Entrevistas
Ángel Agosto“El buen escritor llena el vacío que los historiadores dejan”
Entrevista a Ángel M. Agosto
sobre su libro
El hombre del tiempo y otros cuentos

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El escritor chileno Antonio Skármeta, Premio Planeta 2003, concibe al escritor “casi como un actor de cine”, y añade que éste debería tener una personalidad arrebatadora y extrovertida. Lamentablemente no es el caso para muchos, si se toma en cuenta, por ejemplo, a la escritora austriaca Premio Nobel 2004 Elfriede Jelinek, quien rehusó asistir a la entrega del famoso galardón precisamente por carecer de ese tipo de “personalidad”. Todo lo contrario, alude ella misma a que es muy tímida, medrosa y retraída hasta el punto de padecer fobia social y ataques de pánico si llegase a presentarse ante un público concurrido.

Lo mismo sucede con Ángel M. Agosto, escritor puertorriqueño que recién acaba de estrenar la publicación de su libro El hombre del tiempo y otros cuentos. Es un hombre sumamente creativo, versado cuentista y redactor probado, pero que asegura ser extremadamente tímido e introvertido. Agosto relata: “Nací en Canóvanas en la época en que todavía se podía nacer en el mismo lugar en que se crecía y se disfrutaba de los riachuelos y del aire puro de los montes, a finales de 1946. Allí mismo sigo residiendo en la actualidad”. A pesar de su timidez, se desempeñó como columnista regular del periódico Claridad de 1970 al 1977. También publicó ensayos en el diario El Mundo (años 1972 y 1973) y en la revista Nueva Lucha. En 1978 fundó la revista Pensamiento Crítico, de la que fue su primer director durante los años 1978 al 1980.

Una de las grandes experiencias de su vida es que tuvo la oportunidad de conocer y sostener una conversación con Fidel Castro en 1973, en ocasión del Congreso de la Central de Trabajadores Cubanos. Para entonces, era secretario de Asuntos Sindicales del Partido Socialista Puertorriqueño.

A Ángel lo conozco gracias a la magia del ciberespacio. Nos escribimos a través del Internet y aunque nunca nos hemos visto personalmente, somos compañeros del foro virtual literario Taller Cuento de CiudadSeva.com, el cual modero. También hemos sido discípulos en épocas diferentes del doctor Luis López Nieves, prolífico escritor puertorriqueño que se ha dado a conocer en el país tanto por sus libros como por ser el precursor de la única maestría en creación literaria que existe en el Caribe.

El propio López Nieves ha dicho sobre la obra de Agosto: “Cada libro de cuentos aspira a dejar en el lector algún recuerdo memorable (...). En el caso de El hombre del tiempo y otros cuentos creo que su característica más sobresaliente es la ternura. (...) en la literatura de Ángel M. Agosto, ‘viejo’ estudioso de la realidad, la mirada va mucho más allá de una ‘primera ojeada’ y se transforma en una tierna sonrisa cervantina. No estamos leyendo a un hermano rabioso ni a un hijo rebelde, sino a un padre amoroso que ve, anota y critica, pero siempre con el abrazo y la sonrisa del padre que conoce —y se apiada— de las debilidades de la humanidad”.

El libro de 136 páginas, que muestra a un Agosto analista de la vivencia de nuestro entorno, llena todas las expectativas del lector. Basta devorar alguno de sus cuentos para poder enriquecerse de un testimonio vívido, ameno y siempre deslumbrante de la historia contemporánea. Truman Capote decía que el escritor escribe acerca de su realidad, y eso es precisamente lo que se nos presenta, una realidad decorada con el toque peculiar del ingenio del autor. Y el propio Skármeta expresaba que la ficción debería nutrirse de la experiencia personal, algo que se ve plasmado en cada narración de Agosto.

