Letras
El evento del año

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¡Los cuentos de hadas sí existen!

Sería el evento del año. Martina U., 26 años, soltera, criada de un bufete de abogados, no podía esperar al evento que cambiaría su vida para siempre. Sí, era cierto que todavía faltaban varios meses para la ceremonia, pero Martina no quería descuidar ni un solo detalle: el anillo, el vestido, el perfume y el cabello tenían que ser perfectos. Después de todo, a partir de ese momento, su vida sería diferente. Atrás quedarían los monótonos días de la oficina. Atrás el doctor Morales con sus gritos y desplantes: “¡Martina, el café! ¡Martina, sin hielo! ¡Martina, carajo, el almuerzo!”. Atrás Barbosa con sus ojitos morbosos y sus manos serpentinas fingiendo mareos, resacas y tropiezos para caérsele encima y ultrajarla a mansalva. Atrás las gatitas de la recepción con sus burlas, ronroneos y maullidos socarrones. Atrás, por fin, la inercia, el tedio, la rabia. Todo eso quedaría atrás en algún lugar recóndito de su conciencia donde el recuerdo no menoscababa la esperanza.

¡Los cuentos de hadas sí existen!

Sería el evento de año. La vida iba a cambiarle de una vez y para siempre. No se habían escatimado esfuerzos ni dinero. La fiesta iba a ser por todo lo alto. Todos fueron invitados. Su excelencia elobispo quien daría su bendición. El señor alcalde y su esposa doña Nubia. Políticos y lagartos de todas las raleas, banqueros, inversionistas, artistas, deportistas, damas de sociedad, nuevos ricos, vecinos y por su puesto toda su familia. Habría comida internacional y nacional, licores, refrescos, sorpresas, regalos y hasta rifas y premios para los invitados. La orquesta del año amenizaría la rumba y la velada sería coronada al atardecer con fuegos artificiales importados desde la China.

¡Los cuentos de hadas sí existen!

Sería el evento del año. Después de la fiesta... el Paraíso. “Viajar” sería cuestión de todos los días. Nueva York, París, Londres y muchas más a la vuelta de la esquina. Ya se veía paseando por las anchas avenidas, deleitándose ante las vitrinas más exclusivas, probándose los modelos más costosos de las boutiques de moda: DNKY, Channel, Banana, DiMarco, Gucci, J.Lo. El cielo era el límite. “Buenas tardes, señora, ¿En qué podemos servirle?”, “Le puedo ofrecer un café mientras espera”, “Nos tenía olvidados, madame”, “Siga y se prueba nuestros últimos modelos”. Sí, para todos sería Doña Martina, La Señora. La Madame. Perfumerías, zapaterías, tiendas de regalos, restaurantes, disqueras, bancos, heladerías, peleterías, salones, joyerías y por supuesto el “súper” serían su nuevo universo. Seguro seguiría trabajando, pero no sería lo mismo, la motivación sería otra. En las tardes, se iría a chismosear los aparadores, probaría las degustaciones de los restaurantes, tomaría algún helado en la terraza y una que otra noche iría al cine. Vería cambiar las decoraciones de las tiendas de acuerdo con las estaciones del año y en navidad escucharía los aguinaldos y presenciaría la iluminación de un pino gigantesco a la usanza de los países nórdicos.

¡Los cuentos de hadas sí existen!

Sería el evento del año. Martina no podía esperar. Los días, las semanas, los meses se le harían eternos. “Paciencia”, le pedía su madre. “Pareces una adolescente ante el primer amor”, bromeaban sus hermanas. Martina era una joven ansiosa y su corazón se desbordaba de inquietud: muy pronto su vida cambiaría para siempre. Ahora, sin embargo, estaba agotada. Necesitaba dormir. La noche se deshacía con las primeras luces del amanecer y en la calle ya se escuchaban los martillos y taladros de los obreros de la municipalidad trabajando contra reloj. La construcción iba bastante avanzada. Sería terminada a tiempo. No había duda: la inauguración del centro comercial en julio del año entrante sería el evento del año. Martina cerró los ojos y se durmió con la alegría de haber descubierto una gran verdad:

¡Los cuentos de hadas sí existen!