Artículos y reportajes
“Huesos en el desierto”, de Sergio González RodríguezUna década de impunidad:
las “muertas sin fin”
de Ciudad Juárez
(Una lectura de Huesos en el desierto,
de Sergio González Rodríguez.
Barcelona [España],
Anagrama, 2005, 3ª ed., 379 p.)

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“Humillante y abusiva
la intocable impunidad,
los huesos en el desierto
cuentan la cruda verdad,
las muertas de Ciudad Juárez
son vergüenza nacional”.

Las mujeres de Juárez
(corrido mexicano)
Los Tigres del Norte1

El 13 de mayo de 1993 fue hallado en las faldas del Cerro Bola, en la ciudad fronteriza de Ciudad Juárez, el cuerpo sin vida de una joven de 25 años, violada y con heridas de arma blanca. Sería una de las primeras víctimas de una violencia misógina y brutal que desde hace más de una década asola esta ciudad del estado norteño de Chihuaha en México. Centenares de jóvenes, en su mayoría de origen humilde, han sido secuestradas y luego halladas asesinadas en algún descampado de la ciudad. Los cuerpos muestran huellas de una violencia sadista y aterradora: violación, maltrato, mutilación, torturas, estrangulamiento, robo. Asesinatos de características tan especiales y con tantos rasgos en común, que hacen improbable la tesis de que estos actos de violencia no tengan una estrecha conexión entre sí. Las investigaciones oficiales poco han aportado al esclarecimiento de los crímenes. Las pocas personas u organizaciones que se han atrevido a sumergirse en una trama intrincada de encubrimientos, corrupción y complicidades, han entrevisto una realidad de fondo que los dejaría perplejos, atemorizados y azorados: las conexiones siniestras del poder público y privado y sus nexos con el crimen organizado. Hasta la fecha, la mayoría de los casos sigue sin resolverse. La violencia continúa cobrando víctimas y aún sigue impune.

Sergio González Rodríguez, ensayista, narrador y crítico (Ciudad de México, 1950) denunció con valentía la tragedia de Ciudad Juárez en su libro Huesos en el desierto, publicado por la editorial Anagrama de España en 2002. Por ese entonces se cumplía una década de impunidad para los culpables de los crímenes y sus secuaces. A fines del año pasado (noviembre de 2005) se publicó la tercera edición del libro, con una actualización del caso, y el saldo es desalentador: los crímenes siguen cometiéndose, la impunidad continúa. ¿Hasta cuándo?

 

Una huella de sangre

Sergio González RodríguezSergio González Rodríguez viajó por primera vez a la “frontera de la muerte”2 en 1996, para investigar personalmente lo que ya por entonces aparecía como la obra de un asesino serial: mujeres jóvenes, humildes, con frecuencia trabajadoras de maquila, eran desaparecidas y sus cuerpos sin vida hallados al poco tiempo en terrenos baldíos o descampados en las afueras de la ciudad. Maltratadas, violadas, mutiladas: los cuerpos de las jóvenes, a veces niñas, abandonados en el desierto, parecían formar parte de una escenografía macabra de algún rito satánico. Con las ropas en desorden y los zapatos acomodados al lado de los cuerpos mutilados, el extremo desamparo de las víctimas daba testimonio de una violencia misógina y de clase, como González Rodríguez y otros autores señalarían.3 La extrema violencia se vinculaba en forma siniestra a creencias irracionalistas tales como la narcobrujería, el narcosatanismo o la fe en la Santa Muerte. Estábamos en presencia de una violencia de género tan atroz y sin precedentes que necesitó de un nuevo término para poder nombrarse: femicidio. Término que el autor de Huesos en el desierto acuñó y pronto se haría indispensable para referirse al caso de las muertas de Juárez.

El tema, con toda su ferocidad, había encontrado en Sergio González Rodríguez a su portavoz, como él mismo lo expresara: “Yo no busqué el tema, sino que el tema llegó a mí. Sólo me queda estar a la altura delas circunstancias, e intentar hacer bien mi trabajo”.4 A partir de ahí, el autor seguiría una “huella de sangre” que recorrería durante casi diez años, hasta concluir su libro, pero que sigue y seguirá presente en su labor profesional hasta que los crímenes se resuelvan y la memoria de las víctimas sea restablecida.

Las investigaciones del autor, publicadas durante esos años en forma de diversos artículos en el periódico Reforma, pronto encontraron profundas anomalías y omisiones significativas en las investigaciones de los asesinatos. Las autoridades, locales primero, y estatales y federales después, procedían de manera sospechosamente torpe. Lentitud, inexactitudes, falsos homicidas, inocentes encarcelados, declaraciones evasivas o francamente incorrectas a la prensa: actitudes que pronto dejarían intuir un tejido denso de protecciones e intereses creados. Los testimonios y todos los indicios y evidencias señalaban a los mismos grupos: elementos criminales relacionados con las mafias del narcotráfico, en estrecha relación con representantes de las autoridades que, en en un Estado de Derecho, deberían constituir la red de protección de los ciudadanos: la Policía y el Poder Judicial. Que poderosos empresarios con fuertes intereses en la región aparecieron también implicados agravaba la situación.

