Artículos y reportajes
“Multitud”, de Andy WarholProhibir,
invadir, adivinar:
comandar
a un ejército invencible
de poetas

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Negra leche del alba te bebemos de noche
te bebemos a mediodía la muerte es un maestro venido de Alemania
te bebemos en la tarde y la mañana bebemos y bebemos
la muerte es un maestro venido de Alemania sus ojos son azules
te hiere con una bala de plomo con precisión te hiere
un hombre habita en la casa tus cabellos de oro Margarete
azuza contra nosotros sus mastines nos sepulta en el aire
Paul Celan

Todos los días te levantas
frío a cazar a trabajar
a matar
a tu ser guardado
debajo la almohada de tu uña
en los hongos
que existieron bajo el agua sucia.

De Asesino

Prohibir, invadir, adivinar, violar, dinamitar, contaminar, desaparecer Europa siempre será una experiencia fascinante, aunque ¡un poco destructiva, ¿no?! Tanto como hacer lo mismo con América, con Asia, con África o con Oceanía. Agua, auga, ahogado en cada vez que beso retorno: AGUA, la única que me rescata. Feto que vuela o camina. Con un Planeta cada vez más propincuo al abstracto, al recuerdo de una hermana, hermosa imagen distante del locus del tiempo extraviado y generacional. Una espuma color satélite, extinto fuego que nos formó y nos deformó (Evolución = Repetición). Es increíble lo que nos imponen, enseñan y pervierten en las escuelas pero, qué hacemos o qué deberíamos hacer para que no nos vendan la turbia, mancillada y apócrifa imagen histórica, docta, quijotesca como pictórica infinita o de comedia para rozarme y gritar, ¡grittaaando! arrancarme la piel para ser igual a alguien, cortarme músculo y sexo y desinsertar tendón para con plenitud de huesos cancerados empujar y taladrar, diamante sorteado, envenenar y restaurar, asesinar y prevalecer. Llegar a ser General de la Federación Humana de la Tierra y comandar a un ejército invencible de poetas que odian este omnisciente Paraíso de Estupidez. Todo lo que nos permite vivir de los que venden, escriben, pintan, tocan, regalan, filman o recuerdan la eternidad fungible y en un instante regeneran sus hígados, riñones, páncreas, orejas, pulmones, corazones, hipotálamos, etcétera; y qué sé yo en la recóndita galaxia de sus cuerpos bellos. De melifluas hieles prisioneros entre la santa borrachera en un aborto o Museo Humano y la maldad de esperar a un único Dios en las medallas que da el poder. Esa inmortal, circular, pero inexistente aura que hace creer que es posible avanzar. Desde luego, la labor de los guardaespaldas es no dejar tocar la mercancía. Es muy camaleónico todo esto de pintar en ambas caras del lienzo, de persistir aun sobre lo que ya se pintó. Conquistar en estos días ya no es asunto de ir y golpear, sino de no haber ido y ya haber pegado. De no ir nunca, de no poder ir, y sin embargo, alimentar que te puedo pegar. Algo así como un gran volcán dormido, obstáculo sobre la idea. El miedo que te convierte en adelantado, purificador, en santo y asesino. Inteligible asno que mira a yegua, con todo derecho, de vivo que se come a vivo, fruto de Carlos Germán Belli en Oh Hada Cibernética...

Oh Hada Cibernética
Cuándo harás que los huesos de mis manos
se muevan alegremente
para escribir al fin lo que yo desee
a la hora que me venga en gana
y los encajes de mis órganos secretos
tengan facciones sosegadas
en las últimas horas del día
mientras la sangre circule como un bálsamo a lo largo de mi cuerpo

