Letras
Yo tampoco tengo la culpa, Sr. Arlt

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Roberto Arlt escribió en sus Aguafuertes porteñas un episodio titulado Yo no tengo la culpa a propósito de la rareza de su apellido y de los contratiempos que le acarreó de por vida.

Yo tampoco tengo la culpa de tener el apellido que tengo, Sr. Arlt, que nos ha deparado durante toda nuestra vida a mis familiares y a mí molestos problemas que nos han llevado a plantearnos aclaraciones lo más ingeniosas posible para que fuese pronunciado o escrito en forma correcta. Creo que para nosotros las molestias han sido mayores que las de usted, Sr. Arlt, al ser andaluces. Lo digo por aquello de las “eses” y las “ces”. Y siempre se ha terminado diciendo ¡qué apellido más raro!, igual que con Arlt.

Una respuesta común en nuestra familia ha sido decir: mire, la primera con “ese”, la segunda con “ce” y terminado en “ese”. Qué molesto, ¿verdad? Tanto nos ha dado que pensar nuestro apellido que un pariente cercano, aficionado a escribir, ha adoptado esta respuesta como seudónimo literario: Lasegun Daconcé (la segunda con ce) —que a mí me suena a camerunés— y otros lo harán, con lo cual corremos el riesgo de imitar —cuestión que no me gusta nada— a las sagas americanas: Ford I, II, III..., Rockefeller I, II, III..., Lasegun Daconcé I, II, III, etc.

Después de muchos años de no tener la ventaja de llamarte Pérez, Sánchez o García, el ingenio te llevó a buscar ayuda en otra palabra del diccionario de la RAE y apoyarnos en ella y así encontramos algún alivio en la palabra “esenciales”. Decíamos entonces, y decimos aún a nuestros interlocutores, mire, lo mismo que “esenciales”, pero sin la “e” inicial. Algunos escriben directamente nuestro apellido como Esenciales.

Un problema añadido que no tenían nuestros antepasados, ni usted, Sr. Arlt: cuando escribes en un editor de textos en cualquier ordenador que disponga de corrector ortográfico, el apellido sale señalado como sospechoso, como si estuviésemos marcados como sujetos peligrosos para la sociedad o fuéramos miembros oscuros de alguna secta dudosa, con lo cual hasta los programas inteligentes se confunden con nuestro apellido.

Al igual que el Sr. Arlt, teníamos y seguimos teniendo dudas sobre el origen de nuestro patronímico y esto ha despertado la inquietud o curiosidad de algún miembro de la familia y le ha movido a investigar algo sobre la cuestión.

Hemos querido encontrar sus antecedentes en Cenzano o Zenzano, aldea abandonada de La Rioja, porque remontándonos documentalmente siglos atrás hemos establecido un árbol genealógico y hemos comprobado que ya en el siglo XVI existían antepasados que lucían tan cabal apellido registrado como Zençianes/Zençiales.

¿Siendo andaluces no podemos venir de más cerca? —pensó otro interesado socio del club. En los dos últimos siglos el apellido se asienta en Cuevas de San Marcos (Málaga). Y hemos seguido haciendo cábalas.

Otra posibilidad: ¿por qué no pensar en Encinas Reales, encinos sus habitantes, localidad del sur de la provincia de Córdoba, muy cercana a Cuevas? Y se nos ocurrieron diversas razones:

  1. similitud de raíces en los nombres [Encinas, encinos, (S)encianes/(S)enciales].
  2. proximidad geográfica: entre Encinas Reales y Cuevas hay escasísimos kilómetros.
  3. antecedentes históricos: Cuevas Altas o Cuevas de San Marcos, fue conquistada en el año 1424 por tropas de Juan II de Castilla al reino de Granada y desde esta fecha a 1492 será zona fronteriza y poco poblada, pero a partir de entonces será repoblada histórica y lentamente por familias procedentes de Antequera, Lucena y Encinas Reales, pueblos todos andaluces.

Como verá, Sr. Arlt, nuestro nombre de familia nos ha tenido bastante más ocupados que el suyo.

Sr. Arlt, usted nos abandonó hace ya más de medio siglo, pero me dirijo a sus descendientes: ¡quien no se consuela es porque no quiere!

Claro, ni vosotros ni nosotros nos llamamos Pérez.