Letras
Poemas

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Cada palabra...

Cada palabra que toco
está
en su sitio
desde antes de nacer.
Una
no se sostiene sin la otra.
No alumbra sin su igual
o su enemiga.
No es nadie
si no acepta sus espejos.
El único terror
será el cristal vacío,
pero también la ausencia
está prevista
con su palabra exacta.

 

Regreso

Tropezar
con una vieja silla
en la penumbra,
después de media vida
en vuelo.
El ronronear de un gato
contra las piernas
que ha reconocido.
Y al final de la casa
la misma voz
de mujer
que pregunta la hora.
Puede llevarte media vida más
aceptar
que esto es volver
a Ítaca.

 

A las seis de un otoño...

A las seis de un otoño.

Hay quien va en autobús a las seis
de un otoño.

Un libro suspendido en otro aire,
los ojos húmedos,
caídos,
sobre esa línea
que habla del amor vulnerable.

Sin misericordia.

Hay quien viaja sin misericordia
por su propia ciudad.

Lo persiguen sus lluvias,
sus preguntas,
mordiéndole la espalda.
Tropieza y cae,
se levanta y cae,
reanuda cartas nunca comenzadas.

Olvidos.

Cruje olvidos
que incluyen avenidas, casas de la niñez,
atardeceres
atestados de ángeles.

Los ojos
desarmados
del amor vulnerable
a las seis de un otoño.

 

El viaje

Estar solo a esta hora duele más
que morirse.
Pero la fila es larga,
demasiado larga.
Hoy no es tu día, ¿sabes?
No eres el próximo en subir a ese tren
condenado.
(Ya volverá por ti, no te preocupes...)
Ahora es preciso darle cuerda al reloj,
escarbar
en la tierra más oscura de la memoria
para saber si aún están, si estuvieron
alguna vez,
al cabo de tanto vendaval y baile,
la silla en la cocina,
la camisa escolar,
la madre —o al menos una rosa de ceniza—,
un nombre,
un día cualquiera,
otro olor que no sea el de las mismas
deudas pendientes,
para seguir el viaje.