Letras
La caja de fósforos

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Hace poco más de un mes compré una caja de fósforos largos. Larguísimos. Tiene 60 y son perfectos: de madera lisa y dura y con la punta bien redondeada y roja. Hace años me había comprado una con fósforos cuyos colores eran todos distintos y escandalosos. Todavía la guardo entre las otras cajas de mi colección incendiaria. En esa oportunidad, la vendedora me dijo que se usaban para prender las brasas de chimeneas y parrillas. Compré esta otra pensando en dársela a alguien. Cuando lo hice, no sé por qué, no pensé en incorporarla a la colección. Cumplía con todos los requisitos que debía llenar el resto de mis cajas: rara, bonita de algún modo, con cierto nivel de elegancia. Seguí muchos días sin saber cómo usarla. Revisaba en mi ordenada memoria cumpleaños recientes en la familia, entre amigos, conocidos, compañeros de trabajo. Nada. No había habido ni iba a haber cumpleaños que celebrar por un tiempo. Fulano usaría los fósforos en la cocina, lo que consideraba no podía ser el destino de tales piezas. Mengano no sabría dónde ponerlas. Sutano no entendería un regalo tan inútil a simple vista. Perencejo los perdería en medio de tantos adornos que tiene. En fin, nadie sabría valorar ese posible regalo. Pero tampoco era para mí. Así pasaron más días y la caja seguía en un estante visible pero siempre oscuro de mi comedor, acumulando un polvillo que sólo se logra ver sobre la etiqueta opaca y ovalada que dice “Made In Taiwán”. Cuando paseaba la vista desde la mesa y la veía, pensaba de nuevo qué destino podría tener esa cajita de diseño moderno y base cuadrada. Ni tan sólo una idea al respecto. Mientras tanto, habías llegado tú. Contigo, llegaron mensajes al teléfono celular. Muchos mensajes. Tantos, tan poco previsibles, tan hermosos, que me vi en la obligación de transcribirlos uno a uno en la computadora, para saborearlos al menos dos veces: aquella en que los recibía, y luego, cuando los copiaba. Hace un mes que sólo prendo la computadora para transcribir tus mensajes. Llevo once páginas en letra times, con espaciado sencillo. Con tus mensajes, llegaron también tus visitas. Primero, diurnas, después de matiné entresemana, ahora nocturnas. Y empezaste a estar en todas partes. En los mensajes, nos disfrazamos de reyes y reinas, de amantes fantasiosos y llenos de lujuria, de penélopes y ulises, de enfermos y enfermeras, de dioses del olimpo, de príncipes y princesas enkntados. Enkntados con k y otras abreviaciones, para ahorrar espacio entre las ciento y pocas letras que permite el servicio por cada mensaje, y para poder decirnos todo. Terminé llamándote “el rey dispuesto”. Tú a mí, “mi ángel”, siempre acompañando ese sustantivo con algún adjetivo divino por el que cualquier humano mataría o moriría. De vez en cuando, sin embargo, decides sorprenderme con un “mi vida”, “mi linda silueta”, “mi afrodita argentina”, “mi porcelana” o un “mi reina”. Pero siempre “mi”, siempre como si ya fuera tuya. No me molesta. Practico esa idea. Una noch, tndi2 en la cama, o en la kma, mi rey dispuesto, como prefieras, y con los cuerpos 1 al lado de otro pero nlazados por manos y piernas, me dijist q 1 relación era como una cajita d fósforos dond había q qmarlos uno a la vz para no prdrl el gusto nunk y qdaran siempr otros por usar. Stuv d acuerdo. Me pareció 1 idea bonita. Al día siguient, llené d plantas las jardineras secas dl frnt d mis vntanas y dcidí convrtirm, ade+, en tu jardinera personal. No les puse cualquier planta. No. Todas dan flores hermosas. Para la jardinera + visibl, busqué 2 de gardnias y 2 d jasmins. Y fue así como mpzast a prguntarm por nuestro jardín y a pdirm q lo cuidara. Yo t contaba dl aroma olvidando siempr q no tiens olfato. Luego, dcidí agrgar trébols d 4 hojas y hiedras que le dieran 1 fondo a tal paisaj d amor. Y así pasó q comnzamos a hablar d viajs d ida y vuelta, d jardins q crecn c/aromas dulcs, d distancias y reencuentros, d reponr los fósforos q c usaran, haciéndole trampa a nuestra cajita, como si no fuera nuestra. Y entonces, la última vez q stuvist n mi kma, m lvant a buskr un vaso c/agua n la cocina y n el kmino vi la caja larga, elegante, de diseño moderno y perfecto, que no era para mí ni para otro. Y fue de esa manera q sup ntoncs, q ésa era nuestra cajita de fósforos.

Tu reina dispuesta.
Caracas, 5 d octubr dl 2004