Sala de ensayo
Visiones decimonónicas de América:
Martí y Sarmiento
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Domingo F. Sarmiento y José MartíA don Ignacio Soldevila Durante

El escritor cubano José Julián Martí Pérez (1853-1895) escribió en la ciudad de Nueva York, entre 1881 y 1895, crónicas que exponen y examinan los efectos finiseculares de la política estatal en contra de las minorías étnicas en los Estados Unidos de América e Hispanoamérica, particularmente en Argentina, país dominado por el capital inglés, y cuya base ideológica se encuentra en el proyecto de nación contenido en Facundo: civilización y barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga (1845), del argentino Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888).

Es nuestro propósito subrayar objetivamente que el ensayo Nuestra América (1891) y varias crónicas neoyorquinas de Martí, integran un discurso sociohistórico y político que sopesa y contradice la posición ideológica de Facundo: civilización y barbarie. Obra que sustenta el proyecto genocida llevado a cabo en la Argentina de la segunda mitad del siglo XIX, con el fin de implantar una civilización de ascendencia europea basada en el modelo capitalista de desarrollo de los Estados Unidos. La visión de Martí se efectúa dentro de un marco conceptual alejado del eurocentrismo decimonónico para demostrar los estragos y consecuencias del racismo y la política supremacista blanca de los Estados Unidos y Argentina, como un peligro latente en Hispanoamérica. Por este motivo, consideramos necesario realizar un estudio revisionista que explique el contexto racista de Facundo, ya que éste continúa siendo minimizado en la mayoría de los círculos académicos, enfocados primordialmente en la exégesis del estilo de la prosa o el contenido histórico del texto.

José Emilio Pacheco advierte que Martí no estuvo presente en los hechos, pero recogía las noticias de los periódicos de la época para dar a la crónica un alto contenido intelectual y estilístico. Según Pacheco, las crónicas de Nueva York son reportajes que le otorgan a Martí ser el primer escritor que investiga con el ánimo de diseminar ideas y educar al lector.1 Destacan sus colaboraciones en La Opinión Nacional de Caracas, La Naciónde Buenos Aires, El Partido Liberal de México y La América de Nueva York.2

Con una actitud vehemente, Sarmiento justifica la colonización española y la supuesta supremacía racial y cultural de origen europeo en Argentina:

Habían antes de 1810 en la República Argentina dos sociedades distintas, rivales e incompatibles; dos civilizaciones diversas: la una española, europea, civilizada, y la otra bárbara, americana, casi indígena; y la revolución de las ciudades sólo iba a servir de causa, de móvil para que estas dos maneras distintas de ser de un pueblo se pusiesen en presencia una de otra, se acometiesen y después de largos años de lucha, la una absorbiese a la otra (Facundo, 64).

A guisa de contrapunto, Escenas norteamericanas (1900) presenta imágenes de una sociedad sujeta a un impetuoso deseo de homogeneización económica, cultural y racial. Martí escribe para que sus lectores latinoamericanos visualicen y entiendan, entre otros temas, la problemática social en los Estados Unidos: un país joven y en pleno crecimiento. Así, Escenas norteamericanas describe la realidad cotidiana de un ámbito que su autor conoció a fondo,3 tal y como lo corroboran sus títulos: “El problema negro” (12: 335); “Negros y blancos” (12: 277); “Los indios de Norteamérica” (9: 293); “Bosquejo del problema indio”; “Política del presidente Cleveland con los indios” (10: 321); “Los indios, los soldados y los agentes del gobierno en el territorio indio” (10: 287); “El problema indio en los Estados Unidos” (10: 371); “Los últimos indios” (12: 287), etcétera. De este modo, observa Juan Carlos Ghiano, Martí

buscó que los países de la América española conocieran con veracidad a los Estados Unidos; de esta manera se evitaría la admiración indiscriminada que manifestaron escritores y políticos de la mitad del siglo XIX, Sarmiento entre ellos (24).

Martí entendió el impacto general de la política demográfica hacia las minorías étnicas de Estados Unidos como grave riesgo para el avance de Latinoamérica. Esta toma gradual de conciencia surgió frente a los resultados del proyecto de nación argentino del siglo XIX, donde el indio había sido conquistado y excluido, subraya Martí, “anonadado bajo la formidable presión blanca [...]” (Nuestra América, 5: 100). En consecuencia, Nuestra América incluye planteamientos ideológicos que contrarrestan la presencia histórica del arquetipo de desarrollo estadounidense que cautivó a Sarmiento,4 y lo condujo a la eliminación personal de indígenas, negros y gauchos. Una realidad que Martí aborda en las crónicas “Mensaje presidencial” (1888), “Tipos y costumbres bonaerenses” (1889) y “La pampa” (1890).

