Editorial
Rulfo sin Rulfo

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La Feria Internacional del Libro de Guadalajara no estuvo exenta de sinsabores, como seguramente ya sabrán nuestros lectores más despiertos. La entrega del Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo al escritor mexicano, nacido en España, Tomás Segovia, se vio empañada, desde la apertura del evento el 26 de noviembre, con el reclamo hecho público por la Fundación Juan Rulfo, en el sentido de que se le quitara al galardón el nombre del autor de Pedro Páramo.

Aparte de un desacuerdo con la forma como la FIL ha manejado el premio, la Fundación Rulfo aduce que Segovia llamó “ignorante” a su ilustre epónimo. Los herederos del escritor hacen referencia a las declaraciones que emitió Segovia el 1 de agosto, cuando se supo ganador del galardón. Según ellos, tales declaraciones son ofensivas para la memoria de Rulfo, por lo que exigían a la directiva de la FIL el inmediato abandono del nombre de éste, exigencia de la que, además, nada los haría retractarse.

Las declaraciones de Segovia que dieron pie a esta discordia fueron dadas a un periodista, como ya dijimos, el 1 de agosto. Interrogado sobre la influencia que había tenido la obra de Rulfo en su propia escritura, Segovia respondió: “...siempre he pensado que él es un tipo de escritor muy peculiar. Creo que es el tipo de escritor que tiene el puro don; es decir, es un escritor misterioso, nadie sabe por qué Rulfo tenía ese talento, porque en otros escritores uno puede rastrear el trabajo, la cultura, las influencias, incluso la biografía. Pero Rulfo es un puro milagro, nadie sabe por qué tiene ese talento. No tuvo una vida muy deslumbrante, no fue un gran estudioso ni un gran conocedor. Él, simplemente, nació con el don”.

El sábado 26 de noviembre, durante la ceremonia de entrega del premio Rulfo, Segovia se negó en principio a responder a los periodistas que le preguntaron sobre el impasse, para luego rectificar y responder que el mismo había sido originado por la prensa. “Es una inmoralidad que los periodistas inventen escándalos en lugar de aclararlos y de suprimirlos”. Segovia insistió en que se trataba de una “invención de los medios” y que no estaba dispuesto a dejarse “chantajear” por ellos. Finalmente expuso su posición respecto a la exigencia de la Fundación Rulfo de quitarle el nombre de este escritor al galardón: “Yo no puedo imaginar eso: una FIL sin un premio Rulfo”.

Ignoramos a qué se refiere Segovia cuando atribuye la raíz del problema a una invención de la prensa. En cualquier caso, habría que buscar las razones en la interpretación que los herederos de Rulfo le dieron a las declaraciones del ganador del premio de este año. Que, en nuestra opinión, es una interpretación que peca, al menos, de exceso de celo: decir que no se sabe de dónde proviene el talento de una persona no es en modo alguno una acusación de ignorancia, menos aun cuando se agrega que esta persona ha nacido con un don. Segovia exalta en sus declaraciones la memoria de Rulfo, no la destruye.

Llevando el caso al extremo, quizás los herederos de Rulfo se vean obligados algún día a borrar cualquier vestigio referencial respecto a la formación del escritor. Incluyendo declaraciones del mismo Rulfo, en persona.

En una entrevista publicada en Siempre! en 1973 (y reproducida por ClubCultura en el espacio que mantiene en Internet sobre Rulfo), Rulfo responde de esta manera a una pregunta sobre su formación como escritor: “Bueno, en realidad es un poco difícil buscar el origen de esa formación. No fue una formación formal, sino más bien arbitraria, si se quiere, basada en lecturas no sistemáticas sino de cuanta cosa me caía en las manos. Por lo tanto no hubo una disciplina formal —una búsqueda tal vez de algo que gustara, que tuviera aspectos humanos coincidentes”.

Es natural que tengamos cierta tendencia a considerar que nuestros seres queridos, especialmente cuando ya han fallecido, estuvieron libres de defectos. Sin embargo, en algunos casos —y este, en nuestra opinión, presenta un agudo ejemplo de ello— incurrimos en extremos que en realidad hacen escaso favor a la memoria que deseamos preservar.