Letras
Anfitriona de mi infancia

Comparte este contenido con tus amigos

¡Oídla!, ¡oídla!, es ella la vieja campana de la escuela.
¡anfitriona de mi infancia!
fui tu invitada en cada hora.
¡oídla!, es ella, la odiosa, la querida, la que siempre pidió ser escuchada
la que exigió respeto en cada toque
la que dijo: ¡silencio!, en sus tañidos
la que interrumpió las clases
y nos invitó calurosa y entusiasta al patio de los juegos
La que nos impuso el orden
y con estricta disciplina
nos obligó a correr cuando lejos nos sorprendían los atrasos.
La que nos dijo: ¡calla!
en su repique de metal imperativo.
¿cómo pudo mandarnos, dictadora?
¿y obedecer sin palabras?
¿cuántas veces nos mandó a salir o entrar al aula?
¿seguir jugando la dulce travesura
o formarnos cuando el profesor aparecía?
(sólo fue un eco de su voz docente
y su mente pedagógica)
(un registro del horario de la escuela)
(un arrebato para simular el sismo, la catástrofe
o la invasión aérea)
Oídla, es ella: invariable y antigua
indiferente al clima
adherida a la piel de cada muro
a cada techo de las salas
como si fuera musgo del invierno
como si fuera piedra musical en primavera,
como si en otoño fuera hoja seca
crujiendo lastimera
como si fuera trazo sonoro de la lluvia
La oímos como si fuera lección de la maestra
y un poco la odiamos en las clases aburridas
pero, cuánto la amábamos
cuando a veces se perdía de la cuenta.
Está en el inventario de las cosas viejas
e inscrita para siempre en nuestras almas
como un preludio, una fuga de trompetas
un violín a ratos, un tambor, una bocina
de la edad más bella ¡oh, campana altiva!
Timbre de agua en la corriente de mi vida.
Altisonante y soberana en su torre azul
piano pulsado por el sol
despertando al alba
guitarra vibrante para empezar la cueca
Verso desgranado entre los árboles
Copa invertida destilando acentos
alboroto matutino llamando a la asamblea.
Gozosa, festiva, jubilosa
te recuerdo entre sonatas y baladas
Te llevo como chasquido, obligación y reto
cuando detenías mi embeleso de recreo
y tu imperio de huracán me llevaba al aula.
Hoy me voy, dulce campana,
¡cuánta vida compartida entre tus sones,
fue dejando música celeste
en cada partícula de este ser que ahora parte!
tu voz se aleja lentamente en el código del alma.
Dile tú, al maestro y a la escuela
que tu onomatopeya es surco luminoso
y estela oculta
una lágrima que ahora quiebra el aire
y mi garganta emocionada.
Sé mi enlace, porque tú de mi maestro fuiste puente
Dile tú campana y procura no quebrarte
pero, dile tú al maestro y a la escuela: ¡gracias!
Dime adiós entre tus sones. dime adiós en tu idioma de campana