Letras
El cordero y el disfraz

Comparte este contenido con tus amigos

Cuando terminó de beber la última copa de palabra, prefirió olvidar el episodio del viernes, había sido desagradable para sus ilusiones forjadas por un mes, para la concepción del tipo de hombre que había pensado, todo se había ido al carajo. El hombre ya no existía, aun cuando hubiera la posibilidad de que volviera a llamar. Es cierto, le había interesado demasiado, se desesperó e incluso deseó que los días pasaran para verlo de nuevo y medio dejar de extrañar a su familia. Las esperanzas de un amor nuevo le llenaron completamente, éstas se reflejaba en su actitud de correr a contestar el teléfono, esperar su llamada, sufrir porque pasaran quince minutos y el endiablado instrumento no sonara con su voz acentuada de un mal español, le prohibiera a los de su casa usar el teléfono en la hora acordada de la llamada, sufrir porque en un mensaje ya no le puso que estaba en sus pensamientos, no le dijera querida, sentir un alivio cuando llamaba. Al encontrarse con él, sentir alivio que la fuera a recoger a la hora acordada en su departamento, cuando llegó el primer beso sentir la oportunidad de tener cariño por alguien, cuando la abrazó y la besó por mucho tiempo, etc. Todo aparentemente brilló de romance por menos de una semana desde que la fue a recoger al aeropuerto. Pero la chica, para defecto de unos y virtud de otros, es virgen. Ella aprecia mucho esta estadía corporal en la que se conserva por decisión autónoma, el hecho de que un hombre la emocionara no era indicativo de entrega. Digamos que no estaba lista, le faltaban algunos años más para estarlo e igualmente necesitaba estar segura del amor del que fuera a ser su pareja, tener la concepción de que con esa persona permanecería. Oh sí, era muy romántica, sensible y conservadora. Lo que sucedió es que la chica leyó mal las cosas al determinar el siguiente código de conducta: el hombre se diera todos los días golpes de pechos en misa, que fungiera como sacristán, de servidor eucarístico, hasta le dijera que Dios era la parte más esencial de su vida, no faltara un día en comulgar, que hasta le hubiera confesado su decisión de ser misionero religioso, de relatarle que fue terrible y una mala experiencia le hizo tomar el camino de Dios; que ya era una persona madura, segura de quién era, y pensaba seriamente en ella pues le parecía una chica honesta, una cualidad buena a sus ojos. Y cuando la llevó a conocer su casa, descubrir imágenes de la Virgen María, de Jesús, de rosarios, etc., por doquier. Todo ello le hizo pensar que a su lado el problema de relaciones sexuales durante un noviazgo estaba definitivamente resuelto y su virginidad estaba a salvo con un hombre que la sabría respetar, hasta valorar, mas en este hecho ¡oh triste noticia! el pecado siempre abunda en el hombre y puede representarse en el más insignificante como la hipocresía, si la fachada de una imagen sólo existente en la realidad de representación y terminado ese tiempo, el verdadero comportamiento sale del disfraz.

