Vientos
¿Es el aire o es el viento el que provoca, en las banderas, un continuo ondear, el que arrastra basura extraña hasta la puerta de tu casa, el que estimula a que las nubes se vean tan brillantes y de formas tan hermosas, el que reseca la piel de tus manos, y a la vez, seca la ropa de tus tendederos? Acostumbramos decir “hace aire” cuando existen corrientes de aire producidas por diferencias de presión atmosférica, atribuidas principalmente a contrastes de temperatura. Sin embargo, lo correcto sería decir “hace viento”, toda vez que aire siempre hace, y es lo que nos permite estar vivos. Al estar el aire en movimiento, se produce el viento, ese que arranca sombreros, azota las puertas, transporta semillas, etcétera.
En la mitología griega, Eolo era el dios del viento, Zeus le dio el poder de controlar los vientos. Para los mayas, Kukulcán era su dios del viento y de la respiración; los aztecas depositaban en Quetzalcóatl la atribución de ser el dios del viento y del aliento de la respiración.
Los marinos y meteorólogos utilizan la escala de Beaufort para indicar la velocidad del viento. Algunas de sus denominaciones son las siguientes: velocidad del viento menor a un kilómetro por hora: calma; de 1 a 5: ventolina; de 6 a 11: muy flojo; de 12 a 19: flojo; de 20 a 28: bonancible; de 29 a 38: fresquito; de 39 a 49: fresco; de 50 a 61: frescachón; de 62 a 74: duro; de 103 a 117: borrasca; más de 117: huracán.
La rosa de los vientos es un dispositivo antiguo utilizado para determinar la dirección del viento, se basa en un diagrama de coordenadas polares. Las veletas sirven para lo mismo, pero su confección e indicación son mucho más simples. El anemómetro es el instrumento que mide la velocidad del viento, al igual que el tubo de Pitot. La aerodinámica es la rama de la mecánica que se ocupa del movimiento del aire y otros fluidos gaseosos, y de las fuerzas que actúan sobre los cuerpos que se mueven en dichos fluidos.
El viento no es sólo un elemento climático, es también productor de vida. Así por ejemplo, provoca la anemocoria, que es la dispersión del fruto o de la diáspora vegetal, gracias a la acción del viento. Una de las especies herbáceas que distribuyen sus semillas así es el “diente de león”. En su cabezuela de flores, se forman los frutitos, que al madurar se diseminan debido a la acción del viento.
En la música, el viento es utilizado para producir armonías. Los instrumentos de viento es el nombre de la familia orquestal cuyo sonido se produce por la vibración de una columna de aire. Miembros de esta familia son las flautas, los oboes, los clarinetes y los fagotes.
En la escultura, el viento suele, en ocasiones, captarse de manera prodigiosa. Recordemos la escultura griega que representa a Niké, personificación griega de la victoria. Esta obra, conocida como “Victoria de Samotracia” —actualmente conservada en el Museo del Louvre—, representa una mujer alada que parece haber descendido de los cielos para posarse sobre la proa de un barco. El cuerpo, desplazado de su eje, acentúa la idea de movimiento; el fino vestido y la gruesa capa aparecen ceñidos por el viento a un torso y piernas vigorosas; los profundos pliegues del ropaje proporcionan mayor intensidad a la acción.
Una de las novelas más populares de la historia de la literatura, lleva el viento en su nombre. Efectivamente se trata de la escrita por Margaret Mitchell, Lo que el viento se llevó. Por otra parte, existen varias frases comunes combinadas con la palabra “viento”, algunas son: “a los cuatro vientos”: por todas partes; “beber los vientos”: se dice cuando algo se ansía; “como el viento”: hacer algo rápidamente; “ir contra viento y marea”: realizar una acción enfrentando dificultades u oposición de alguien.
El aprovechamiento del viento es también un tema energético actual: se considera que, dentro de las posibilidades de las distintas energías renovables, la eólica, por su grado de desarrollo, sus costos y carácter limpio e inagotable, tiene un alto potencial de aplicación en aquellas áreas que cuentan con el viento necesario para permitir su uso. Entre los aspectos medioambientales, se considera que la energía eólica tiene una incidencia muy positiva para evitar cualquier tipo de contaminación. Las principales afectaciones medioambientales que esta tecnología posee están vinculadas al paisaje, la avifauna y el ruido, aunque vale destacar que todas ellas resultan reducidas en comparación con otros tipos de energías. Empero, el aprovechamiento eólico que hace México está muy por debajo de los estándares internacionales.
Con vientos, pues, se mueven molinos, barcos, semillas y energías. También las palabras viajan de sur a norte y de este a oeste; palabras, que como el aire en movimiento, suenan, y nos suenan así gracias a Octavio Paz: “Cantan las hojas / bailan las peras en el peral / gira la rosa / rosa del viento, no del rosal [...] Nada soy yo / cuerpo que flota, luz, oleaje / todo es del viento / y el viento es aire siempre de viaje”.
