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Metáforas

Y tú comenzaste a crear metáforas en el inmenso campo de ciudades sitiadas
Con tu espalda de miel y atardecer ígneo de rosas y espinas de pescado
Atragantando el eco que salía de cada hebra de bambú
Tú eras yo devorando el azul, el violeta de las piedras
Del verano donde el sol bebía de la luna
Y se escuchaban los truenos de libélulas
El trueno de mariposas y bueyes donde escapaban las lagartijas de nuestras manos
De nuestras bocas
Mientras danzaban los peones del juego de ajedrez
Y morían los asnos alados y las sombras
La tuya, la mía
Entonces les llevábamos crisantemos
Al no sentirlas en nuestro cuerpo
Porque empezamos a ser fantasmas sin reflejo
Sin carne en el rostro
Sin carne en las alas
Aquéllas que empezaban a salir como muñones de la espalda.
Éramos reyes en una tierra de dinosaurios
De peces y delfines
Cuya risa era menos fuerte que la lluvia
Que nuestras miradas de amatista
De casa de mariposa, de lirio, de estrella
De vástagos que salían de nuestras bocas y nuestros vientres
A la hora de enviar a las valquirias hacia la luna
De crear castillos de piedra negra
De garúa y de extraña melodía
Porque nuestras constelaciones eran música
Sonata de Mozart, de Chopín
O danza de Isadora Duncan
Era pintura de Van Gogh,
Canción de Sabina
Porque tu brazo y mi brazo
Tus canas y mis cabellos negros
Eran sonido y silencio,
Eran guerra santa
Y sentía el sabor, el olor de tus pestañas
El canto de tus brazos
El sonido de tus piernas
De tu ombligo rojo
El cielo era ver desde tus ojos la tormenta
El vacío de las ciudades lejanas
De los templos conquistados por Neptuno
De las ciudades calcinadas por Alejandro Magno
Éramos jinetes que vencían al Cid
A las amazonas y al minotauro
Con su cuerpo de hombre y toro salvaje
Con nuestras espadas de papel
Con nuestros cascos de aluminio
O nuestras manos de falsos guerreros
De niños soñando a ser héroes mitológicos
A ser como la estrella que se dilata en la eternidad del rayo.

 

Yo tenía que ser

Aquella que los dioses eligieron para ser sirena
O acaso ángel de tierras imposibles
En la eternidad del invierno
De la tarde iluminada por estrellas de cal
Estrellas de plastilina
Y luna de hojas silvestres
Nunca y jamás supe ser de piedra
De este barro con el que un ciervo hace el olvido
Quería jugar a ser la reina del tablero
Y caminar sobre cenizas y fuego
En una batalla donde dejaba el sudario
Y ya no era Penélope sino Medea
Era una amazona
Una virgen de Vesta
O aun mejor... un Odiseo, un Eneas
Y dejaba correr la sangre de los lagos
La hierba de la floresta en el valle
Donde escapaban las cebras
Y escuchábamos temblar
Al mismo trueno
A las olas
Al viento demente
Y cicatrizaban las horas
En nuestro costado herido
En la isla donde nuestros sueños
Se hicieron castillos de papel
Reinos de vidrio
Y silencio absoluto.

 

Piel de loto

Siempre quise escribir para otro desde mis ojos solitarios
Desde mi vientre desgarrado por las espinas de las rosas
Y contar sobre amores inesperados que dejaban sequía de adioses
Y tormentas de sangre o terremotos de hastío
Quería quemar los recuerdos como chatarra vencida
O quizás como viejos testamentos de tristeza
De gritos desesperados y terribles venganzas de dioses griegos
Era y no era la niña de las manos de hiel
De la boca que sólo escucha silencio
Y deja su rastro de arena y ausencia
Entre lágrimas que queman al contacto con la piel
O las huellas violetas en la playa
En el instante lejano de los mundos etéreos
Donde el ascensor se desmoronaba en nuestros cuerpos
El mío siempre como de criatura absurda
Sin entrañas y con las manos al aire
Hacia quién sabe qué rincón del planeta
Donde se aparean los sonidos de los dientes
Y el corazón se dilata como una pupila enorme
Entonces sólo dibujamos piedras de mar
Y peces de asfalto
En el aro infinito de los espejos
En el instante mismo de las genuflexiones
Y vemos cómo todo es cóncavo u ovalado
Cada uña de cristal que araña recuerdos
porque veía cómo mi galaxia era simple hiedra
Era sólo esteras en medio del polvo milenario
De avestruces que se sofocan y agonizan
Para que mis ojos se hagan menos dolorosos
Y mi garganta menos enferma que de costumbre
Porque yo siempre bailé con mis pesadillas
Jugando a derrotarlas
A quemarlas en las hogueras de la Inquisición
Con mis mundos subcutáneos
Para quitar la piel que apenas crece
Con dificultad en mi otra piel
Como cicatrizando llagas azules
Infinitas marcas de esclava parida en el desierto
Infinitas estacas de vampiros
Que se atragantan con su saliva
Con aquellas historias que creaba en mi saga
Esas que sólo eran fantasía pura.

 

La primera vez

La primera vez que vi tu cuerpo desnudo
Supe que te llenabas los testículos de pétalos de rosa
Y quise dibujar entre tus uñas sonidos de agua y crepúsculos de fuego
Quise atravesar tu garganta con atardeceres de mayo
Y cubrir con cuentos de viajeros nórdicos la fragilidad de tus brazos
Porque toda mi lengua era orquídea azulada
Todo mi atractivo eran mis pares de medias azules
Con los que danzaba en salones imaginarios
Para seducir a los condes drácula
O a los hombres lobo.
Y así tenía que ser
Así debía aprender a lamer la miel de las estrellas
Toda vestida de hiedra celeste
Con los peces azules arrastrándose por mis pechos
La eterna constelación de Acuario mostrando sus mejillas verdes
sus estrellas de asfalto impecables
su voz plateada de pájaros cenicientos
como esta tierra de geranios negros
de gardenias negras
de magnolias negras.
La primera vez, tenías nombre de forastero
Y no eras el primero pero sí el único
Que llenaba mis entrañas de dientes
Que acertaba en acariciar el universo de ojos
Que había más allá de las pestañas
Y del eco en las rodillas saladas
Que rozaban las cejas dulces
El pelo casi amargo
De mis pies enredados en tus corneas.

 

Agua de luna

Oscura claridad de este canto de mujer delfín
Mujer mitad mujer
Mitad animal despedazado
Y quizás mitad flor carnívora
De aquellas que bailan y canturrean
Alguna balada de pájaro guerrero
De papagayo agridulce
De pez poeta
Oscura eternidad de planetas devorados
Por agujeros negros
Por batallas cósmicas
Por fuegos lunares
De niña ciega
De niña que baila y juega con faisanes
Con pavos reales de feria
Con su eterno reflejo de Narciso
Hundido en la profundidad de las rocas
Del sonido y del recuerdo.