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“Facundo”, de Domingo Faustino SarmientoPopulismo y la obra redentora

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Es asombrosa la vigencia de textos del siglo XIX que contienen una gran verdad en nuestro siglo XXI. Esto me hace dudar en la fascinación del hombre por dividir cada tiempo en siglos determinados. Cuando al fin y al cabo, temiblemente, todo vuelve a repetirse. Tristemente la historia es una reproducción de lo mismo. Por supuesto, lo único que cambia son las circunstancias. En ello la historia sí tiene originalidad. Reconozcamos un texto que se entrelaza estrepitosamente con nuestra muy querida actualidad. Un libro que es una suerte de collage, pues mezcla biografía, novela, ensayo, relato. Ese es el Facundo de Domingo Faustino Sarmiento.

Este libro fue escrito para denunciar la tiranía del dictador José Manuel Rosas en Argentina. El texto hace un recorrido por la vida de un famoso personaje llamado Facundo. Dicho personaje representa la barbarie de la pampa argentina, pues es un ser humano “primitivo” que no puede controlar sus emociones pasionales. En cada una de sus acciones, Facundo se deja arrastrar por una fuerza incontenible de sus sentimientos naturales. Es un personaje que representa al hombre “bárbaro” de la pampa. Para Sarmiento, fue importante diferenciar entre el hombre bárbaro del campo y el hombre civilizado de la ciudad. En efecto, el texto reflejó la pugna entre la sociedad de la pampa y la sociedad burguesa citadina. Sarmiento le adjudicaba a la sociedad del campo todos los males del retraso económico y social de Argentina. Por lo tanto, al ser la sociedad campestre ignorante, era presa fácil de los caudillos bárbaros como Facundo para dominarles. Sarmiento quería describir y analizar la vida y obra de Facundo para mostrar las raíces de donde provenía la tiranía del gobierno de Rosas. Sarmiento deseaba enfocar a la administración rosista como un “teatro” de gobierno federalista (que toma en cuenta los discursos de la gente de la periferia, como la del campo). Sarmiento enfatizó que la administración de Rosas era un gobierno realmente centralista pero investido del discurso federal. También subrayó que Rosas manejaba a las masas de gente del campo para impostar sus normas. El populismo en Rosas era un arma de control sobre los otros, pues el gobierno sólo fingía el uso del discurso de la gente habitante de la pampa, de la voz popular como “cabeza de su gobierno”. Sarmiento estableció diferencias entre Facundo y Rosas. Facundo como personaje que sigue naturalmente sus instintos, guiado por el carácter del ser humano del campo. Y Rosas, que solo usó el discurso “populista” de Facundo para el beneficio de su gobierno.

Este último punto sobre populismo es realmente importante y al igual sorprendente. Cuánta vigencia y razón guarda este concepto en la actualidad. Pues el populismo en la historia política ha servido infinidad de veces como arma de poder, para manejar a las masas de gente ignorante. Pues hoy en día continúa habiendo una gran población analfabeta, que es fácilmente manejable si uno se coloca a su misma altura. Si sólo se usa el discurso popular. El discurso de la gente que se siente desplazada por las clases sociales elevadas. El discurso de la gente inconforme que siente que el sistema gubernamental no los ha tomado en cuenta en el proyecto nacional. El discurso populista es, sin duda, el más usado para conducir a una población hacia el dominio mental, e instigarlos una y otra vez en el lema de gente olvidada. Y este discurso es eso, sólo un discurso para que el o la enunciante se coloque como un redentor(a). Es el que utilizó Juan Manuel de Rosas en el siglo XIX, para reforzar sus normas e implantarlas en su gobierno centralista. El populismo que se inspira en Facundo. El populismo que sólo aplica la imagen de este personaje. Todo un entramado delicadamente bien construido para lograr el domino sobre el otro.

