Letras
Huellas

Comparte este contenido con tus amigos

I

Surcando oscuros mares
en su fuerte navío,
en medio de las olas
que la tormenta agita;
ordena
y vocifera,
increpa al fuerte viento,
y a la profunda noche
que armada de relámpagos
y cañones de fuego
le ataca sin piedad.

 

II

Su grito penetrante
recorre aquel navío
maldiciendo mil veces
a su suerte,
a la noche,
y al marino que invoca
una plegaria.

 

III

Y perdido en la noche
el rumbo de su viaje,
escruta el cielo inmenso
sin encontrar la estrella
que esconden las tinieblas
y entre gritos
y golpes
y el olor de la muerte,
arroja sus tesoros
al fondo del abismo
como ofrenda a la noche
y a los mares sombríos.

 

IV

Y ve pasar la muerte
cargada de marinos.
¿Hacia qué mundo vas,
intrépido corsario?
Estás solo
y rendido
en tu nave enlutada;
ya no maldices.
¡Callas!

 

V

Y sin curso,
a la deriva,
ve pasar sus recuerdos
y se pierde en la nada.
ya no hay viento,
ni olas,
ni tormenta;
sólo muerte
y silencio...

 

VI

Y llegaste
cargado de nostalgia,
de aventuras.
Y pisaste
la arena de otras playas,
de mis playas.
Ya estás aquí,
no añores nada,
que este cielo que contemplas
te esperaba.
Y esta tierra,
te ofrece generosa
su belleza salvaje.

 

VII

Y en círculos de tiempo,
te quedaste con tus sueños
para no regresar.
Aquí tienes tu vida.
Aquí tienes tus hijos.
Aquí tienes tus huellas.

 

VIII

Ya no hay nave,
ni tesoros,
ni aventuras,
sólo tiempo
y recuerdos...

 

IX

¡Dos siglos..!
tal vez más...
y aquí estoy;
y escucho entre las olas
el murmullo del tiempo.
¿O es acaso tu alma
que le susurra al viento?
¿O el rumor de tus pasos
en la arena?

 

X

Aquí estás,
perdido entre un laberinto de corales
que emergen sorprendentes;
con tus recuerdos
y tu soledad.

 

XI

Ya tu voz
no suena amenazante,
ya sólo dejas
huellas en el tiempo.
En la noche que abraza
tu arena
y tus corales.

 

XII

Tus huellas en el tiempo
aguardan
en la arena;
en tanto que se alejan
los rugientes cañones
del galeote perdido
y la tarde se roba
tu celeste mirada
que buscaba con ansias
la estrella de otro cielo.

 

XIII

Tus huellas en el tiempo,
aros encadenados
a la orilla del mar,
que con pesar suspiran
cuando escuchan,
el grito de las olas
al romperse en las rocas.

 

XIV

Esos gritos...
Esas voces...
Ese rumor
que danza
entre las sombras;
son tus hijos,
tu simiente.

 

XV

Son las voces
de tus hijos
dejadas al viento,
como ecos
entretejidos
con hilos invisibles
que en las ondas del tiempo
se acercan
y se alejan.

 

XVI

Aquí estamos,
siempre
mirando al mar;
siempre dejando huellas
en la arena.

 

XVII

Y vagando solitario
en la noche perdida,
te persigue el graznido
de las aves nocturnas,
te persiguen las voces
y los rostros de ayer
y con sus fuertes garras
te aprisionan las sombras.

 

XVIII

Te entregaste
a un eterno olvidar,
sin lucha;
te quedaste en la sombra,
sepultando tu alma
tras muros de silencio
y soledad.

 

XIX

Tus ojos...
siempre mirando al mar.
Tus pies...
siempre dejando huellas
en la arena.

 

XX

Quedaste
encadenado
por el tiempo,
en esta playa
erizada de rocas;
contemplando el embrujo
de ese tapiz viviente
que emerge
ante tus ojos.

 

XXI

Mezcla de la embriaguez
de los rubios marinos,
de la sonrisa
de nativos felices
y el aliento oscuro
del esclavo.

 

XXII

Son sus errantes huellas
en el tiempo,
aros encadenados
a la orilla del mar.

 

XXIII

Y hoy...
te fuiste, tú también,
tras quimeras
lejanas e imposibles,
en esa noche
que ahogó tu voz,
que se robó
tu mirada serena
y atrapó
el rumor de tus pasos
silenciosos,
que se perdieron
en la lejana noche.

 

XXIV

Ya no estás...
Ya la rueda del tiempo
aprisiona tus sueños,
ya vas tras las errantes huellas
a la orilla del mar.

 

XXV

Déjame oír
ese silencio
espeso.
Ese silencio...
que te ronda,
que te abraza,
y que se fue contigo
a la orilla del mar.

 

XXVI

Déjame mirar
tus huellas en la arena.
Déjame sentir
tus sueños para hacerlos míos,
y seguir esa ruta
de añoradas quimeras
que buscaste con ansias.

 

XXVII

Déjame encontrar
tus recuerdos,
tu cielo,
tu estrella perdida,
tu pesada nostalgia.

 

XXVIII

Mientras el círculo
que encierra,
que atormenta,
que aprisiona
los pasos de tus hijos;
se desliza en el tiempo
para iniciar su ronda.

 

XXIX

Y buscando
la ruta de tus sueños,
me atraparon
las redes,
tejidas por el viento;
me golpearon
las olas,
contra la roca dura.

 

XXX

Y cabalgando en ellas,
me topé con tu estrella perdida
y con tu negra noche.
Y oí tu voz.
Y sentí tus huellas
en la arena
para seguir tras ellas en el tiempo.