La investigación se hacía cada vez más escabrosa y peligrosa: ¿hasta qué niveles, en los corredores del poder, llegaba esta corrupción y este proteccionismo? Hasta los más altos, demostraría el libro de Sergio González Rodríguez, quien nos proporciona información con nombre y apellido. A esta altura, las investigaciones se hacían cada vez más incómodas y la respuesta no se hizo esperar. En junio de 1999, en vísperas de la publicación en el diario Reforma de un artículo muy comprometedor, González Rodríguez es secuestrado, maltratado brutalmente y liberado con amenazas pendientes. Y sería solamente el principio de una serie de acosos, amenazas, intercepciones y campañas de desprestigio que el autor debería, y aún hoy, debe soportar. Lo cual, admirablemente, no le ha impedido continuar con sus denuncias y su trabajo incansable para lograr la justicia y la reivindicación de las víctimas.

Luego de publicado Huesos en el desierto en el 2002, varios organismos independientes, como Amnistía Internacional, grupos de expertos de la ONU, el Colegio de la Frontera Norte, y otros, confirmarían las tesis del columnista de Reforma. En su informe de 2003, denominado: “México, muertes intolerables: diez años de desapariciones y asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez y Chihuahua”, Amnistía Internacional señalaría que en una década se han producido más de 350 asesinatos, y que el número de jóvenes desaparecidas se eleva a cerca de 400. Esto en total discrepancia con las cifras presentadas por las autoridades, quienes aducen además que la violencia contra las mujeres proviene del ámbito privado y deben considerarse como crímenes comunes. Ese mismo año, el juez Baltasar Garzón, en su encuentro con el entonces recién fundado grupo “Nuestras Hijas de Regreso a Casa” (constituido por familiares y amigos de las jóvenes desaparecidas) declararía que los sucesos de Ciudad Juárez debían considerarse como “crímenes contra la Humanidad”,5 coincidiendo también en esta postura con la tesis que Sergio González Rodríguez formulara en su libro.

 

La narración como herramienta

Hasta aquí podríamos decir que, sólo por el coraje en la denuncia y por la rigurosidad de su investigación, el libro de Sergio González Rodríguez merece un lugar de privilegio en la serie de títulos que, a lo largo de los años, se han dedicado —desde distintos ángulos y con mayor o menor calidad— a tratar el tema de las muertas de Juárez. Pero hay algo más que convierte a Huesos en el desierto en un texto excepcional en el género, y es, justamente, la dificultad de clasificarlo en alguno. La ambición y el logro del autor de transformar el relato de las muertes de Juárez en una narración de lo inenarrable es estremecedoramente eficaz. La calificación de Ramón Chao al libro de González Rodríguez como “una novela sin ficción”6 es muy acertada. La calidad literaria del relato —donde la crónica, el relato, el ensayo y la narración se entrelazan de una manera inseparable— le otorgan una dimensión única en este tipo de literatura. El mismo autor declara: “Actualmente, el estatuto literario debe estar en ser capaz de hacer una denuncia con un esfuerzo expresivo que permita que se mantenga más allá de lo noticioso”.7 De esta manera, el filtro de la narración, con el magistral equilibrio que logra el autor entre la objetividad y la empatía y sin caer nunca en la morbosidad o en la nota amarilla, hace a la vez soportable lo inaudito y le otorga cuerpo (narrativo) visible a los cuerpos (de las víctimas) ocultos y negados por las autoridades.

Que el tema tratado tan lúcidamente por González Rodríguez se ubica en ese espacio límite entre los géneros, lo prueba la simbiosis que realizaría el gran escritor chileno Roberto Bolaño, quien en su novela póstuma 2666 recrea la tragedia de Juárez reubicándola en la ficticia ciudad de Santa Teresa (gemela de Ciudad Juárez). A la vez, en un gesto de reconocimiento literario, Bolaño incluye al mismo González Rodríguez como personaje de la novela. Bolaño, quien residió en México durante muchos años, mantuvo intenso contacto epistolar con el autor de Huesos en el desierto, y se nutrió incansablemente de sus investigaciones. Ambos sentían que el tema de las muertas de Juárez simbolizaba un punto extremo de disolución de valores que la sociedad mexicana sufría y sufre aún hoy. Ambos canalizaron sus inquietudes a través de la creación: Bolaño dedicándole una parte de su monumental novela póstuma; González Rodríguez con ese testimonio único sobre una etapa que representa una herida aún no cerrada en el corazón de México.

