Editorial
El escritor y la esperanza

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Harold Pinter debía estar el 10 de diciembre en Estocolmo para recibir el premio Nobel de Literatura 2005, pero, como se sabe, su delicado estado de salud se lo impidió. Con todo, tuvo fuerzas para dirigirse a un estudio londinense y grabar un video en el que pronunció su discurso para los asistentes a la ceremonia.

“¿Qué es verdad, ¿qué es mentira?”, se pregunta el dramaturgo al principio de su discurso. Pinter esgrime una serie de consideraciones sobre el oficio literario, detallando la manera como pasa de la idea original —a veces no más que una centella repentina— al texto terminado, siempre con la búsqueda de la verdad como norte.

Y, refiriéndose estrictamente al teatro político, describe su filosofía para la creación de personajes: “Hay que dejar a los personajes que respiren por su cuenta. El autor no ha de confinarlos ni restringirlos para que satisfagan sus propios gustos, disposiciones o prejuicios. Ha de estar preparado para acercarse a ellos desde una variedad de ángulos, desde un surtido amplio y desinhibido de perspectivas que resulten”.

Un documento harto interesante para quienes aún buscamos rumbo seguro. Partiendo de su arte poética, Pinter contrapone la búsqueda de la verdad por el escritor a la búsqueda y conservación del poder por el político. “Para conservar ese poder es necesario mantener al pueblo en la ignorancia, que las gentes vivan sin conocer la verdad, incluso la verdad sobre sus propias vidas. Lo que nos rodea es un enorme entramado de mentiras, de las cuales nos alimentamos”.

Pinter es minucioso y, a la vez, lapidario, cuando describe decenas de mentiras enarboladas desde el poder, particularmente desde el poder estadounidense como potencia regidora del globo. Narra paso a paso la evolución de un poderío que se imponía mediante “conflictos de baja intensidad” —el sabotaje sistemático a las estructuras de un Estado— hasta el terrible presente en que tales sutilezas ya no son necesarias.

Finalmente llama la atención de los escritores en torno al papel que les corresponde desempeñar en tal escenario: “Cuando miramos un espejo pensamos que la imagen que nos ofrece es exacta. Pero si te mueves un milímetro la imagen cambia. Ahora mismo, nosotros estamos mirando un círculo de reflejos sin fin. Pero a veces el escritor tiene que destrozar el espejo —porque es en el otro lado del espejo donde la verdad nos mira a nosotros”.

¿Vivimos en un mundo sin esperanza? Enfocándose apenas en uno de nuestros problemas, la relación entre las guerras y la política exterior estadounidense, Pinter lanza un discurso que recuerda mucho en su tono a aquel Cataclismo de Damocles que García Márquez pronunció en Ixtapa en 1986. El poder no admite conflictos: simplemente aplasta a los disidentes, por acción —mediante la fuerza bruta— o por omisión —pasando por alto las urgencias que imponen el crecimiento demográfico, las enfermedades, los problemas climáticos...

En estas fechas festivas queremos reafirmar una postura optimista, pese a toda evidencia de desastre. Rompamos espejos y participemos todos, en la medida de nuestras posibilidades, en la construcción de pequeñas esperanzas que refresquen el entorno inmediato, en acciones concretas que contribuyan a la búsqueda de la verdad. Tanto para quienes compartan esta postura como para el resto, desde la Tierra de Letras enviamos un abrazo fraterno y los mejores augurios para el año que comienza.