Poemítica de Estado. Aquella fuerza utópica que fragmentaba con un inofensivo Muro de Berlín al mundo-igual: yo soy rico tú debes ser rico, yo soy pobre tú debes ser pobre, yo no soy y tú no debes ser. La Guerra Fría hizo algo bueno; corrían varios con sólidos rencores y las pistas olímpicas se usaban, hoy en día ya nada queda, ya nada nada en la Economía, ya nada amortigua la competencia, la que deshumaniza, la que manumite como APOCALIPSIS viajando en helicóptero, murciélago en columpio, la E de espejo, de esparjo, de enigma y de espada, empuja padre, empuja madre, vida y muerte, las palabras no resisten lo que transportan, una a una se deforman, la Su(o)ciedad las destruye, las vuelve otras, cambian la sotana por el sótano en la boca, la lengua torcida por el aire enrarecido es nuevo, en la oreja humo es homo que fumo, formo arte del instante, desaparezco. Vencidas ellas, se les caen los flancos, una A y una S perdidas (pocalipsi), una P y una I devoradas (pocalsi), un viento transgresor oscila e incrusta una E que expulsa una C y asusta, arrincona a la A (poelsía). En paz no se puede vivir. La igualdad jamás existirá, y si uno mira bien, hasta una L puede matar —por si acaso la guardo para defenderme. Te lanzo o te robo la L (poesía), libro, licantropía, lima que lamen los que creen que hay algo además de lumpen armonizado en prosecución de amnesia. Dime, hasta cuándo veremos la espera de un hermoso huaino transformado por migrante, obligado —educarme y entenderme— en revoluciones y bellezas en que te tomo y maravillo en mi pureza tan algebraica como maqueta de piedra perfecta: Machu Picchu. Poesía que entra por el corazón y sale abrupta por los sesos. Sesos que sorprenden sesos. En comunión de un secuestro, aun muerto, el Secuestrado de Robert Louis Stevenson. Difícil discernir entre mitología y utopía. Aun más entre hombre y animal. Ya será pastor o navegante de los Andes, columpio, Mario Florián, desnudo puro o bodegón en Pastorala:

Pastorala.
Pastorala.
Más hermosa que la luz de la nieve,
más que la luz del agua enamorada,
más que la luz bailando en los arcos iris.
Pastorala.
Pastorala.

¿Qué labio de cuculí es más dulce
qué lágrima de quena más mielada
que tu canto que cae como lluvia
pequeña, pequeñita, sobre flores?
Pastorala.
Pastorala.

¿Qué acento de trilla-taqui tan sentido,
qué gozo de wifala tan directo
que muden en cenizas las entrañas
como quena a mi pecho tu recuerdo?
Pastorala.
Pastorala.

Al gavilán le dije que te quiera
y a zorro y puma que amen tus ovejas.
Y puma y gavilán y zorro, desde
entonces, son palomas que te cercan.
Pastorala.
Pastorala.

Por mirar los jardines de tu manta,
por sostener el hilo de tu ovillo,
por oler las manzanas de tu cara,
por derretir tu olvido: ¡mis suspiros!
Pastorala.
Pastorala.

¡Por amansar tus ojos, tu sonrisa!
perdido entre la luz de tu manada,
está mi corazón en forma de allqo,
cuidándote, lamiéndote, llorándote...
Pastorala.
Pastorala.

