Piedra negra sobre piedra blanca
de César Vallejo
Me moriré en París con aguacero
Un día del cual ya tengo el recuerdo
Me moriré en París —y no me corro—
Tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Blanca gaviota
Te presiento. Cercana y mía.
Muda el aire las últimas evocaciones
desde donde intimaron versos bacantes
con hortensias azules y labios de mujer.
¡Arena de olvido no ha de ser mi tierra!
Horas desplegadas de silencio y dolor
sondean el fragmentado abismo del adiós.
Menguante luna enlaza tu destino al mío.
En este exilio, gaviota blanca, estoy
a tu vuelo entregando mi fe.
Si pudiese elegir
Moriré un día cualquiera,
del cual surge ya el recuerdo.
El silencio será discreto.
No habrá truenos ni llanto.
¡Nadie se enterará!
Las nubes me absolverán en sus gotas
y borrarán mi nombre
de calendarios e historias.
Moriría igual...
en la sequedad de un día,
indiferente, en cualquier lugar.
Allí o aquí, ¡qué más da!
¡Nunca será desde lejos
si es mi centro el que expirará!
Si pudiese elegir...
elijo un instante cualquiera
el umbral de transparencia cruzar.
Devolverle a la lejanía su aquí.
En la infinitud del tiempo
¡ya no más nacer y morir!
Descubrir la esencia sutil
y entender de una buena vez
qué es la levedad del Ser.
No más
Ya no quiero jugar más
al eterno juego de la eternidad
ni mirar atrás o pensar en el después.
Bastante es un instante de tonta ingenuidad.
Se agota el calor en el lecho.
Sólo queda el silencio de mi destino,
una ley de amores viejos y esta humanidad
que se acaba.
¡Me marcho hacia la nada!
Soy un sueño acabado bajo el cielo de París.