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José Sánchez LecunaEl viaje inefable
de José Sánchez Lecuna

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El viaje inefable
José Sánchez Lecuna
Editorial Memorias de Altagracia (2006)

El título del libro nos interpela por su aparente contradicción: ¿será acaso posible escribir 232 páginas sobre algo inefable? José Sánchez Lecuna lo logra. Él nos habla de un viaje acerca del cual las palabras sólo pueden expresar una ínfima parte de su realidad; la otra es sencillamente “inefable”.

Si una marca de los grandes textos reside en el hecho de que la interpretación literal no logra agotar su comprensión, entonces El viaje inefable es un gran texto: él permite por lo menos dos niveles de lectura. El primer nivel es la narración de un viaje. El segundo nivel evoca, hasta donde es posible, el carácter inefable de ese viaje.

 

El viaje

El viaje lo realiza Roberto di Buonatale, oriundo de la ciudad italiana de Florencia, descendiente de la familia Medici y de la familia Strozzi, cuando sale de Italia en 1544, pasando por España, para cruzar el Atlántico, buscando la Tierra Firme del Nuevo Mundo y, en particular, la Provincia de Venezuela. Después de vivir allí unas experiencias intensas, durante nueve años, regresa a Florencia, ciudad en la cual termina su tránsito terrestre.

Que el ambiente de la época, tal como lo describe José Sánchez Lecuna, esté o no conforme a la realidad, no es importante para poder saborear la novela. Lo importante es que, después de algunas páginas, el lector se siente transportado en pleno siglo XVI. Muy probablemente el estilo literario “en primera persona”, con abundantes citas en latín y en italiano, así como los personajes históricos que hacen su aparición en la novela como si estuvieran entrando y saliendo del escenario de un teatro, al igual que la precisión de las fechas y de los lugares de la acción, dan muy rápidamente credibilidad a la narración. Además, el propio mundo interior estructurado y culto de Buonatale confrontado con las experiencias exuberantes de la selva, reflejan muy hábilmente lo que ha debido de sucederles a los primeros emigrantes europeos cuando se encontraron en estas tierras de las cuales ignoraban todo.

Y cuando el relato parece ser sencillamente un relato histórico, el autor nos sorprende con la exuberancia de su imaginación, a tal punto que ya no sabemos, al igual que Buonatale, si estamos en lo histórico, en lo fantasioso o en lo filosófico. Es cuando el lector empieza a entender por qué razón este viaje lleva el calificativo de “inefable”.

 

Lo inefable

“Inefable (del latín ineffabilis, indecible): adj., que con palabras no se puede explicar”, nos dice el diccionario Aristos.

Las palabras, tomadas en su sentido literal, describen lo que nuestros sentidos pueden captar, y se dirigen a la mente racional. Pero cuando queremos hablar de los misterios —del Misterio de Dios por ejemplo—, tomar las palabras en su sentido literal no permite que la intuición descubra lo que se sitúa, por su naturaleza, más allá de la mente racional. Las palabras tienen entonces que ser tomadas como símbolos o utilizadas para representar símbolos de realidades que las sobrepasan. “El objeto de la expresión simbólica”, dice el Francés Guy Casaril en Rabbi Simeon Bar Yochai et la Cabale, “es esclarecerle a la intuición lo que el entendimiento no podría interpretar por sus propias fuerzas”.

Así lo confirmaba el venezolano Fermín Vale Amesti en su libro El retorno de Henoch, cuando comentaba que:

“El simbolismo puede, por evocación, transcribir lo que no pueden las palabras, porque en general, el simbolismo es evocación de una inteligencia que no pueden transcribir directamente las palabras, sino solamente por rodeo, circunloquio o perífrasis... El simbolismo es el único y maravilloso medio que permite al hombre romper el círculo material que limita su inteligencia del universo y enfocar un más alto y más amplio estado de conciencia...El simbolismo es por lo tanto un mediador o relacionador que hace las veces de puente entre lo abstracto y lo concreto”.

Si queremos tratar de comprender el aspecto inefable del viaje al cual nos invita José Sánchez Lecuna, tenemos que hacer una lectura simbólica de su novela. Profesor de mitología griega y medieval, no es de extrañar que él haya escogido el lenguaje simbólico para comunicarnos lo que sólo a través de símbolos puede ser comunicado.

A pesar de ser una ciencia precisa, el simbolismo permite a cada quien realizar su interpretación propia. Les propongo la mía; cada lector escogerá la suya: el viaje de Buonatale podría ser interpretado como un proceso iniciático, un peregrinaje hacia la Luz Inefable. De hecho, un día, un viajero desconocido le dijo:

“Encontrarás algo verdaderamente sorprendente porque tú has sido el Mystes, el Iniciado, el que resolverá el gran misterio, el que descubrirá lo que siempre se ha buscado en vano en el Bendito Cuerno de la Abundancia, y que hay que buscar, como debería ser, en el Bendito Cuerpo de Cristo. Cors benoiz y cors benoit. La unión de las búsquedas culminará en un hallazgo. Por encima de las supersticiones, el fetichismo o el primitivismo de los excesos del conocimiento que son peores, muchas veces, que los excesos de la ignorancia”.

Y el viajero le avisa que “después de este largo viaje, vas a entender tu propio destino”...

Este viaje en la selva es un viaje hacia el inicio de las cosas, hacia la tierra —es decir la Obra de Dios— antes de que el hombre pretenda adueñarse de ella. Es una búsqueda de lo que éramos en el inicio, en el principio, en el origen; es decir, en términos teológicos, una búsqueda de Dios o, en términos iniciáticos, una búsqueda del Ser Verdadero.