Varias páginas de Facundo enfatizan en la superioridad racial y cultural “de los pueblos de procedencia europea” (236), y reflejan la obsesión de Sarmiento por establecer en Argentina una civilización libre de los “salvajes” (257) de la pampa, cuyo estilo de vida y fuerza política representan un obstáculo para el desarrollo idealizado por él. Según Leopoldo Lugones: “El Facundo constituye todo el programa de Sarmiento. Sus ideas literarias, su propaganda política, sus planes de educador, su concepto histórico, están ahí” (165).

El discurso de las crónicas martianas ofrece una visión madura, libre de prejuicios raciales; el objetivo del pensador cubano es ofrecer una solución a las apremiantes necesidades de los pueblos heterogéneos que habitan desde el río “Bravo a Magallanes”5 (Nuestra, 1: 22), y a la vez evitar el influjo neocolonialista en América Latina. Leopoldo Zea comenta que el “ideal a alcanzar por los países del sur, poco después de su emancipación frente a la Colonia, podría quedar expresado en la frase del argentino Domingo F. Sarmiento: “Seamos los Estados Unidos de la América del Sur” (13). No obstante, y antes de concluir el siglo XIX, las ideas de Martí ofrecían ya una respuesta directa al programa de Sarmiento:

Los jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa, y la levantan con la levadura de su sudor. Entienden que se imita demasiado, y que la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación. El vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino! Se entiende que las formas de gobierno de un país han de acomodarse a sus elementos naturales [...]. Surgen los estadistas naturales del estudio directo de la Naturaleza. Leen para aplicar, pero no para copiar. Los economistas estudian la dificultad en sus orígenes. Los gobernadores, en las repúblicas de indios, aprenden indio (Nuestra América, 18-19).

Los efectos genocidas de la dinámica social estadounidense, permitieron a Martí examinar los yerros históricos del proyecto político argentino. En Nuestra América desenmascara a Sarmiento con la intención de evitar la propagación de una ideología basada en el odio racial, y por lo tanto impráctica a la realidad étnica y necesidades de América Latina:

Ni el libro europeo, ni el libro yankee, daban la clave del enigma hispanoamericano. Se probó el odio, y los países venían cada año a menos [...]. De nuestra América se sabe menos de lo que urge saber, aun por aquellos que fungen de opinadores en las cosas públicas y celebran a los Estados Unidos con tanta pasión como la que ponen en denigrar a los demás pueblos de América, sin conocer de éstos ni aquéllos más que la engañosa superficie (Nuestra,1: 18, 37).

Martí provee opciones que se ajustan a la idiosincrasia americana, e indica que no “hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza” (Nuestra, 1: 11-12). Hans-Otto Dill asevera que “rechaza la falsa erudición por ser producto de otra sociedad; lo natural aparece, en Martí como lo positivo; la falsa erudición, que sustituye a la civilización del pensador argentino, deviene lo negativo” (127). La implícita veracidad de las tesis martianas, rectifican la prédica sarmientista:

Los pensadores canijos, los pensadores de lámpara, enhebran y recalientan las razas de librería, que el viajero justo y el observador cordial buscan en vano en la justicia de la Naturaleza, donde resalta, en el amor victorioso y el apetito turbulento, la identidad universal del hombre. El alma emana, igual y eterna, de los cuerpos diversos en forma y en color. Pero contra la Humanidad el que fomente y propague la oposición y el odio de las razas (Nuestra, 1: 21).

Las ideas planteadas en Nuestra América son una respuesta colectiva y racional a la diatriba racial del Facundo que, de hecho, propició la eliminación de gente considerada inferior en el ideario de nación:

Las razas americanas viven en la ociosidad, y se muestran incapaces, aún por medio de la compulsión, para dedicarse a un trabajo duro y seguido. Esto sugirió la idea de introducir negros en América, que tan fatales resultados ha producido (Facundo, 34).

En el mismo libro, y en torno a la resistencia social y política de la población negra argentina, aparece esta opinión: “Felizmente, las continuas guerras han exterminado ya la parte masculina de esta población [...]” (232). Otros textos de Sarmiento demuestran un desprecio explícito hacia el amerindio, asignándole un carácter de inferioridad, y se le cataloga como un salvaje, bárbaro y ladrón.6 Por consiguiente, y conforme a los resultados del proyecto argentino, esta actitud revirtió histórica y progresivamente en otros habitantes de la pampa que, antes de su exterminio, habían sido ya excluidos por Sarmiento:

Los jefes mazorqueros, ó gauchos, a los que llaman desheredados, no tendrán parte en el gobierno de Buenos Aires, sin una lucha de vida ó muerte, no con el gobierno actual, sino con una mayoría de población [...] (Obras de D. F. Sarmiento, XVI: 299-300).