Icarización: Alejado de los suelos hasta la noche inmensa, alejado de la Tierra. Cuando el pájaro sea historia en el confín de los inventos desgarrados de su vientre, por las manos de los hombres al posarse en los carbones secos. En los reflejos del ocaso olvidados por Willen de Kooning; atrapada está la mujer que ya ha dejado de ser mujer. Para sí misma al divisar la hembra en el camino roto, donde el alma es virgen al instante de comer. La propia pintura verde donde la sangre no es sangre, sino el sangrar la vida hermosa en el libro ciego, selva y licor de hierro, película, al instante de tocar los batallones verdes del quebranto; cuando las presas se han caído de los vestidos blancos. Prótesis de las brasas que bruscamente arden, muerden y sin motivo aprenden. Famiersa: La eternidad es siempre el encuentro, el origen inesperado coro, durmiente de adversas niñas fabricadas de la nueva vida andrógina o duda, flor recibida en la luna. Eterna desaparición del Cielo. Resplandor del amor de la Tierra, convento de palabras soñadas: He nombrado la flor, paraíso más pequeño del mundo. Arcano sofisma la existencia, vacío de sombra, artificios o poesía. Un día absoluto en el mundo, el día del alma y la vida, juguetes regados. Los animales más libres de los suelos, dispersos planetas, sea la forma en ausentes cerebros —preguntando cerebros, futuros. Siempre será impura la existencia que soñó Feuerbach, la alegría. Altruista existencia en los sueños viviendo sin Grecia ni Roma y como una memoria que se me ha escapado estoy: Esfera, guerra amarilla de Santo Tomás de Aquino: Omne verum, a quocumque dicatur, a Spiritu Sancto est. (Toda verdad, dígala quien la diga, viene del Espíritu Santo.) Ya sin materia, pureza, ruego, paredes la historia secreta. Revuelto de abstractos las formas confluyen, cuerpos nuevos. Los suaves colores, indefensos de manos, vida de eterno combate en el agua. No de infiernos hallados en la carne vacía, sí de comprender la belleza. Las formas cualquiera, la existencia inconstante y diversa. Nave o dedal que colecciona dedos destrozados en el costal, floral de sangre real, feal de inmortal, delicado y abismal desayuno surreal de Federico García Lorca, resucitado por La aurora:

La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.

La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.

La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.

Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraíso ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.

La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.

Restamoza, melodías trazadas en el alma y la vida hermano, aquel que gozará del suyo propio al instante... Lo crítico de sentir procesos como extraños, entrando, alusiones que venideras guerras convertirán sueños en palabras absurdas, como ya lo son mis propios sentimientos escondidos a mi cuerpo. Manzana o resto que cae. Marinera o manera fortuita o Kavafis de ver la naturaleza en su solaz virginidad. Rondero de la mujer y la vida de una sombra que espera el retorno: Hijo y madre del sueño. Adelantado en la pregunta, en la respuesta. Consumación, imperio en el color inerte y libre de la roca. Carlumbración. El Tohil que a través de mis ojos brotan, otra vez las sangres farsantes. Las que jamás tuvieron cielo, que jamás tendrán soporte en este cuerpo que ahora es mío y de este vientre que hoy ya no será la sangre, sino el ovópalo que recoja mis aletargadas conciencias. Que hasta ayer dominaban las simientes en mi columna vertebral; cuando ha nacido en mí el grano del maíz. El nacimiento de Venus dividida. Cuando el polvo ha encontrado su argumento sobre sí mismo, playa separada de estas tierras invadidas, donde la flor es la que toma posesión sobre los cielos. Coleridge donde el ave es la que marcha caminante y flores sobre las aguas secas de vergüenza se voltean. Ese canto heterogéneo donde los vientos perversos desmontan la belleza, para atraparla en un sinuoso manto y así desde el kero de Huáscar hacer de ella la lluvia sostenida en nuestros propios ojos negros, Adieu. Abstruso me estoy mirando en este mediodía cuando me manda el sexo, el poder de mis palabras arrancadas de mis ojos, cuando ya los pies se han corrido de mi cielo y de mis tierras ahora que otra vez he dejado de sembrar. El monte en mis caminos invadidos, de acabados caminantes ciegos por la furia del metal arrojado entre sus huertos pobres; cuando he ido a recoger las flores secas en lo que ha sido mi última jugada para poder perder. Acorralar a Pablo Mora hasta el Alma y fotografiar:

¿Dónde fotografían el alma
dónde me la fotografían
dónde me la remiendan
engrapan empapelan encuadernan
dónde me la archivan me la empeñan?

¿Dónde cogerá sol o bañará su pena
qué tarde qué peñón la habrá dormido
en qué estrella guindará su sueño
qué paloma llevará sus alas
qué sombra madrugada o vela
espantará su sueño?