El disfraz salió a flote en la quinta cinta y la chica no estaba plenamente confiada del hombre en cuestión, por eso evitó ir a su casa, le propuso ir a tomar el té en una cafetería. El sujeto aceptó, por supuesto. Fue un momento agradable, hasta romántico pues ambos se leyeron poesía de García Lorca. Luego él le preguntó sí tenía el equipo del DVD y la virgen contestó afirmativamente. Él le dijo: “Vamos entonces a tu casa para ver una película”, y ella respondió inseguramente: “Sí”. Ay, ay, ay, ahí empezó a marcarse el resquebrajamiento definitivamente del disfraz de cordero del lobo. Llegaron a su casa, era de noche y para colmo y comodidad de ella (pues realmente pensó en no salir con nadie durante su estadía en aquel país) colocó todo el equipo de entretenimiento en su cuarto, le encantaba dejar prendida la tele para dormirse y ver películas sola sin que nadie se paseara por la sala. Además de que siempre consideró de mal gusto una tele instalada en una sala. Meditó en eso en aquel momento y deseó no haber sido tan tonta de haber puesto la tele y el DVD en el cuarto y no en la sala. Las tentaciones eran más. Pues se resignó con que al estar en su cuarto, solos, mantendría ella por los dos la compostura y tendría más cuidado del acostumbrado. Nerviosa puso el DVD, se mantuvo alejada como pudo y él prendió la lámpara a media luz. Ya una indirecta directa de la pretensión. Luego le dijo: —¿No te vas a sentar? Cerró los ojos, se puso en un ángulo bastante lejano al sujeto, pero no impidió que en innumerables veces se acerca a acariciarle el cuello, jugar con su pelo, darle besos en la frente y uno en la boca. Ella no decía nada, consideraba que el peligro todavía no llegaba realmente. Para suerte la película terminó, pero él todavía no se iba. Y ella le dijo: —¿No necesitas irte a tu casa? —y le contestó inteligentemente: —Sólo unos minutos. —Entiéndase por esta respuesta, que unos minutos más consisten en los minutos en que logro excitarte para quedarme el tiempo necesario para hacerte el amor. Así que la muchacha entendió este mensaje largamente y más cuando él bajo su mano bajo el interior de su blusa, le empezó a acariciar el abdomen y estaba pálida, con las manos frías. No quería que la relación bella que empezaba a formarse se derrumbara ante los impulsos del otro. Pero tampoco por consentir los deseos de alguien dejaría que su condición corporal de virgen cambiara sin tener la menor intención de dejar de serlo. Así que dijo las palabras mágicas que terminaron de romper el disfraz de cordero que ese lobo pecador tenía: —¿Sabes por qué terminé con mi último novio, el tercero..? —ella dudó, sabía que lo último que diría convertiría a ese hombre en un perfecto hipócrita o en alguien sublimado de comprensión. Tenía miedo de que el resultado fuera el primero, pero ya no quería perder tiempo. —Porque él quiso tener relaciones conmigo y yo no quise, por eso terminamos. —Imaginan que para los estándares de excitación del sujeto, esta declaración fue como un baño de hielo que apagó de inmediato todo lo acumulado durante el transcurso de la película. Él solo atinó a decir “Cuándo”, y ella contestó “Hace dos años”. Lentamente fue retirando la mano del abdomen, unos dos minutos más y se retiró sin decir una sola palabra. No volvió a llamar ni el fin de semana, ni el lunes, ni el otro fin de semana que le siguió. Esta respuesta fue la que menos esperaba ante alguien que se denominaba a sí mismo “fiel a Dios”, no le caía el entendimiento de que el interés demostrado anteriormente se esfumara en un solo segundo. Estaba atónita ante esta actitud realmente inesperada de alguien como él, como se había presentado y hecho notar, como alguien recto, sincero y honesto. Tan lo menos eso fue lo que le dijo que siempre sería con ella. El mismo día le llamó tres veces a su celular quince o veinte minutes después de que se marchara, no le contestó ni mucho menos le respondió las llamadas al día siguiente, ni el fin de semana. El lunes, aún no repuesta del asombro, le envió dos mensajes en que de plano la chica se mostraba notablemente desentendida. Le escribió que a lo mejor entendió mal las cosas, que si algo dijo que estuviera mal, si continuarían saliendo y cuál era su pensamiento a lo confesado de su último novio. Para terminar de rematar también le escribió que le gustaría conocerlo más. Ahí arruino todo. Pero se debe tener en cuenta todo el rol de conquista que él fungió sobre ella, cómo la sedujo, desde que estaba lejos, desde sus mensajes diarios, etc. Entiéndase que ella quería tan lo menos dejar todos los caminos vedados de haber hecho lo posible por solucionar cualquier malentendido que se hubiera desarrollado. Con ello su culpa disminuía, aunque, seamos claros, ella no tuvo casi ninguna culpa. Más bien no la tuvo. Sobra decir que tampoco el chico respondió a sus mensajes. Entonces se sintió algo liberada pero a la vez profundamente decepcionada de sí misma, al dejarse envolver por un pobrete disfraz de cordero. Su equivocación le dolía, se recriminaba haberle llamado tres veces y los dos mensajes enviados. Hasta ahora no ha vuelto a ver al chico, es martes, son las siete de la tarde y es seguro que hoy tampoco le llame.

