamente de lo que otros escriben sino incluso de lo que hacen en la vida, lo cual me honra enormemente, me hace sentir muy importante y muy querida.

Yo creo que hay mucha gente joven con enorme entusiasmo por la literatura. No tanta quizás como por el cine. Pero fíjate, el cine es otro lenguaje y es otra forma de contar historias, y yo creo que mucha gente de la que quiere hacer cine va a acabar encontrando que su voz está en la literatura. Lo que pasa es que el cine es más glamoroso, y a la gente joven le parece que es mucho más interesante hacer cine. Conozco mucha gente que está pensando hacer cine y va a acabar haciendo literatura.

Entonces yo creo que la literatura no se va a quedar sola nunca. Incluso para hacer películas, el origen de las películas está en los guiones.

Hablando de cine, usted ha vendido los derechos de Arráncame la vida para el cine. ¿Todavía no se filmó?

No, todavía no. He estado trabajando en ese guión y es complicado, dificilísimo.

Finalmente, lo que se preguntan sus lectores y lectoras, ¿hay una nueva novela o un nuevo libro? ¿Qué nos puede adelantar?

Escribí un libro primero que se llamaba No oigo cantar a las ranas. El texto con el que abría ese libro lo puse en El cielo de los leones para forzarme a darme cuenta de que ese libro no tenía camino, por lo menos no lo había encontrado.

Entonces la primera parte de ese libro, con el objeto de quitarme de eso, la voy a poner en este otro libro. Era la historia de una vieja que contaba a una cincuentona, y de una cincuentona que contaba a una vieja y de su relación, de su amistad y de sus anécdotas. Pero no caminó bien. Un día la voy a hacer, pero ahorita no me sale.

Entonces ahora estoy trabajando en un libro que se llama Maridos, y es un juego como el de las Mujeres de ojos grandes. En realidad van a ser casi siempre historias de mujeres o contadas desde las mujeres, pero que empiezan con “El marido de...”, o “A pesar de que su marido”. La palabra marido está en los cuatro primeros renglones de cada texto, y son mujeres que se definen frente a sus hombres. No nada más mujeres, hombres que son homosexuales, mujeres que son homosexuales, porque finalmente toda pareja tiene un marido, entonces voy a hacer maridos de todos los tipos.