Un abuelo fallecido que reaparece de varias maneras, todas tiernas, en la vida de su nieto; una pista hacia el secreto de la muerte de Kennedy; una confesión de un gobernante isleño sobre la muerte de dos jóvenes tildados de terroristas, que ocurriera en un cerro cercano; y una violación a una jovencita de séptimo grado que se descubre gracias a una prueba de ADN, son algunos de los temas narrados en el libro. En otro de los cuentos de Agosto titulado No fue un accidente, la isla de Vieques ha sido desaparecida por medio de un “incidente” nuclear y un grupo de intelectuales puertorriqueños, liderados por una mujer cuya genialidad es tan asombrosa como envidiable, toma la justicia en sus manos. La mujer, Lilliam Haddock, ha sido capaz de concluir dos doctorados al mismo tiempo en una época en donde apenas hacer uno era todo un reto para una fémina. Con la astucia que la caracteriza, diseña un plan gracias a sus conexiones en Oxford y Cambridge, que le da acceso a información privilegiada del FBI y la CIA, y que dará una conclusión escalofriante al cuento. La historia, muy de nuestra era tecnológica en donde el wireless y la Internet hacen posible la magia de las comunicaciones, fue escrita en 1969, pero gracias al ingenio del escritor, acaba de ver la luz en ésta, su primera publicación narrativa. El libro es fulminante, visceral, con un contenido histórico ineludible que ata los temas a través de una creatividad iluminadora. El propio cuento que da tema al libro, El hombre del tiempo, nos trae de vuelta a nuestro adorado Roberto Clemente de un modo tan ingenioso, que dan deseos de intercambiar lugares con el protagonista.

Ángel M. Agosto tuvo la gentileza de contestar varias preguntas relacionadas a su obra, en entrevista exclusiva a través de la red, con esta servidora.

—¿Cómo fue la génesis del libro?

—Los cuentos del libro nacieron en el taller de Luis López Nieves. Recuerdo la reacción de Luis ante mi primer trabajo: “es Crimen y castigo”, dijo. Antes de que aumentara la emoción que quizás él empezaba a observar en mí al verme comparado nada menos que con Dostoyevsky, me dijo: “crimen del que escribe y castigo para el que lee”.

—¿Entiendes entonces que tu participación del taller de López Nieves fue crucial para la gesta de tu obra?

—Así es, y lo afirmo con candidez. Todos y cada uno de los cuentos nacieron y se criticaron en el taller, “atacados” desde todos los flancos.

—¿Cuál es tu cuento favorito de El hombre del tiempo y otros cuentos y por qué?

—Es como preguntar a cuál de mis hijos amo más.

—Háblanos un poco del cuento “No fue un accidente” que trata sobre el tema de Vieques.

—Es quizás el texto que más trabajo me dio, me devastó espiritualmente. Me ocurrió como a algunos escritores con las novelas, que no saben cómo van a terminar. Cuando me di cuenta del final, tuve que encerrarme angustiado. ¡Qué bueno que la realidad siguió otro curso!

—El cuento “Padre, perdóneme” es un tipo de catarsis literaria. ¿Consideras que es un documento donde tu mente da cierre a eventos que te afectaron de algún modo?

—¡Qué ingeniosa forma de ponerlo! No era consciente de eso hasta que lo dices. Recuerdo la noche en que se discutía ese cuento en el taller; una de las participantes, funcionaria de alto nivel de la Superintendencia de la Policía y excelente amiga, sacó la cuenta de los años, meses y días transcurridos hasta aquel momento en que lo discutíamos para ella concluir que eran exactos los cálculos de tiempo en el cuento desde el momento del crimen.

—¿Tu voz narrativa preferida es la primera persona? ¿Por qué?

—No me había percatado hasta que hice la selección de los cuentos. Incluso recuerdo algunos cuentos que originalmente los escribí en primera persona y luego los cambié a tercera. ¿Por qué? Será porque es más fácil, el escritor se coloca en la posición del narrador, como si le estuviera pasando a él (el escritor).

“El hombre del tiempo”, de Ángel Agosto—¿Crees que es necesario que el escritor dé giros de tuerca a la historia?

—El buen escritor llena el vacío que los historiadores dejan. ¿Han leído El general en su laberinto? García Márquez nos entrega con maestría esos últimos meses del Libertador, y terminamos conociendo y amando más a Bolívar. Pienso que las mejores obras tienen entronque en la realidad histórico-social, y en la literatura buscamos suplir el contenido espiritual que la fría crónica nos niega.

—¿Por qué es frecuente en tus escritos la mención de personajes tanto históricos como contemporáneos?

—Soy apasionado estudioso de la historia y me encantan las biografías. Hay contemporáneos míos que admiré hasta el punto de idealizarlos, y me encantó la idea de consagrarlos así. Tal es el caso de Roberto Clemente en el cuento que da título al libro.

—¿Cómo reaccionaste cuando te diste cuenta que tan sólo hacía unas semanas acababa de morir Rosa Parks, una mujer a la que homenajeas en uno de los cuentos?

—Fue de mucho impacto para mí su muerte, pues hubiera querido conocerla y entregarle el cuento. Fue sorprendente cómo los hipócritas de Washington la reconocieron.

—¿Se te hizo fácil escribir sobre el famoso Melodía de “En el fondo del caño hay un negrito”?

