Letras
Lengua caliente

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I

Sé que no esperarás la redención de la esperma,
ni un sueño húmedo que dibuje falsas sonrisas en la cama.

Sé que buscarás donde cabalgar aquella alma impura,
como los oscuros besos que rodearon esos muslos.

Pero aún en el olvido penetraré en tus labios
con la gema ardiente que más deseas;
una lanza que eleve tu entrepierna hasta el aullido.

Y empalaré tus ingles en la furia de saberte perdida.

Por ahora,
recoge tus prendas,
y vete.

22 de febrero de 2005

 

II

Cosechaste en mis vellos la secreta obscenidad que necesitas;
gotas pesadas caen sobre la vastedad insolente de tu sexo,
como horas febriles que se enumeran mientras contienes un gemido.

Pero no amedrentó tu voracidad estas caricias en el antojo de olvidar.
No; uno a uno tus maquillajes de “niñita bien” se fueron derramando
en las más caliente de mis lenguas viperinas.

Ahora negarlo es una candileja en medio de la urbanidad saturnal;
inútil destello de una conciencia poseída u olvidada en tu ceguera,
despojos en las sábanas de un coito bipolar, para tu bien.

23 de febrero de 2005

 

III

Para tu bien, sin duda, y para mi mal, acaso.

Para mi mal; la necedad de una carne flagrante en su juicio,
y la salivante sentencia en la oscuridad de esta boca
que te nombra insanamente cuando me toco.

Puede una mano, en su humedad, suplantar la temperatura elástica
que se aloja en medio de tus plácidas caderas juveniles;
hay, probablemente, fórmulas en mi lecho para una laxitud póstuma.

¡Sí! ¡Sí! Una laxitud que se parece ciertamente al placer,
y no es más que diálogos sobre un espejismo premeditado;
el exacto movimiento de tus piernas cuando se abren,

entregándome el holocausto de esas primeras lágrimas,
que consuman el sacrificio de una piel que no supe amar,
y que sin embargo, amo.

25 de febrero de 2005