Cada vez son más cercanas las elecciones presidenciales en México, y es preocupante cómo los perfiles de propuestas gubernamentales son terriblemente coincidentes con la historia política. Y es que no hemos citado en balde la obra de Faustino Sarmiento, Facundo, si no se acercara exactamente a promesas políticas. Muy apreciado lector, déjeme proponerle unos puntos esquemáticos y sea usted quien decida el parecido histórico con el actual: Juan Manuel de Rosas se distinguió por ser tan carismático entre la población del campo. Porque su propuesta política apuntó hacia una economía regional. En términos de la actualidad, Rosas desarrolló un discurso que proponía el fortalecimiento del mercado interno. Propuesta sumamente interesante, pero tristemente en la práctica hizo exactamente lo contrario. Es decir que el sueño de implementar un programa que fortificara este mercado —para beneficio de la clase del campo—, permaneció en una simple fachada política. Pues Rosas sólo aprovechó el momento histórico de pugna entre la clase burguesa de la ciudad y la latifundista, ya que la burguesía deseaba una economía de exportación. El conflicto de esta economía estaba en que esta sociedad no estaba dando las remuneraciones adecuadas a la mano de obra de la clase latifundista. La clase latifundista quería recibir igual remuneración de las exportaciones. Por eso hubo dos polos entre la economía regional y la que apuntaba hacia fuera. De ahí que ideas como el desarrollo del patrimonio del campo, la riqueza de la tierra, un aparente odio hacia lo que refiriera la ciudad como la economía capitalita, fueron ideas tan comunes y fueron las que asentaron a Rosas como dictador de Argentina por más de veinte años.

Domingo Faustino SarmientoEmpero no confundamos la crítica del gobierno rosista a través de la vida de Sarmiento. No quisiera que esta reflexión sólo permaneciera entre una división de civilización y barbarie, entre populismo y una clase burguesa. No confundamos. La obra del Facundo sólo nos sirve para observar cómo las promesas políticas del pasado viajan vertiginosamente en el tiempo y se instalan en nuestra amada modernidad. Cómo los proyectos económicos pueden servir de superficie que sólo esconde una deliberada ansia de manejo de las masas. Pero todo ello es consecuencia de un enorme desbalance entre la riqueza y la pobreza. Bien dijo Martí en Nuestra América, que el hombre natural obedecerá al criollo mientras éste no se aproveche de su sumisión para humillarle. Pues si ocurre, el hombre natural se defenderá, se rebelará, y en ese preciso momento de pugna un tirano aprovechará ese lapso y utilizará el discurso de las masas para subir al poder. Entonces el hombre natural ganará, pero a costa de que un pueblo se purgue a sí mismo en una dictadura. A costa de una incapacidad de entendimiento entre polos populares y burgueses (si queremos un ejemplo de lo que cito de Martí, sólo recordemos el periodo de dictaduras en América). Todo como consecuencia de una falta de diálogo, que genera vasos incomunicantes entre los diferentes discursos. Martí nos recalca que no existe lucha entre civilización y barbarie, o entre la clase burguesa y popular. Sino que la lucha está en una erudición errada y la naturaleza propia. Y en México está ocurriendo exactamente lo que Martí describe. Recordemos el episodio de la rebelión en San Juan de Atenco. El pueblo y agentes federales se enfrentaron y el resultado fue un saldo numeroso de heridos. Esto solamente puede interpretarse como el ansia de la masa inculta para que se le gobierne bien. Lógicamente no lo ha sentido, por eso se ha sacudido y quiere gobernar.

La solución a los problemas políticos, económicos y sociales del entorno no se encuentra en el populismo. Porque eso indica —en propias palabras de Martí— la venida del hombre natural indignado, enojado, que viene a destruir la justicia acumulada en los libros, porque esa justicia no se le ha administrado de acuerdo a sus necesidades. Tampoco la solución se encuentra en el discurso de la clase burguesa que mira hacia una economía exterior. La solución nos la otorga el mismo Martí en Nuestra América.Él nos dice de la urgencia de adaptar las necesidades reales y vigentes. Por lo tanto, México necesita resolver sus problemas desde la raíz y no desde una fachada que resuelva a medias las principales necesidades. La corrupción y la pobreza no se resuelven con campañas publicitarias, ni con programas e instituciones sociales, porque no está existiendo un estudio interno que investigue cuáles son objetivamente las causas que originan esa clase de problemas. Por ende, no nos sorprendamos de que las dificultades del pasado sean las mismas de nuestro presente. Porque esas dificultades son las que venimos arrastrando desde siglos atrás. Y si esos problemas vienen desde hace mucho tiempo, es lógico que sea el mismo espacio que necesitemos para madurar como país. Para valorarnos en las propias necesidades, para aprender de nuestro pasado y no repetir los mismos errores que continuamos llevando sobre nuestras espaldas.