—Lo escribí como se escribe un poema, muy difícil de pensar y muy fácil de escribir.

—Antonio Skármeta, escritor chileno, afirma que acaricia sus personajes antes de escribir, ¿estas de acuerdo con esa afirmación? ¿Por qué?

—De una manera u otra los escritores acariciamos a los personajes cuando los estamos creando, y ese personaje del cartero de Skárneta, en la tierna obra sobre Neruda que llevó al cine, es una excelente muestra. La literatura que prevalece y sigue impactando a lo largo de los siglos es, principalmente, por el impacto de los personajes: al Quijote lo recordamos más que a Cervantes, y a Hamlet más que a Shakespeare.

—Utilizaste una editorial poco tradicional en el estricto sentido de su definición, donde se hacen pedidos a través de la red, y que imprime por demanda. ¿Lo harías de nuevo? ¿Cuáles son las ventajas y desventajas de hacer esto?

—Ese es el futuro, la Internet abre un espacio inconmensurable a los escritores. La impresión por demanda permite entregas sólo necesarias, evita el desperdicio, una de las peores características del capitalismo. La mencionada es la principal ventaja. Una desventaja es que aún no todo el mundo tiene acceso a este recurso. Y el autor tiene que buscar la manera de hacer llegar el libro a los medios tradicionales, tales como librerías y puestos de revistas. Traté de publicarlo aquí, pero el libro estuvo casi dos años tocando sin éxito las puertas de los medios tradicionales, y tuve que recurrir a los canadienses que, por cierto, me trataron muy bien. Salvo que surjan mejores alternativas, seguiría publicando con ellos.

—¿Qué escritores han influenciado en ti?

—Víctor Hugo entró en mi alma y la diseminó en pedazos muy pequeños. Un ciego muy antiguo llamado Homero me señaló unos pasos iniciales, mientras Dante me llevó del infierno al paraíso. La Biblia me enseñó lo profundo que penetra en nuestro ser la literatura fantástica, en tanto que Gabriel García Márquez me puso de nuevo en el Caribe. Saramago, quizás porque estoy empezando a publicar más o menos a la edad en que él lo hizo por primera vez, es objeto de mis lecturas más actualizadas. Somos de la generación del realismo mágico latinoamericano y leemos a García Márquez una y otra vez, pero no hay nada más grande, hermoso y aleccionador que el Quijote. Pienso que si los musulmanes van a la Meca por lo menos una vez en la vida, los escritores de nuestro idioma debemos ir al Quijote una vez cada dos o tres años. Es nuestra fuente vital.

—¿Qué estas leyendo actualmente y por qué?

—En estos días estoy alternando mis lecturas entre Ébano, de Kapuscinski, El sabor del tiempo, de Félix Córdova y trato de entender a Jelinek con su novela Deseo. Cada párrafo parece decir lo mismo que el anterior. Me interesó esta autora porque se parece a mí por su fobia social.

—¿Qué consejos darías a los autores que aún no publican?

—Que lean cien veces más de lo que escriben, y boten cien veces más papeles que los que retienen. Y luego, que le caigan encima como bomberos a las editoriales.

—¿Cuál es tu próximo proyecto literario?

—Trabajo con mayor énfasis en un libro-ensayo sobre la lucha de independencia en los setenta y una compilación de mis escritos para esos mismos años. Creo que saldrán dos libros de este trabajo. En cuanto a lo más importante, la ficción, trabajo una novela que me viene angustiando desde hace años.

—Regálanos unas últimas palabras sobre cualquier tema que te interese...

Para unas “últimas palabras”, ¿qué te puedo decir? Suelen ser demasiadas palabras. ¿Has escuchado “África”, de Joan Manuel Serrat? “Mi nombre es África... / África manos vacías / África ojos grandes / África barriga hinchada / África piernas de alambre / Mi nombre es África”. A mi mente viene una escena de niños latinoamericanos en un reportaje de la televisión española, viviendo en las calles, trabajando a las edades de seis y siete años, cargando sacos de verduras cuyos tamaños exceden sus cuerpecitos, la mayoría con hermosos rostros indios. Pero surge un indio llamado Evo Morales que barre en las elecciones de Bolivia y marca un hito de esperanza. Te lo juro, por allá quisiera estar ayudando a la libertad de nuestra América.

El libro El hombre del tiempo y otros cuentos, ya está a la venta en varias librerías de Puerto Rico, incluyendo La Tertulia, y Borders. También se puede adquirir directamente de la editorial Trafford por Internet en http://www.trafford.com/05-1357.