Artículos y reportajes
“Fisuras”, de Déborah CorderoFisuras
en génesis de creación verbal

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La poesía, como la percibe la filosofía platónica en el diálogo Ion, es palabra en mística y búsqueda de una cosmogonía verbal, en génesis fundador de certezas para asumir las ultimidades. Y ese pensar en origen y destino se lee en Fisuras,1 de Déborah Cordero, con el rigor del poema como nota contentiva de la totalidad, una de las claves simbólicas más estimadas por Jorge Luis Borges, referida en “El Aleph”. El poema XI lo expresa: “Uno / un poema / un hombre / el cielo /... Dos / dos cuerpos /... Seis / Todo / Todo en la vida / mesura / hasta que aprendemos a amar”.

En este libro hay ecos del naturismo francés.2 Por el énfasis en la infancia, con óptica de novedad. No es el edén al que se acude como edad de oro, sino esencia para la elegía. El pretérito como paraíso. Y el presente en “fisuras”, tejidas en tormentas y en rutas de vía crucis, sin quejumbres, y con la dignidad de quien enfrenta los espejismos del Apocalipsis, con éxito en la connotación de los sentidos.

Un modo de confesar se hace conjuro, sin anécdotas, y en apego al intimismo lírico, con imaginario pródigo en certidumbres para la salvación, la única posible, aunque efímera, por la palabra en arte, para la catarsis momentánea. Dos poemas a la memoria de personajes-símbolos lo revelan. El XVI, alusivo a puntos cardinales. El “Norte” asociado a “estrellas”. El “Sur”, con “sudor de río negro y añejo mate”. El “Este” con el “sol”... “pero en verdad / el Oeste es quien desviste la vida / y se burla / de mis extravíos”.

El texto XXII, “in memoriam”, más allá de su afinque en el lamento por los contrastes de tiempo —“pétalos de rosas que fueron”— trasciende la añoranza de un “axis mundi”3 y apuesta por el fisiocentrismo como armonía de los reinos de la naturaleza en el lenguaje, a la que fueron dados los Órficos y los Pitagóricos del Renacimiento, creyentes en Platón. Déborah Cordero lo construye en sus metáforas: “como hojas de yagrumo / cortadas en cabellera de cometas / ... Te nombro y te formas herbario... Te conocí hace como tres mil herbarios / o veintitrés dibujos / una acuarela y tantos versos”.

La función artística —lo consignó Román Jakobson— reside en el pensar la palabra, desde ella misma.4 Uno de los logros de Fisuras es que en él habita su “ars poética”. Para la autora —léase el poema XX— el poema rasga la memoria y persigue huellas. Es heraldo de dudas y las descifra: “no saber / si es por los que dijeron adiós / los que se irán / o por lo que nunca llegó”. La escritura está en sintonía con el ave, tópico o arquetipo recurrente en la lírica universal: “su pico escarba / consiguiendo ahuyentar ese ahogo”. Y como en el hai kai, merecedor de la atención de Luis Barrios Cruz, de Venezuela, y de José Juan Tablada y de Octavio Paz, de México, se retiene el instante y se hace revelación: “sudan mis manos / palabras / sólo palabras”.

Otro mérito del imaginario es la polisemia. Un núcleo se expande a partir de imágenes yuxtapuestas para crear la constelación de un metalenguaje. Un “libro de quimeras” es “caleidoscopio”, “memoria”, “pedazo de mar”, “furor”, “paz”, “recuerdos punzantes”, “un poema”, “vocablos desvestidos de grito” y “un poema / el que nunca te escribí”. En un cierre de “efecto”, develador del misterio, con la sorpresa, admirada en su teoría por Edgar Allan Poe. Se lee asimismo en el texto V: “y siempre regresaré / en el día con gorriones / en la noche con estrellas / hasta que ya no pueda zafarme”.

En una conferencia en Buenos Aires, Vicente Huidobro, teórico del Creacionismo, declaró que “un pájaro que hace su nido en el arco iris” es una imagen que nadie ha visto, “que nadie vio” ni verá. Y todos la quisieran ver. Surgió así la noción del poema-cosa-artefacto verbal, y del poeta como Dios. Es otro de los alcances poéticos de la autora de Fisuras. Con su palabra “inventa mundos nuevos” y la cuida, como sugería el maestro, de Chile: “desperté en el nido de la lluvia / con los ojos mordidos por un trueno”. “Una caja de bengalas / llena de noche / duele”. “Como se bebe el invierno / siempre de pie”.

El libro se divide en dos partes: “Por el cuerpo inhabitado” y “Por los que ya no me nombran”. Los temas son los del realismo metafísico o profundo: la añoranza, la infancia, el paisaje en adioses y en reconstrucciones fugaces, el aislamiento y la fijación en la elegía: “en aquel zaguán / donde la nostalgia de un pilón / recogía tu labor / y las alas secas de una tórtola / que un día fue vuelo”.

Doble generosidad la de la poeta. La del rigor expresivo y la riqueza de sugerencias. Y la de ofrecer otras voces. Sin la mezquindad de autores, conscientes de que acaso son arbustos y hablan de sí mismos como bosques. Abundan los epígrafes, y no serían necesarios si se piensa que los poemas resaltan por sí mismos. Pero la poesía es como el océano. En ella caben anclas, puertos y navegaciones. Como en Fisuras, un concierto de voces, y de una solista, la autora, ejercitada en abstracciones por venir de la magia de los números, simbolizantes del ser, como la palabra en pregunta, por el infinito.

 

Notas

  1. Fisuras es el primer libro de Déborah Cordero, editado por La Casa Tomada, Colección Sereno Rey, Caracas, 2006.
  2. A comienzos del siglo XX, y opuesto a las crudezas del Naturalismo, surge en Francia el Naturismo. Se vuelve a la infancia con la intención de rescate del “tiempo perdido”. Es el proyecto narrativo de Marcel Proust. De Antoine de Saint Exupery —autor de El principito— y de André Gide, creador de la novela Los monederos falsos, obra influyente en Julio Cortázar al momento de escribir Rayuela. El Naturismo está en convergencia semiótica con el impresionismo pictórico y con el simbolismo de Arthur Rimbaud, para quien el poeta es un “vidente”. No es casual entonces que José Martí, reportero periodístico para Chicago de la primera exposición del Impresionismo, escribiera un libro dirigido a niños, titulado La edad de oro.
  3. Es un mitema localizable en la mitología de los cinco continentes. Refiere a un espacio sagrado, con la convergencia de las bondades y potencias de la Naturaleza.
  4. En la función emotiva, la mirada se centra en la primera persona, en la referencial, en la tercera. Toda lírica es una sumatoria de una función intimista y de la reflexión sobre el lenguaje, para —en desviación de las denotaciones de la lengua general—, crear un nuevo código, el metalenguaje.