¿Dónde estarán sus zapatillas
su chal morado y su camisa blonda
dónde la persiguen la confiesan
la reclutan dónde la interrogan
qué continente refugió su lumbre
dónde asilará sus quejas
qué frontera pasará ahora?

¿Quién cruzará su puente
atizará sus cejas sus insomnios
quién habitará su golondrina
en qué alambre gemirá su lluvia
en qué gota llorará su risa?

¡Mortoprasión! Repiten las duras voces de los cielos viajeros: De la Tierra a la Luna, de Tokio al Cusco, de Londres a Montreal, de Barcelona para Ayacucho o de mi corazón al de ella. Donde el cuchillo sincero ya no será nombrado el cuchillo de la sombra, Victoria, figura que aguarda el cuerpo entendiendo el vacío. Paso lento del verso que corta mujeres, figuras que guardan. La madre, joya tortuosa, palabra encadenada y suelta. Sexo de ocho flancos la catalogan de colores rígidos, hiedra que no es hidra, la flor que es una nave para salvarme de mí: Atrevida estación para vivir enamorado de la oscuridad, cientlampres. Y así estoy, náufrago del charco olvidado, pasajero pervertido del amor mártir del tiempo, si no solamente una hoja ya roída y quebrada, hasta el azul de la morada cuando la luna se bañe otra vez de blanco, domesticada. A la ráfaga antigua y a la naciente de la precoz palabra turbadora: L’eléphant Célèbes, aún vive nuestro toro en espera. El subrepticio toque de la campana que arrojará la danza de la musa hasta el poeta maldito, ahora que despojado de su cabeza caminante rumia y la espera en los sueños alcanzados por las bajas lluvias y las corridas de los huesos y las ollas, cuando caen de los cielos rotos por la espuma blanca. De nuestras gemelas almas prisioneras de lo que quieran ver; los ojos al pasar por las cenizas amarillas del amor. A la vuelta de la ingente pesca sin navegar. En la sábana de efectos negros como la cuna cuando ya se era una niña, una eterna en la red caída del propio mar del sueño y el sendero para conquistar la espalda, como el aparato sostenido en lo prensil del afecto predispuestos a los juegos, prohibidos, en la farra o balsa de Medusa. Lo que me conduce a otros pensamientos o traductores, traslucidores, como Lêdo Ivo en El sueño de los peces:

No puedo admitir que los sueños
sean privilegio de las criaturas humanas.
Los peces también sueñan
En el lago pantanoso, entre pestilencias
que aspiran a la densa dignidad de la vida,
sueñan con los ojos abiertos siempre.

Los peces sueñan inmóviles, la bienaventuranza
del agua fétida. No son como los hombres, que se agitan
en sus lechos estropeados. En verdad,
los peces difieren de nosotros, que todavía no aprendemos a soñar.
Y nos debatimos como ahogados en el agua turbia
entre imágenes hediondas y espinas de peces muertos.

Junto al lago que yo mandé cavar,
volviendo la realidad a un incómodo sueño de infancia
pregunto al agua oscura. Las tilapias se ocultan
de mi sospechoso mirar de propietario
y se resisten a enseñarme cómo debo soñar.

Tropiélago: Siglo XVII. Todo el día de mañana será como hoy. En todos los días como ninguno. Si me atengo a la tesis de Gottfried Wilhelm Leibniz: La noción de cada individuo encierra a priori todos los hechos que a éste le ocurrirán. Ya no tengo que hacer nada, sino todo lo que se me ocurra, ya que indefectiblemente —lo que soy y seré me persigue. Cuerpo desde el reflejo misterioso de algo escondido todavía, constructivismo, de ese algo resguardado en la procacidad. El elemento que se aparta para volver de las simientes, desde un volcán a la propia diferencia en pliegue y lanza disparada, escarapelada en el otrora método y argucia para caer y creer. Ya qué más da, para mentir.