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Otra vez la rumba

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Ciudad prestada

Cae la tarde nuevamente
sobre esta ciudad prestada
en la que vivo
y sobrevivo tus ausencias,
no es difícil recordarte,
pues llevo tu aroma enredado
en las ramas de mi mente,
por ejemplo,
recuerdo que te amaba,
que amaba tu risa
y la forma como me veías.
En esta ciudad de calles frías
bajo un cielo que yo no reconozco
busco la sombra de tu cuerpo
caminando junto al mío
y sencillamente no la encuentro.
No me duele la ciudad
con sus calles ajenas,
ni el silencio,
ni el cielo desconocido,
lo que duele es la certeza
de saber que ya no volverás
a estar conmigo,
que las aves de tus manos
vuelan ajenas y la luz de tu sonrisa
ilumina otros caminos.
Voy a seguir recordándote
en esta tarde que cae
sobre mi ciudad prestada,
voy a buscar sombras
que acompañen a mi cuerpo,
quiero oír que alguien se ría,
quiero conocer de nuevo el cielo.

 

Verbos

Es una mujer llena de verbos,
los lleva en todo el cuerpo,
saltan de su pelo a la hora del amor,
te tropiezas con ellos en su sur y en su norte,
los sorbes de su lengua y sus labios,
¡está inundada de verbos!
Envuelto en su piel he aprendido a
morder,
besar,
tocar,
chupar,
acariciar,
          sentir,
                        comer,
                                       amar,
                                                      quemar,
                                                                         gozar,
                                                      gritar,
                                       venir,
                        entrar,
          mover,
subir,
bajar,
llorar,
reír,
cantar...
Ella inventa verbos cada día
y es mi deber el descubrirlos,
por eso acudo cada noche
al diccionario de su cuerpo.

 

Rumba

El viento se enreda y desenreda en tu cintura
y te vas convirtiendo en torbellino,
de pronto eres un caos eólico vestido de mujer,
tus pies dibujan el mundo sobre la arena de la playa,
naces en cada giro,
mueres en cada nota.
El tum tum del tambor
se confunde con el de tu corazón,
corazón coraza que se esconde
y que me mata si lo veo.
Yo soy la noche que te envuelve,
la luz lunar que ahora te baña,
sigo el ritmo de tu danza y me caliento
como se calienta la playa
con el golpear de las olas,
baila rumba,
baila, baila.
Abre la arena y siembra deseos
en la playa vieja de mis recuerdos,
enciende mi mirada porque ya no sé
cómo ver las cosas cotidianas.
Mientras tus brazos se elevan
buscando algo en la oscuridad del cielo,
yo comienzo a temblar
al ritmo del vaivén de tus caderas,
baila rumba,
baila, baila.
Mátame esta soledad que crece en mí
desde nuestro último encuentro,
sigue perfumando esta noche oceánica
con el sudor de tus poros en movimiento,
no dejes que me caiga de tus senos
no permitas que mis manos se alejen de tus nalgas,
baila rumba,
baila, baila.

 

Me gustas desnuda

Cuando lo deshabito
es tu cuerpo desnudo
como una playa solitaria,
un territorio de arena hirviente
adonde llegan las olas de un mar invisible
que lo arrulla con su caricia y su murmullo.
Me gustas desnuda y adormecida
con mi simiente mojándote por dentro
y mi mirada cobijándote por fuera
para que sólo lo invisible pueda tocarte.
Me gustas desnuda y satisfecha,
cerrados tus ojos y viva tu sonrisa
con la sensación de mi carne
inundando aún tus recónditos resquicios.
Me gustas desnuda y desvalida
ofreciendo tus senos al espacio
indefensos corazones palpitantes
coronados por tentadoras flores negras.
Me gustas desnuda y solitaria
sin más destino que mis ansias,
tus piernas abiertas me recuerdan
cuán dulce puede ser una locura.
Me gustas desnuda y prometida
ya espero impaciente tu regreso
a la vigilia de mi mundo,
el mar invisible se ha marchado
es mi turno de habitarte nuevamente
ya es la hora de volver a mi refugio.

