Letras
Dos poemas

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Estos

A Primo Levi

Este pueblo mío,
que viene desde la muerte
para cumplir con su esperanza.

Esta, nuestra voz de nuez,
encerrada en el cascarón
y macerada por el dolor
(y también por el latido enfermo),
canta la canción de vida,
canta la canción amarilla
(no se olvida de la roja y de la verde).

Estos huesos míos
de tanto crujir
se han vuelto algo flojos.
Y ceden ante la caída.

Estos rostros nuestros,
que de tanto mirar hacia arriba
van tostándose, poniéndose muy morenos.
Este pan duro,
esta agua tan huraña
esta hierba cruda,
no se pueden tragar.

Esta ropa tan sucia,
y también despedazada,
ya ni se puede curtir
y si se curte se deshace.
Y el que está deshecho
se rehace...

 

La vida como una taza

Esta taza humeante
llena de un líquido caliente,
sanador de nervios cansados,
curador de vigilias insomnes.

Esta taza humeante
da vueltas sobre su eje;
gira a impulsos
de una flaca cucharilla
que la besa con su borde plástico
en su cuello de peltre,
en su cuello blanco y azul,

en su cuello.

Esta taza humeante
se parece a mi vida giratoria,
vida de teclas y pulsaciones
vida de sueños inconclusos

de humillaciones sin redimir,
de desprecios sin perdonar,
de olvidos por olvidar,
de recuerdos por recordar.

Esta taza humeante
(perdón, sustituya
“vida” por “taza”)
es un interludio melifluo
entre mi voz
y mi mediavoz,
entre el hambre eterna
de los que padecemos
tantas y tantas hambres,
y la satisfacción desmedida
de mi pulcro malestar,
de mi dolor a la corrosiva.

Esta taza humeante,
caliente del nadir al cenit
y viceversa,
me trae la evocación
de los sinsabores que no supero,
de las heridas sin suturar,
de los abismos por combatir,
de las alacenas kármicas
por llenar...

Esta taza humeante
quema mis labios resecos,
quema mi lengua muerta,
quema mis dientes rotos...

Y aumenta el delirio fetichista
de mirar estos ojos volteados
en los ojos volteados de los otros.