Editorial
Literatura keitai

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Existe una tendencia creciente a involucrar la literatura con los teléfonos móviles. En Japón, donde estos aparatos son llamados keitai, 20 millones de personas se suscribieron en su momento a la novela Deep Love, publicada en i-mode, un formato desarrollado precisamente en Japón, y que permite visitar páginas web cuyas características gráficas se ajustan al ancho de la pantalla del móvil. Deep Love narra la historia de Ayu, una adolescente de 17 años que se enamora tras un encuentro fortuito. Una premisa sencillísima mediante la cual Yoshi, su autor, se agenció un arrollador éxito que ameritó posteriormente su producción como libro tradicional y como filme para la televisión.

Una de las experiencias más recientes en este sentido es la de Peter Harris, un autor de best-sellers cuyo relato inédito “El secreto del pectoral del juicio” puede leerse por 0,30 euros de inscripción más 0,002 euros por capítulo, todo bajo el sello de la revista Qué Leer. La reseña de prensa, que apareció en diversos diarios, dice que esta es “la primera vez” que en España se podrá leer una novela en el móvil. Esto es falso: a los de Qué Leer se les adelantó, con casi dos años de diferencia, el grupo Ciberpunk.

Ciberpunk ofrece, desde febrero de 2004, una serie de novelas de ciencia ficción en i-mode. Por 3 euros al mes, el lector tiene acceso a todas las novelas publicadas por este grupo, que cuenta con el apoyo de Suso de Toro, Premio Nacional de Narrativa de España en 2003, y cuyos relatos diarios son un atractivo extra del paquete. No deja de ser notable que, en la promoción de este servicio, Ciberpunk también haya optado por llamar keitai al móvil.

¿A dónde va la literatura keitai? Por el momento estas iniciativas exhiben, como una suerte de non plus ultra del ingenio humano, una característica que les es común: se trata de textos “ligeros”, construidos con frases breves, ajustadas para una “lectura rápida”. Un concepto en cuya formulación no se sabe si considera inferior al medio, al receptor o al mensaje (nunca al emisor, que se gana su buen dinero).

“Oh, no se preocupen, se trata sólo de literatura ligera”, parecieran decir estos neoeditores a sus potenciales clientes (en este contexto, cliente y lector son conceptos equivalentes), bajo el supuesto de que quien lee una novela en el móvil es alguien muy ocupado como para leer honduras. De esta manera se inocula en el público la idea —muy provechosa desde el punto de vista material, en lo que respecta a los implicados en el negocio— de que el tiempo se invierte mejor con lectura ligera que con un buen relato de, digamos, Raymond Carver —por hacer una concesión en lo que toca al tema de las brevedades.

Los avances en la tecnología están dotando a los móviles de una enorme diversidad de servicios de los cuales, se sabe, la literatura no es siquiera uno de los más importantes, aunque sí ha despertado la curiosidad de un sector del mercado editorial. No creemos arriesgado afirmar que el libro digital, entendido como el híbrido —del que hemos hablado antes— entre el formato tradicional y el informático, heredará muchas de las características de los actuales teléfonos móviles. Como la necesidad de ergonomía del ser humano impone un equilibrio entre la tecnología y las capacidades de nuestro cuerpo, es factible suponer que esta herencia irá representada principalmente por las posibilidades de envío y recepción de datos, aunque la herramienta para apreciar los contenidos no podrá ser la pequeña pantalla de que hoy disponemos.

Pese a las dificultades con esta pantalla —que harían de la literatura keitai un gran negocio no sólo para editores, sino también para optometristas—, no debemos pasar por alto lo que, en nuestra opinión, representa un hito cultural y tecnológico. Durante siglos, la única tecnología de bajo costo capaz de reunir portabilidad, comodidad, facilidad de uso y literatura fue el libro impreso. Ahora el keitai, el teléfono móvil, ha abierto la puerta para una nueva manera de entender la lectura.