Letras
Supermán

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Venía yo caminando muy tranquilo por debajo del puente de la avenida Fuerzas Armadas cuando escuché un sonido extraño salir de una caseta telefónica. Siempre he sido curioso y esta vez no fue la excepción, me acerqué a la caseta telefónica y vi a un hombre retorciéndose de dolor y vomitando verde, pero esto no captó realmente mi atención, más bien fueron sus botas rojas, su trajecito pegado azul y una S en el pecho que lo delataba sin más ni menos.

“Coño, Supermán, ¿qué te pasó?”, le dije. “Nada, mi pana, me comí unas empanaditas bajando por la Baralt y mira cómo me dejaron”, contestó el superhéroe con una mirada perdida y sin fuerza en su voz. “¿Te puedo ayudar en algo?, no sé, ¿te compro un Alka-Seltzer, una soda?”, le comenté. “No, no, hermanazo, desde que Luisa Lane me dejó no valgo medio de mierda, perdí mis poderes, me visto así para aparentar pero la verdad es que no puedo matar ni una mosca”, me dijo el paladín de la justicia totalmente derrotado.

“Mira, Súper, pero entonces ahora sí estamos jodidos, ¿quién carajo nos va a defender?, Batman se arrechó cuando le robaron el Batimóvil en Las Mercedes, Acuaman casi se derrite cuando se metió a salvar a aquel niñito en las playas frente a Maiquetía y se fue pa’Australia, a Linterna Verde le tumbaron el anillo en el gimnasio y ahora tiene un kioskito en Sabana Grande y los Gemelos Fantásticos se convirtieron en hielo en pleno Maracaibo derritiéndose para la eternidad”. Supermán, con voz muy tenue, me dijo: “Mira, chamo, qué te puedo decir, yo estoy acabado, no doy pie con bola, mírame aquí hecho mierda, vomitando, pálido, esto es de terror...”. En ese preciso instante se escucharon unas sirenas y unas patrullas a toda velocidad nos pasaron por el lado; Supermán sacó una especie de celular y me dijo: “Coño, están atracando la agencia del Banco Provincial, y yo con esta descomposición... Mire, amigo, yo no le puedo quedar mal a esta gente, ponte mi traje y lánzate para allá”, y al instante se desmayó. Yo me iba a disculpar y decirle que realmente no podía pues tenía una cita muy importante, pero el superhéroe yacía ahí delante de mí acostado en su charco de vómito y sin sentido alguno.

Coño de la madre, pensé, estas vainas nada más me pasan a mí, yo venía a buscar mis LP’s viejos aquí abajo del puente y me consigo a Supermán jodido, es que esto no puede ser, a la vez que me pellizcaba a ver si no estaba soñando. Creo que de alguna u otra forma todos cuando fuimos niños quisimos ser superhéroes, salvar a la princesa, no sé, a la humanidad, volar, tener poderes, esquivar las balas y sentir al final del día que estábamos colaborando con el planeta en el mantenimiento del orden y la paz. Pero coño, me dije, ahora te vas a poner con esos pensamientos altruistas y salvadores, deja al güevón este aquí y vete tranquilo, de todas formas ese banco lo atracan 3 veces por semana; por otro lado el niño que aún habita en mí y que sin lugar a dudas es más poderoso que el carajo me llevó a levantar al paladín vomitado, le quité el traje, le puse mi ropa y procedí a vestirme.

Confieso que no hay vaina más incómoda que un traje de superhéroe, ahí entendí por qué yo siempre terminaba desnudo en las fiestas de disfraces a las que mi mamá me llevaba de niño. Después de parir una bola para meterme en el pijama azul ese sufrí horrores para meterme el calzoncillito rojo, las botas no me servían y la capa pesa más que la conciencia de Vinicio Carrera. Sudado de bola y aprisionado por aquel traje que además hacía que me viera más barrigón de lo normal, arranqué a correr hacia la agencia del Banco Provincial.

Corriendo como un loquito intenté volar pero sólo alcancé a dar un brinco y doblarme un tobillo al caer, el chofer de un carrito por puesto que me vio en mi fallido intento me gritó “¡Súbete, Supermán, que yo te llevo!”, con la misma me subí en el autobusito ante la mirada atónita de los usuarios; unos reían, otros aplaudían y un niñito le dijo a su mamá “Ay, mami, Supermán sí está gordo”. Así llegué al banco y ya envalentonado brinqué del carrito doblándome el tobillo nuevamente.

Afuera varias patrullas con sus respectivos policías se agolpaban. Al verme, un comisario exclamó: “No jodás, regresó el hombre, ahora sí podremos combatir el crimen, ¿dónde estabas metido, Supermán?”. Yo no sabía si salir corriendo o ponerme a llorar y me limité a decirle: “Tranquilo que ya llegué”. Me explicaron que adentro del banco había 5 maleantes con una complicada situación de rehenes pero que con mi presencia allí solo era cuestión que entrara y acabara con los antisociales.

Tragué grueso y me encomendé a San Manolo, el patrono de los tarados sin destino, y comencé a caminar hacia la puerta del banco. Le di una patada a la puerta y la bota salió volando y le cayó al lado de uno de los maleantes. El individuo se volteó y gritó: “Carajo, apareció el maricón del traje azul”. Sin más ni menos una lluvia de balas cayó sobre mi humanidad, gracias a Dios que mi instinto me hizo brincar y esconderme atrás de uno de los escritorios de las ejecutivas de cuentas. Una vez recuperado del carajazo que me di, vi cómo echaba sangre por uno de mis brazos, y solo alcancé a pensar: “Coño, el trajecito de mierda no es antibalas”, y me desmayé.

Abrí los ojos en un hospital. Una enfermera me saludó y me dijo: “¿Qué le pasó, Supermán?, ¿el traje se le rompió?, ¿cómo puede ser que la bala lo atravesó?”. Yo, recuperando la conciencia, sólo pude decir: “No sé, no sé, debe ser que había kriptonita cerca del lugar”. La enfermera me dijo: “Bueno, pero no se preocupe, gracias al caos que causó su presencia los maleantes se pusieron nerviosos y no pudieron escapar, siendo capturados en pocos minutos; muchas gracias por haber regresado a Caracas”. Yo traté de decir algo pero la enfermera me hizo una seña de que me quedara tranquilo y salió del cuarto.

Sonó el teléfono, contesté y oí una voz que me dijo: “Gracias, hermano, por favor deja el traje en el basurero enfrente de la estación del Metro de Plaza Venezuela”, y trancó. Ya en mi casa volvió a sonar el teléfono y era mi mamá. “Hola, hijo, ¿cómo está todo? Mira, ayer viendo las noticias me dio la impresión de que Supermán se parecía mucho a ti...”. Ahora el que trancó el teléfono fui yo...