Letras
Una sorpresa para papá

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Hola tío. Soy Nico. ¿Dónde estás ahora mismo? ¿En un barco por el Mississipi..? ¿O en un iglú en el Polo Norte? ¿O es que has vuelto a la selva tropical? ¡Ah! ¡Ya sé! Estás en el oasis que tienes en el desierto. Espero que desde allí se oiga la radio, y puedas escuchar estas palabras que te escribo en esta carta. Tío, te echo mucho de menos. ¿Por qué te fuiste sin despedirte? Seguro que has ido a ese oasis tuyo a recoger los tomates y los pimientos, y a dar de beber a tu camello. Yo tampoco podría estar mucho tiempo lejos de mi perro Whisky. Estoy un poco triste, aunque vuelvo a ponerme otra vez contento cuando miro la foto que nos hicimos juntos; sí, la foto en la que estamos tú y yo en el zoo; la tengo en mi dormitorio junto al poster gigante de Zidane. Cada vez que la miro recuerdo las historias que me contabas sobre la serpiente que tuviste una vez cuando vivías en Puerto Rico, que la dabas de comer ratones; o las historias sobre los camellos, que lloran durante días cuando se muere su amo. Seguro que tenías miedo de que si no volvías, tu camello pensaría que te habías muerto. Claro, por eso te has ido.

Papá no sabe que estoy en la radio. Quiero encontrarte y darle una buena sorpresa; está siempre tan serio... No es como tú. Él siempre se está quejando de todo; que si no hablemos tanto tiempo al teléfono, que si nada de zapatillas de marca, que si él y mamá no van a estar todo el día trabajando para mis caprichos... Pues, ¡bien que vivía él en la casa de los abuelos! ¡Con piscina y caballos! Papá casi no me cuenta nada de eso. Lo sé porque he visto la casa en un álbum de fotos. Ojalá tuviera yo un caballo, y otro perro. Pero papá dice que no se pueden tener más animales en una casa tan pequeña. Si tuviéramos la casa de los abuelos viviríamos todos juntos; nosotros, tú, mi perro, tu camello, ¡y me compraría un caballo! Papá dice que tú vendiste esa casa. ¿La vendiste para comprarte el oasis?

Por favor, si estás en tu oasis, vende todos los tomates y los pimientos, y con lo que ganes te vienes a Madrid, y te traes a tu camello, claro, y así no tendrías que irte.Podrías meterlo en el zoo, y lo iríamos a ver todos los sábados. Además tío, en el Royal Cinema ponen una película genial, de aventuras y tiros, de esas que nos gustan. Me encantaría que la viéramos juntos. Si no vienes te la vas a perder, porque allí no hay cines ¿no? Y si no vienes tú pues iré yo a verte. Me gustaría bajar rodando contigo por las dunas, y ver las rosas del desierto, como la de la foto que tenías guardada en el bolsillo del pantalón. También me gustaría montar en tu camello, ¡y verlo beber hasta ciento cincuenta litros de golpe!

Creo que papá también te echa de menos, pues cuando vio que no volvías a casa se le pusieron los ojos rojos con mucha rabia. Sigue enfadado desde entonces. El otro día le dije que quería una serpiente como la que habías tenido tú y sin contestarme, se puso muy serio, y cerró la puerta de su dormitorio de un portazo. Fíjate que cuando vio el dinero que le dejaste sobre la mesa del hall empezó a decir cosas muy raras, no se qué de saldar una deuda. No sé que quiere decir “saldar” pero no debe de ser nada bueno, pues no parece que le haya hecho ilusión ni nada tu dinero. Pero a mí sí. Gracias, tío. Además papá se preguntaba que de dónde habrías sacado el dinero. Yo enseguida le dije que de la venta de los tomates y pimientos de tu oasis. Pero no me hizo ningún caso y me dijo muy enfadado que me fuera a mi cuarto.

Hace poco le pedí a papá que me comprara unas Nike, pero me contestó que eran muy caras y que ni hablar. Ahora podrá comprármelas, y también un video, y un coche nuevo y todo lo que queramos... Bueno no todo, que la casa de los abuelos no podríamos comprarla. Yo no he contado el dinero pero eso dice papá.

Hace una semana, vinieron dos hombres a casa preguntando por ti. Parecían amigos tuyos porque preguntaron a papá que cuándo habías venido a casa, que qué habías hecho el tiempo que estuviste con nosotros, y también dijeron que necesitaban saber cuanto antes dónde estabas. Papá esta vez se ha enfadado muchísimo. Creo que piensa que te ha pasado algo malo porque ni tus amigos saben dónde estás. Pero yo estoy seguro de que no te ha pasado nada, y que volverás con nosotros, tío.

Bueno, si me estás escuchando, llámame esta misma noche para decirme cuando vienes. Lo digo para así ir llamando al zoo e ir arreglando lo del camello; para que pueda estar en un buen sitio y eso. Mira que no se le ocurra a nadie más que a mí el venir a la radio para comunicarme contigo... Ya verás qué sorpresa se van a llevar papá, mamá y esos señores que preguntaban por ti.

Bueno, que me dicen en la radio que corte ya. Un beso muy fuerte, tío. Espero que me llames. Adiós.