En 1799, el geógrafo alemán Alexander von Humboldt y el naturalista francés Aimé Bonpland realizaron una serie de viajes de exploración en la América del Sur. Iniciaron la jornada en el norte de Venezuela, hasta los ríos Orinoco y el Casiquiare. Llegaron hasta el norte de los Andes, y recorrieron las mesetas andinas, observando cuidadosamente la flora de cada región; además escalaron casi hasta la cima del Chimborazo, que en aquel entonces se pensaba que era el pico más alto del mundo (6.272 m). De ahí se encaminaron hacia Perú, siguiendo la ruta de los Andes. En el transcurso del siglo XIX, seguirán su ejemplo varios europeos, entre ellos el inglés Charles Darwin en 1831 (Caviedes, 12-14) (Trad.).7

Humboldt, en sus recorridos por las pampas o llanos, entendió el valor potencial de los abundantes recursos naturales que aparecían ante sus ojos. Estas observaciones fueron incluidas en su Personal narrative of travels to the equinoctial regions of America during the years 1799-1804 (1818). La misma naturaleza e información sobre los suelos fértiles argentinos, condujo a Sarmiento a elaborar planes futuros demográficos y de explotación agrícola-ganadera:

el “nuevo gobierno” establecerá grandes asociaciones para introducir población y distribuirla a orillas de territorios feraces [...] y sucederá lo que en Norteamérica [...] que se han levantado como por encanto ciudades, provincias y Estados, en los desiertos [...] (Facundo 257).

A diferencia de Sarmiento, Humboldt percibía a “la naturaleza como un todo, y al hombre como parte de éste” (Botting, 259) (Trad.). En este medio ambiente los pobladores de las majestuosas llanuras, acorde a la visión del sabio alemán, se mimetizan con el paisaje y logran llevar una existencia opuesta al ideal civilizador decimonónico. Para Sarmiento, como hemos referido previamente, la “ciudad es el centro de la civilización argentina, española y europea [...]” (Facundo, 35). Un testimonio de aquella época, Viajes por la América del Sur: 1847-1848, de Samuel Greene Arnold (1951), relata también la situación de los indios de la pampa que obstaculizan el desarrollo de los asentamientos humanos europeos y criollos en la Argentina (Greene, 181-199). Además del influjo de Humboldt, Sarmiento desarrolló una concepción del desierto y sus habitantes, basándose en el Lazarillo de ciegos: caminantes desde Buenos Aires hasta Lima (1773), de Alonso Carrió de la Vandera alias “Concolorcorvo”. Sobre los habitantes de la pampa, opina Carrió de la Vandera:

Son traidores, y aunque diestrísimos á caballo y en el manejo de la lanza y bolas, no tienen las correspondientes fuerzas para mantener un dilatado combate. Siempre que han vencido a los españoles, ó fué por sorpresa ó peleando cincuenta contra uno, lo que es muy común entre indios contra españoles y mestizos (53).

El Lazarillo de ciegos es una obra que manifiesta un marcado desdén hacia los indios pampas, a quienes considera ladrones (31), bárbaros (319), piojosos (183) y “sumamente inclinados al execrable pecado nefando” (53). Describe a los gauchos como seres palurdos, ladrones, holgazanes (33-34), cantores de coplas horrorosas (172); y a los negros como bárbaros y groseros (325-326).

Desde entonces, Concolorcorvo indicaba la fertilidad y riqueza potencial del suelo argentino; sugiere que podría ser explotado por “la centésima parte de los pequeños y míseros labradores que hay en España, Portugal y Francia [...]” (177). Concolorcorvo asimismo establece un parámetro ideológico que influyó a Juan Bautista Alberdi (1810-1884) que, al igual que sus coetáneos, propugnaba la migración europea para poblar y civilizar la Argentina (Crow, 596-597). Alberdi expone gran parte de sus ideas en el libro Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina (1852). La visión de Alberdi compagina con el proyecto de Sarmiento, ya que, según Lewis Hanke, Alberdi propone y defiende la migración europea, el trabajo duro y la construcción de vías ferroviarias; plantea la necesidad de atraer la inversión de capital extranjero, la prosperidad, organización, educación y paz basándose en el modelo estadounidense de George Washington (75) (Trad.).