José Sánchez Lecuna nos hace vivir en detalle la primera parte de este viaje: tal como lo enseñan las escuelas de misterios, cuando uno sale con entusiasmo en la búsqueda de lo que uno llama “Dios”, lo primero que uno encuentra es su propio infierno: el Nigredo, o el descenso a los Infiernos descritos por el Dante con tanto talento, resulta ser la primera fase de la Gran Obra. Cuando Buonatale deja Florencia con entusiasmo no se imagina que la selva que lo espera es una “selva oscura”.

Esta etapa está dominada por la energía que la tradición hindú llama “tamásica”, energía de la depresión y de todo lo que nos lleva hacia abajo. Anímicamente, está hecha de decepción, de angustia, de desesperanza (el “silencio de Dios” es desesperante, nos dice Buonatale), de nostalgia, de melancolía, de miedos, de dudas y de perplejidad entre otros. Esta etapa se realiza a lo largo de un viaje que parece muy largo, lo cual está muy bien expresado por el hecho de que el paso por la “selva oscura” ocupa la mayor parte del libro.

De hecho, durante esta etapa del Nigredo, Buonatale pasa por numerosas vivencias muy intensas y desestabilizadoras en las cuales parece que se suspenden por ratos su estado de vigilia: desmayos, delirios, caídas en el suelo en forma inconsciente, trance, etc. En otros momentos, parece que Buonatale vive fascinaciones extrañas, siente una “irresistible atracción” hacia fuerzas o personajes que parecen mucho más intensos que él. Su estado de confusión aumenta al punto de no poder diferenciar la cordura de la locura, la imaginación de la realidad. Esta etapa dura nueve años...

De regreso a Florencia, en un vibrante y conmovedor último capítulo, José Sánchez Lecuna nos hace vivir otra fase del proceso iniciático: la muerte. Así la interpretamos ya que si su muerte hubiese sido física, él no la hubiese podido contar. Tal como también lo enseñan las escuelas de misterios, la muerte iniciática permite el encuentro con la “Luz Inefable”. Con este encuentro, y esta palabra, termina la novela, dejando a entender que de la Luz Inefable no se puede decir absolutamente nada; sólo puede ser captada a través del Silencio Inefable.

En varias oportunidades Buonatale nos entrega sus más profundas preguntas sobre la vida, el amor, la muerte y la existencia de Dios. Es cuando estamos definitivamente convencidos de que Elviaje inefable no es una simple novela, sólo parece ser un pretexto para plantear las reflexiones existenciales —o filosóficas, en el sentido antiguo de la palabra— que son a la vez el portal y la clave del misterio sobre el cual José Sánchez Lecuna quiere llamarnos la atención.

 

José Sánchez Lecuna, el escritor

José Sánchez Lecuna pasa de la narrativa al diálogo y luego al monólogo con gran maestría de tal forma que los diferentes ejercicios de estilo conforman una unidad armoniosa.

El autor llama la atención del lector a través de encuentros fantásticos con la “Diosa Blanca” y la “Virgen Negra”, con personajes célebres tales como Bartolomé de Las Casas, Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, Michelangelo Buonarroti. Cada nombre y apellido tiene la musicalidad propia de su época; cada personaje, de los que sólo conocemos —en el mejor de los casos— algunas obras, nos permite imaginar lo que fueron en su vida privada. El autor nos pone también en la compañía de grandes personajes, iniciados y filósofos del pasado: Platón, Aristóteles, José (hijo de Jaacob, descendiente directo de Abraham, quien, como arquetipo del héroe desterrado, debe emprender su aprendizaje e iniciar su tránsito terrestre en tierras desconocidas), Hugues Saint-Victor, el Dante y Homero, por ejemplo. Nos da a conocer unos indígenas de la Venezuela autóctona, como los caquetíos, por ejemplo, quienes eran “buena gente”. Además de Florencia, nos hace viajar por El Tocuyo, Maracaibo, Coro, Tunja y Cartagena de Indias.

En fin, el universo cultural que José Sánchez Lecuna tiene el buen tino de compartir con nosotros, es el universo un tanto barroco del mestizaje cultural conformado por algunos elementos de la cultura europea y otros aspectos de la cultura indígena.

 

Conclusión

Como lo hemos aclarado con anterioridad, gracias al carácter simbólico del texto, las interpretaciones del viaje inefable que hemos presentado están lejos de excluir puntos de vista diferentes y complementarios. Como lo decía el Dante:

O voi che avete gl’intelletti sani,
Mirate la doctrina che s’asconde
Sotto il velame delli versi strani!
1

(O vosotros que tenéis la mente sana,
observad la doctrina que se oculta
bajo el velo de enigmáticos versos.)

Y añade en otro texto:

Si possono interdere e debbonsi
Sponere massimamente per quattro sensi.
2

De los cuatro sentidos que pueden ser utilizados para comprender el texto, sólo hemos utilizados dos.

Por nuestra parte, vemos en este viaje inefable una “tropicalización”, muy bien lograda, de un género conocido como “novela iniciática”, a la que pertenecen, por ejemplo, las novelas de Herman Hesse. Sin pretender reproducir la integridad y el rigor del proceso iniciático, los conocimientos del autor, su fértil imaginación, su gran cultura, así como su cuidadoso y sofisticado estilo literario, se adueñan de algunas fases del proceso para lograr una creación literaria profunda y de gran calidad, capaz no solamente de tocar el alma del lector sino también su espíritu, algo que, lamentablemente, muy pocas novelas logran hacer hoy en día.

 

Notas

  1. Infierno, IX, 61-63
  2. Convito, t.II, ch. 1r.