En esta tercera edición, diez años después de su primera visita a la frontera, el balance es desalentador. Luego de siete décadas de presidencialismo autoritario y de régimen de partido único, la fe en el cambio democrático en México se transformó en una sensación de fracaso y mentira. El gobierno de Vicente Fox, señalado por González Rodríguez como parte de esta conspiración de silencio y encubrimiento, no estuvo a la altura de las circunstancias. Aportó muchas medidas cosméticas pero ninguna solución. Los culpables siguen en libertad, los crímenes no están solucionados, los asesinatos continúan. El autor dirige también una crítica severa a muchos medios de comunicación —sobre todo electrónicos— que, sin cuestionamiento alguno, sólo se han limitado a reproducir la versión oficial de los hechos, contribuyendo así a alejarnos cada vez más de las incómodas verdades de fondo. El ejemplo más lamentable es el eco de esos medios a la versión degradante de las autoridades, que han acusado a las jóvenes asesinadas de malas costumbres, prostitución o “doble vida”. Como si no fuera suficiente con la enorme tragedia de una muerte alevosa y cruel, muchos familiares debieron además escuchar las descalificaciones oficiales de sus hijas. Lo cual, a pesar de en la gran mayoría de los casos no ser verdad, es un argumento que en nada disminuye la gravedad del crimen.

Muchas veces, en distintas entrevistas, el autor ha respondido con la paciencia y la cortesía que le es habitual, a las mismas preguntas, reiteradas una y otra vez por distintos entrevistadores: ¿por qué un intelectual y literato como él se decidió a investigar estos casos tan siniestros y abrumadores? y ¿de dónde saca fuerzas para continuar con la investigación luego de tantas amenazas, acosos, persecuciones? La respuesta, con variaciones, es siempre la misma: una suerte de imperativo moral, de desafío intelectual y ético, del cual el autor intenta estar a la altura: “La pesquisa sobre el femicidio en Ciudad Juárez era una suerte de reto intelectual y ético que debí enfrentar (...); escribir y publicar un libro acerca de un drama como el femicidio en Ciudad Juárez implica cierta predestinación que hay que asumir, una experiencia que acompaña toda la vida”.8 Una suerte de destino, elección vital o toma de posición. Y un convencimiento de que la labor del intelectual, ahora y siempre, ha sido la de combatir a la barbarie.

Mauricio Montiel Figueiras, en su excelente ensayo “El perímetro del mal”, sobre el libro de González Rodríguez, dice: “indignación y azoro: ésas son las emociones que genera la lectura de Huesos en el desierto”.9 Indignación ante el silencio y la indiferencia de las autoridades. Azoro no sólo ante la abyección de los crímenes, sino también ante el coraje del autor. A esas emociones quisiéramos agregar una tercera: la esperanza. Ante las tinieblas de la complicidad, el olvido y la impunidad, debemos creer en el coraje, la fuerza y la esperanza de quienes, como el autor y muchas otras personas que luchan por la justicia y el esclarecimiento de los crímenes, triunfen. Contra el olvido, la escritura. Contra la barbarie, la esperanza. Las “muertas sin fin” siguen esperando por su reivindicación y las mujeres de Ciudad Juárez por su derecho a algo tan elemental como el derecho a la vida. Huesos en el desierto seguirá siendo una herramienta fundamental en ese reclamo por la dignidad y la justicia.

 