Un comentario del Lazarillo de ciegos delinea el contraste entre civilización y barbarie, tema fundamental para Sarmiento:

Por pueblo bárbaro tengo á aquel que no está sujeto a leyes ni á magistrados, y que finalmente vive á su arbitrio, siguiendo siempre sus pasiones (319).

Con base a este punto de vista, Sarmiento ve al habitante del desierto como un elemento irredento de la naturaleza, que debe ser conquistado y redimido por la cultura que emana de Europa.

John A. Crow reitera que Sarmiento, en la búsqueda e implantación del ideal civilizador, demuestra un odio exacerbado hacia la inhumanidad de los gauchos, a quienes desea eliminar para realizar su labor en la ciudad (578). Un hecho que Eduardo Galeano corrobora al señalar que en 1862, Sarmiento escribe al entonces presidente de Argentina Bartolomé Mitre (1821-1906): “No trate de economizar sangre de gauchos, es lo único que tienen de humano. Éste es un abono que es preciso hacer útil al país [...] (Las venas abiertas de América Latina, 289). El mismo año, Mitre desató campañas de exterminio de gauchos en las que participó activamente Sarmiento. En sus Obras completas, Mitre expresa el deseo de extirpar la barbarie del desierto para derramar “las semillas de la civilización” (XIII-198).

Ante la obsesión de crear una civilización argentina, en 1869, se aprueban leyes para cercar la pampa con alambre de púas traído por el inglés Richard Newton. Esta misión significó una lucha histórica a muerte, pues el gaucho no podía concebir su existencia sin el caballo y la pampa en un ámbito delimitado por el alambre de púas. Irónicamente, en 1879, el general Julio Argentino Roca —gracias al apoyo de un ejército de gauchos— derrota en definitiva a los indios pampas del sur de Argentina (Crow, 601, 594, 578) (Trad.).

Durante la conquista del desierto argentino, subraya Hanke, al gaucho se le convierte en un insignificante peón de rancho. Los indígenas son eliminados y desplazados de la pampa para dar paso a una impresionante transformación económica, agrícola y ganadera que satisface el apetito de Europa.8 El trabajo de millones de inmigrantes europeos cambia el paisaje de la llanura con cercas de alambre, el frigorífico inglés y el ferrocarril. La producción de trigo y otros productos agrícolas imperan sobre el mercado de la carne (76-81) (Trad.). Hasta aquí, explica Galeano, los planteamientos económicos del Facundo son una realidad palpable: “No somos ni industriales ni navegantes —afirmaba Sarmiento—, y la Europa nos proveerá por largos siglos de sus artefactos en cambio de nuestras materias primas” (Las venas, 289). Una crónica de Martí corrobora este hecho:

La Compañía de carnes frigorizadas de Londres y el Plata está ya siendo enorme pulpo comercial, que acapara el tráfico de carnes [...] de donde ha volado el indio como el avestruz [...] (Nuestra, 5: 219)

A consecuencia de la prosperidad argentina, la reacción de los patriarcas norteamericanos no se hace esperar, y en 1888, Martí informa desde Nueva York: “el caballero Edward Hopkins aboga elocuentemente por el establecimiento de una línea de vapores correos entre estos estados y la Argentina” (Nuestra, 2: 175). Dos años después, se entablan pláticas en Washington para construir el ferrocarril inter-americano: “A ser posible, el ferrocarril debe pasar por las ciudades principales cercanas a la vía, o construir ramales que lleven a ellas” (Nuestra, 3: 97).

En los últimos años de su existencia, José Martí entiende con precisión el modelo de desarrollo capitalista impuesto en América. Intuye así las contradicciones del violentísimo etnocidio en Norteamérica y Argentina, y vislumbra las consecuencias nefastas para los demás países latinoamericanos.

A finales del siglo XIX, las experiencias estadounidense y argentina representan abiertamente un peligro para millones de indígenas, mestizos, negros y otras gentes que pueblan nuestra América. En este periodo, las nuevas oligarquías hispanoamericanas buscan consolidar el ideal civilizador europeo y norteamericano. En la Argentina finisecular triunfa la civilización europeizante sobre la supuesta barbarie americana. La bonanza económica proyectada por Sarmiento en el Facundo, es una realidad palpable; las ubérrimas y domesticadas pampas ofrecen sus frutos al mercado internacional. Lejos de Nueva York, José Martí muere en Cuba, luchando por alcanzar una “entidad continental que pudiera dialogar en un plano honorable con los Estados Unidos y Europa” (Ghiano, 24).