Derecha e izquierda
La derecha y la izquierda, vistas como términos de orientación, suelen ser precisas, toda vez que el punto de referencia es el cuerpo humano, el cual tiene siempre la misma colocación. Sin embargo, esto no impide que cotidianamente ocurra la clásica tergiversación del enfoque, la cual le ocurre al viandante que pregunta por una dirección, y su interlocutor frontal califica como derecha lo que para el solicitante es su izquierda. La geografía desecha una terminología que se presta a la confusión, y la sustituye por una más precisa: los puntos cardinales.
Ahora bien, la izquierda y la derecha no sólo se limitan a ser conceptos de orientación física, sino que también suelen ser de política. Las nociones de derecha e izquierda como significaciones políticas, se derivan de una mera cuestión física de ubicación que se remonta al siglo XVIII. Al inicio de la Revolución Francesa cuando, en la Asamblea Constituyente, los representantes del nuevo Estado empezaron a agruparse según su afinidad política, se sentaron a la derecha y a la izquierda del presidente de la Asamblea. Así, la mera colocación física de aquel 28 de agosto de 1789 en las Tullerías de París se haría simbólica y permanente.
Y es que aquel debate era clarificador: el asunto de la discusión era el veto del rey. Los diputados del lado derecho, básicamente pertenecientes a la nobleza, estaban a favor del mantenimiento de la ley que permitía a Luis XVI decir la última palabra en materia legislativa, mientras que los representantes sentados en la parte izquierda, mantenían que el veto real debía tener el mismo fin que el de la soberanía: “la desaparición radical sin más concesiones”.
La identificación de la izquierda con los más revolucionarios y de la derecha con los conservadores, sería, según este acontecimiento, fruto del azar. Esto no es óbice para que hasta nuestros días la izquierda y la derecha sean sinónimo de posturas que identifican ideologías políticas aparentemente opuestas.
Ahora bien, la izquierda y la derecha además de ser orientaciones políticas, son parte de pasajes religiosos. Recordemos que el evangelio según San Mateo [25, 31-46] dice: “En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Cuando venga en su gloria el hijo del hombre [...] Él separará a unos de otros, [...] Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. [...] Y entonces dirá a los de su izquierda: Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles..”..
El credo apostólico complementa la idea católica de que los justos se identifican con la derecha y los pecadores con la izquierda, cuando dice: “Creo en Dios padre todopoderoso, creador del Cielo y de la Tierra; y en Jesucristo, su único hijo [...] que está sentado a la diestra de Dios padre todopoderoso, de donde vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos”.
La palabra “derecho/a” proviene del latín directus, y tiene connotaciones positivas en varias de sus acepciones, no así la palabra “izquierda”, la cual deviene del vasco ezker, ezkerra, que se impuso a la latina sinistru, cargada de connotaciones negativas que pasarían al español como siniestro.
Retomando nuevamente la derecha y la izquierda referidas a la política, llama la atención que actualmente la derecha es un lugar incómodo. Hoy hay centro, izquierda, izquierda moderada y extrema izquierda, pero nadie se dice de derecha.
Si alguien considera que pertenecer a la izquierda significa estar en el bando de los buenos, ello con reminiscencia inicial de la Revolución Francesa, cabría recordar que la izquierda de ese movimiento no cesó de atribuirse la búsqueda de la igualdad, pero dio lugar a la dictadura de un grupo de privilegiados jacobinos. Similar fue el curso de la revolución soviética: al grito de igualdad se constituyó en Rusia y en los países satélites, una “nueva clase”, la cual estuvo tan alejada del pueblo como lo hizo la nobleza zarista. Y al liquidarse la Unión Soviética, esa clase privilegiada de izquierda ha sobrevivido, aun más enriquecida, gracias al corrupto proceso de privatización de empresas públicas.
Sostener, pues, que la izquierda siempre se ha identificado por resaltar valores como la igualdad, la libertad y la ética, es igual de descabellado como afirmar que la derecha ha mantenido postulados de respeto, de integración y de honestidad en sus actividades. Del centro sólo podría decirse que es incierto y movedizo.
En suma, la distinción entre derechas e izquierdas políticas es más histórica que lógica y, consecuentemente, tiene, un contenido cambiante, una significación ocasional, y no es una terminología hermenéutica invariable para exponer la historia de la teoría y de la praxis política. A las actuales corrientes políticas, sean cuales fueren sus nombres oficiales, sus seudónimos o denominaciones subliminales, se les debería situar en una línea sustantiva. La que aspire a mejorar las condiciones de los ciudadanos, y no a servirse mezquinamente del poder, se localizará en el lugar correcto.
Derecha, izquierda o centrista son posiciones que le deberían dejar a los jarrones que se colocan en una mesa.