Letras
Tres textos

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Oscuridad

A veces es necesario trasnocharse, aprovechar la buena disposición del espíritu y la carne, la reunión del pasado y futuro que toma lugar cada año bisiesto en tu humilde casa y sin previo aviso; es menester practicar el ejercicio inmóvil del vigía, monje, de la espera...

apagar la luz del hogar, la calle y los cielos, y activar la nuestra.

 

¡Albricias!

        Hoy he vuelto a hacerme
preguntas, retantearme
como si fuese materia digna de ser esculpida,
a pellizcarme por enésima vez
para ver si el sueño
vuelvo a conciliar.

        He vuelto esta tarde de mayo
a creer en mí,
en mí, a remanosearme
como si yo fuese
harina de pan,
de mandioca.

 

Solo de voz

Tiempo de contrarrestar la pereza, conquistar el cansancio, de sentarse a reescuchar la música que no se vale de primeras impresiones, disfrutar de la filosofía del té y la ciencia esotérica del recuerdo, de reencender la lamparita de gas con tu poco de oscuridad. De perdonar a Iscariote, imaginar la rehabilitación de Barrabás.

Pues en nuestra trayectoria sólo llegamos a conocer dos o tres personas, dos o tres formas de deletrear la vida si nos damos cuenta a tiempo y después nos dedicamos noche y día a tratar de reexperimentar lo que experimentamos. Sólo llegamos a hablar con confianza de dos o tres esperanzas, decepciones, de los dos o tres tumores cancerosos que hemos podido extirpar.

Háblele de la música que brota de su instrumento, la chispa que sueña con llegar a fuego, del color que quisiera vestirse de fruto y perfume. No ve que esta tarde de marzo le urge saber de su voz, notas: cómo las reparte y corta su oído; cómo las aprisiona y enseña a volar. No se ha dado cuenta de que hace tiempo que no comparte con su amigo y que sufre por esto: que necesita escucharle. No, no, háblele mejor de los silencios transcritos y arreglados, las palabras roncas de tanto gritar: de usted.

Pues así como a propósito y de cuando en cuando el conuco requiere de la yerba mala y no del machete, los bosques del fuego y no de las lluvias, la cabeza a veces necesita liberarse de su yugo, de nosotros, necesita que la dejemos salir sola, por su cuenta. Así como el amor requiere del dolor, sufrimiento, para darse.