El hilo se fragmenta
en el viento voraz
móvil
demente
como la vida que gira
describiendo el desamparo.
El lugar de las formas
en la espiral del tiempo,
todo igual en la vorágine,
los rostros se despiden
en las aceras del miedo
y el viento regresa
de la misma ausencia.
Espejismos
grieta de incertidumbre
inútil espera.
Golpean las palabras
en el corazón del sueño,
persiste la realidad
con su dura corteza.
Desata la brisa
los cabellos de la noche
y la lluvia esparce
el aroma del café.
Herida de ausencia
beso el perfume de tu piel
en cada despedida.
En el campo de la luna
los pájaros se han dormido,
la luz se quiebra en las hojas
que respiran en el agua.
El bosque es un ave negra
que se reclina en mi sueño
y una luciérnaga brilla
para alumbrar a las ánimas.
Cenizas desplegadas
en el viento
arrancadas del árbol
moribundo,
cuerpo carcomido por el tiempo
sin pájaros
sin nidos,
ninguna melodía
acaricia las hojas
calcinadas.
Vigilia de los astros
raíces de luna
en la simiente de la noche,
cristal tallado por los días
penumbra de pájaro dormido
en las aguas del origen.
Respiro el perfume del otoño
En la piel de las hojas
cuando caen,
cambia el color del tiempo,
el cuerpo es un laberinto,
un quebranto
en cada nota
un augurio
en la mirada
cuando los novios se abrazan
en un bosque sin ventanas.