 

Notas

  1. Comentarios académicos expresados por J. E. Pacheco en el seminario “Modernismo” de la University of Maryland, Estados Unidos de América. Juan Ramón Jiménez Hall, College Park. Abril de 1999.
  2. Estas correspondencias fueron recopiladas en el siglo XX, y aparecieron publicadas en 1939 con el ensayo Nuestra América (1891),y en Escenas norteamericanas (1900). La presente investigación está fundamentada en Nuestra América y las crónicas publicadas con el mismo título (1939). Escenas norteamericanas fue incluida con otras correspondencias en Escenas norteamericanas y letras, pinturas y artículos varios (1900).
  3. Según Andrés Iduarte: “su vida y su obra están más cuajados de Estados Unidos que la de cualquier otro hispanoamericano. En tanto que, a pesar de todos los reproches que Martí les hace, sobre todo en la última época de su vida, nadie en Hispanoamérica está tan dentro de ellos [...] Maneja todo lo norteamericano, sus bienes y sus males como cosa propia” (20).
  4. Para mayor información, véase American Holocaust: Columbus and the Conquest of the New World, de David E. Standard. Se reproducen episodios y testimonios históricos del genocidio indígena en los Estados Unidos de América, los cuales motivaron la conquista de la pampa argentina (Stannard 119-121).
  5. Alexander von Humboldt apunta: “La población mexicana se compone de los mismos elementos que las demás colonias españolas. Hay siete castas: 1ª, los individuos nacidos en Europa, llamados gachupines; 2ª, los hijos de españoles, nacidos en América, o criollos; 3ª, los mestizos descendientes de blancos y de indios; 4ª, los mulatos, descendientes de blancos y de negros; 5ª, los zambos, descendientes de negros y de indios; 6ª, los indios, o individuos de la raza indígena; 7ª, los negros africanos. Dejando a un lado las subdivisiones, resultan cuatro castas principales [...]” (Ensayo político sobre el reino de la Nueva España, 64).
  6. Los volúmenes XXIV y XXVI de las Obras de D. F. Sarmiento contienen varios artículos publicados en el periódico chileno El Nacional. Sarmiento analiza los problemas de la frontera argentina entre 1855 y 1858. Para él, esta región es un extenso territorio plagado de indios salvajes, enemigos de la civilización (XXIV: 356-358, XXVI: 285-359).
  7. Se incluye la abreviación (Trad.) para indicar los textos traducidos del inglés al español por el autor.
  8. El programa de Sarmiento es a la vez una extensión de la política española etnocida del siglo XVI. Los testimonios del padre Fray Bartolomé de Las Casas indican que desde “el año de mil e quinientos y veinte y dos o veinte y tres han ido al Río de la Plata, donde hay grandes reinos e provincias, y de gentes muy dispuestas e razonables, tres o cuatro veces capitanes. En general sabemos que han hecho muertes e daños [...] han destruido y despoblado grandes provincias y reinos de aquella tierra, haciendo estrañas matanzas y crueldades [...]” (157-159).

 

Bibliografía

  • Arnold, Samuel Greene. Viajes por la América del Sur: 1847-1848. Buenos Aires: Emecé, 1951.
  • Botting, Douglas. Humboldt and the Cosmos. New York: Harper & Row, 1973.
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  • Caviedes, César, and Gregory Knapp. South America. New Jersey: Prentice Hall, 1995.
  • Crow, John A. The Epic of Latin America. Berkeley: University of California Press, 1992.
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  • Galeano, Eduardo. Las venas abiertas de América Latina. México: Siglo veintiuno, 1972.
  • Ghiano, Juan Carlos. José Martí. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1967.
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    —. Ensayo político sobre el reino de la Nueva España. Ed. Florentino M. Torner. London, 1811. México: Compañía General de Ediciones, 1953.
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  • Lugones, Leopoldo. Historia de Sarmiento. Buenos Aires: Comisión Argentina de Fomento Interamericano, 1945.
  • Martí, José. Nuestra América. 5 vols. La Habana: Seoane, 1939.
    —. Obras completas. 27 vols. La Habana: Nacional de Cuba, 1964.
  • Mitre, Bartolomé. Obras completas de Bartolomé de Mitre. Vol. XIII. Buenos Aires: H. Congreso de la Nación Argentina, 1959.
  • Sarmiento, Domingo Faustino. Facundo: civilización y barbarie. New York: Hispánica, 1961.
    —. Obras de D. F. Sarmiento. 52 vols. Buenos Aires: La facultad, 1913.
  • Stannard, David E. American Holocaust: Columbus and the Conquest of the New World. New York: Oxford, University Press, 1992.
  • Zea, Leopoldo. Latinoamérica: emancipación y colonialismo. Caracas: Tiempo nuevo, 1971.