 

El silencio de los amantes

El silencio de los amantes
es la balanza de la locura,
está repleto de miradas
y toques mágicos,
de mensajes y de caricias.
El silencio de los amantes
es una nube
que los envuelve y los aísla,
que los hace flotar
en el agua de una mirada
o en la sombra de una ojera.
El silencio de los amantes
detiene el tiempo
y trastoca las leyes de la naturaleza,
es así que se ha sabido
de qué color es el deseo
y se ha podido establecer
el peso exacto de un suspiro.
El silencio de los amantes
es la cuna del pecado y del perdón,
es el inicio y el fin de los apetitos,
el regalo de algún Dios.
El silencio de los amantes
es cosa sagrada,
viene después del amor
o aparece unos segundos
antes de una nueva batalla.

 

Sol por dentro

Llevas el sol encarcelado bajo tu piel,
se te escapa por los poros
en las noches de nuestros encuentros
en forma de gotas luminosas y calientes
que guían mi lengua y mis labios
hasta el aleph de tu cuerpo,
en donde guardas
el manjar con que me alimento.
Sabes a sol y a luz,
sabes a lumbre que se libera
con ganas de ser incendio,
lumbre que me funde,
que me provoca jadeos.
Cuando te cabalgo a trote,
como se cabalga en la llanura,
dejo que tu sudor de sol me queme
y soporto con delicia tal tortura.
En las piernas llevo las marcas
de tu calor intenso,
no existe mi noche
si no llega tu orgasmo,
no vive mi cuerpo
si no estás a mi lado.
Busco apagar con mis aguas
ese sol que llevas dentro,
me quiero clavar en ti como en el desierto
quiero salir cansado, quemado, seco,
feliz de sobrevivir a tan dulce infierno.
Llevas un sol,
un sol por dentro...

 

Las seis

Cuánto espacio queda
sin luz cuando te vas,
cómo duelen los minutos
en que vagas por el mundo
negándole a mis manos
el calor de tus caderas,
negándome la claridad.
Si te busco y tú no estás
caigo en manos de la prisa
camino por las calles
empapado en tu recuerdo,
buco en vano tu aroma
en los burdeles de mi barrio,
en las cantinas de mi soledad.
Cómo duele que no sean otra vez las seis
para ahorcarnos mutuamente
con las cuerdas del deseo,
prometiendo no olvidarnos
si encontramos otros cuerpos,
ofreciéndonos los mares,
los altares, los recuerdos,
las caricias contenidas
y mis ganas de entregarme,
este miedo de ofenderte
y el terror de no llenarte,
tú,
la noche de tu pelo
yo,
el puñal bajo mi vientre,
las batallas en tu lecho
espantándonos la muerte.

Cuánta noche fría
embarrándose en mis piernas,
cuánto tiempo congelado
sin herirte con mi lengua,
qué dolor provocan
en mi cuerpo tus ausencias
tengo miedo que una noche ya no vuelvas.
Cómo extraño tus temblores,
tus olores,
tus caricias,
las espinas de tu boca,
tus encantos,
tu sonrisa,
la manera en que me miras,
tus piernas de seis a siete,
la bravura de tus senos
y tus ganas de perderte.

 

Religión nocturna

Déjame borrar mis pecados
comiendo el pan de tus senos.
Déjame mojar mis labios,
mi lengua y mi garganta
con el vino que tu cuerpo regala
cuando estás estremecida.
Quiero traicionarte con mis besos,
flagelar tu carne con
el látigo de mi deseo
y entregarte después al sacrificio
en la cruz de mis ansias contenidas.
Déjame condenarte a ser
mi religión nocturna,
a que mueras cada noche
conmigo, en mí, por mí, para mí.
Quiero arder eternamente
en el infierno de mi culpa.

 

Nido de sombras

Yo era un ave
volando en la brisa de tu aliento,
haciendo cabriolas en tu espacio,
buscando el calor de tus muslos
troncos de un árbol
que florecía sin ser primavera
y me cobijaba con su ramas.
Volé como jamás había imaginado,
aprendí contigo que mis alas
podían ser de fuego
y que mi alimento se escondía
al sur de tus montes
más allá del valle de tu vientre,
por eso dejé de volar sin dirección
y me quedé a habitarte,
me quedé a calentarme para siempre
en tu nido de sombras.