Notas

  1. “Las mujeres de Juárez”, corrido interpretado por el ya célebre grupo Los Tigres del Norte, forma parte de su álbum Pacto de sangre, del 2004. El grupo mexicano, con ya más de treinta años de trayectoria, ha triunfado no solamente en su país y en los Estados Unidos, sino en gran parte de Sudamérica, Europa y Asia. Todavía se los reconoce como los iniciadores de los denominados “narco-corridos”, debido a que uno de sus primeros éxitos, la canción “Contrabando y traición” (1973), se refiere justamente al narcotráfico, pero en la actualidad el grupo aborda todo tipo de temáticas, destacándose siempre el interés por temas sociales de actualidad.
    Pacto de sangre, del 2004, se colocó en el primer lugar de ventas en México y en los Estados Unidos a sólo dos semanas de editado. A los pocos meses ya había vendido más de 50.000 unidades en el país azteca, lo cual hizo merecedores a sus intérpretes de un Disco de Oro. En este álbum se incluye el tema “Las mujeres de Juárez”, escrito por Paulino Vargas para el grupo e interpretado por Jorge Hernández, y se refiere, justamente, a los asesinatos en serie de mujeres jóvenes, en su mayoria trabajadoras de maquila, de la ciudad fronteriza de Juárez (ver letra completa aquí).
    El tema “Las mujeres de Juárez” fue prohibido por el entonces alcalde de esa ciudad, en el Estado de Chihuaha, quien solicitó personalmente a las radios locales que no lo transmitieran, por los “efectos negativos” que podría tener sobre los negocios en la zona (!), lo que, al parecer, tendría más importancia para el alcalde que la vida de más de 400 mujeres. Uno de los integrantes del grupo, Hernán Hernández, no anda con rodeos cuando declara su opinión sobre lo acontecido: “—Si les preocupa la imagen de la ciudad, pues que vayan y hagan algo con lo que allí sucede. No puede ser que vengan a reaccionar recién cuando aparece una canción. Ya es tarde”.
    Otros éxitos de este grupo son las canciones “El santo de los mojados”, sobre la enorme cantidad de indocumentados que intentan cruzar la frontera con los Estados Unidos, y “La jaula de oro”, que cuenta la historia de un hombre que ve cómo en el país del norte su familia ha ganado en prosperidad pero ha ido perdiendo gradualmente su identidad de mexicanos. Los Tigres del Norte representan la denominada “música mexicana norteña de contenido social”.
  2. Ciudad Juárez es uno de los 67 municipios del Estado de Chihuahua, el más grande de México. La ciudad está situada en el desierto, en la frontera con los Estados Unidos. Separada de ese país y de la ciudad norteamericana de El Paso por el Río Bravo, es hoy día la ciudad más poblada del Estado de Chihuahua, con cerca de 1.300.000 habitantes. Su ubicación en la zona fronteriza y la explosión del establecimiento de la industria maquiladora a partir de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio (TLC) con los Estados Unidos en 1994, ha producido durante la última década un desarrollo importante en la zona pero también ha generado una cultura del aprovechamiento puesto que la lucratividad de la actividad maquiladora en gran parte se sustenta en los bajos salarios de sus empleados, en su mayoría mujeres. Ciudad Juárez sufre también la presencia establecida de los carteles del narcotráfico, que, en combinación con la corrupción y la complicidad de las autoridades locales, ha generado alto niveles de violencia, gozando hasta ahora de una impunidad sorprendente. (Ver Informe de Amnistía Internacional: “México: muertes intolerables: diez años de desapariciones y asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez y Chihuahua” [2003]).
  3. El carácter misógino de la violencia desatada en Ciudad Juárez lo pintaría con crudeza y claridad la reconocida escritora mexicana Elena Poniatowska: “El problema de las muertas de Juárez es de impunidad y de misoginia, como deja muy claro González Rodríguez. Mujeres de 14 y 15 años han sido encontradas muertas en Ciudad Juárez sin que el gobierno se preocupe por esos asesinatos, convirtiéndolos en los más despiadados de México. ¿Por qué no hay reacción? ¿Por qué siguen libres los victimarios de las mujeres? En 1985, después del terremoto del 19 de septiembre, las últimas en ser rescatadas fueron las costureras de las fábricas de San Antonio Abad. ¿Por qué? Porque eran mujeres, trabajaban sin seguro social en talleres clandestinos y las consideraban igual que basura. Lo mismo sucede con las muertas de Juárez” (...). ‘Las mujeres no valen nada, puede matarlas cualquiera’, concluyen las autoridades, como corrobora el libro Huesos en el desierto. Como un kleenex, un vaso de plástico de usar y tirar, un plato desechable, la vida de 300 muchachas se ha ido por el caño”.
    Lo mismo dirá Juan Álvarez en su reseña de Huesos en el desierto: “El fenómeno criminal que desde hace más de trece años se cierne sobre Ciudad Juárez y en general sobre el Estado de Chihuahua, tiene los rasgos de una epidemia social de cariz misógino: a las mujeres se las está violando y asesinando porque, culturalmente, la sociedad patriarcal las ha construido como valor de cambio”.
  4. “La inocencia sepultada. Entrevista con Sergio González Rodríguez”. Roberto García Bonilla. En: Espéculo. Revista de Estudios Literarios. Universidad Complutense de Madrid, 2004.
  5. González Rodríguez, Sergio. Huesos en el desierto. Anagrama, Barcelona, 2005, 3ª ed. Postfacio, p. II. Véase también: “Efecto Garzón revive la esperanza en caso Ciudad Juárez”.
  6. Ramón Chao en Le Monde Diplomatique, edición española.
  7. “México se ha degradado completamente”. Entrevista a Sergio González Rodríguez por Francesc Relea. Babelia, 18.02.2006.
  8. “Tumbas a ras de la tierra”. Entrevista a Sergio González Rodríguez por Martín Pérez, Página /12, Buenos Aires, 16.07.2006.
  9. “El perímetro del mal”. Mauricio Montiel Figueiras.