Ha finalizado el semestre de primavera, la muchacha va a mudarse a España. Si se quiere ver desde este punto, abandona todo lo desenvuelto en ese lugar, deja los estudios inconclusos. Pero realmente lo que se le ofrecía ahí no era lo que deseaba. Y es que este país donde residió por un año le abrió los brazos, se encontró con gente estupenda que se mantuvo a su lado, académicamente desarrolló buenas relaciones con los diferentes profesores, pero de cualquier manera no se cumplían sus expectativas. La beca en España le fue concedida hace pocos meses, tendrá el próximo mes una entrevista en Ciudad de México, un mero relativismo protocolario pues prácticamente ya está aceptada dentro del programa. Si se desea saber qué pasó con el chico que la desilusionó, lamento tener poco qué decir, pues no se volvió a encontrar con él, tal vez se habrán topado en varias ocasiones pero el carácter despistado de la chica hace casi imposible que se fije en quien camina a su lado, enfrente, a tres metros, además de que tiene un cierto grado de miopía. Ella olvidó el infortunado encuentro con el sujeto del disfraz (al parecer, al individuo sólo le excitaba tener sexo con chicas vírgenes o religiosas. Según una encuesta realizada por el periódico La Mención del Día, el 34 por ciento de los hombres admiten que les excita encontrarse con una mujer de aspecto inocente, de maneras vírgenes y pacientes, pues aceptan que les invade un sentimiento de control completo sobre el otro, como un material moldeable al que se le puede rellenar con lo requerido. Este sujeto forma parte de este porcentaje),1 los siguientes meses se ocupó de la publicación de su primer volumen de cuentos, con los detalles de los derechos de autor y diseño de la portada. También fueron meses de intensas súplicas hacia diferentes escritores para que aceptaran prologar o comentar su libro de cuentos en la parte introductoria del mismo. De igual manera tuvo muchas dudas acerca de su decisión de mudarse a España y dejar lo logrado de un año. Pero ya estaba decidida.

Por el momento no había otro camino mas cercano que el seguir vagando por diferentes realidades, su condición de virgen tal vez iría atravesando por diferentes concepciones sin que hubiera un cambio corporal en los próximos años. Observaba con fastidio las relaciones donde un sentimiento profundo no las avalara. Por el momento no lo sentía por nadie y mucho menos estaba segura de alguien. Definitivamente la virginidad en esta chica será un elemento que la acompañará como parte de su esencia, como una personalidad de la que se ha apropiado y ha decidido implantar como extensión de sí.

 

  1. Si se quiere tener una información adicional del sujeto en cuestión, por alguna razón que el lector se haya quedado con alguna duda, puede añadirse que según fuentes externas (de lo escuchado por pasillos universitarios y de la iglesia) él cada vez que llevaba una cita a su casa preparaba todo el campo de acción, desperdigaba toda suerte de figuras religiosas, rosarios, imágenes de la Virgen Maria hasta en la estufa, del Papa Juan Pablo II en la sala, del Papa Benedicto XVI en el comedor, una cruz con innumerables rosarios en el ante comedor, su cuarto con otra cruz y rosarios igualmente. Así cuando la chica en turno entraba, sentía cierto aire de religiosidad y el acto de tener sexo se convertía en uno de sublimación natural, donde todas las señales indicaban que Dios había elegido a ese hombre para entrega del amor. Aunque el hombre después de algunas semanas se olvidara de ellas y terminara la relación sin ninguna explicación lo suficientemente razonable.