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Poemas

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Reflexión

Hemos compartido una manzana
pero no hemos podido
compartir las pesadumbres,
las preocupaciones.

Hemos reemplazado los vidrios partidos
pero no hemos tenido fuerza
para los corazones.

Fuimos felices entre el verde y las flores
pero no hemos podido
protegernos de las espinas.

 

¿Están listos, niños?

Hoy escogeré a uno de ustedes,
un niño sobre el que caiga una sombra,
arrinconado entre las líneas,
una margarita trayéndonos sufrimientos de su casa,
un botón de rosa solitario en la masa,
silencioso en medio del azul que se hace gris,
un ser vivo pleno de secretos
en quien el corazón propague luz
mientras el sol va descendiendo a las aguas
y los faros del vacío caen delante de él uno tras otro.

Díganme si tienen problemas.
Si ustedes hacen parte
de una vida llena de puntos negros,
mezclados a la noche,
rodeados de colores rojizos,
muéstrense con ella.

Yo sé que sus guardianes no se protegen.
A pesar de las guías de hielo sobre los caminos
en que las identidades de otros humanos se cimentan,
¿han podido ustedes determinar su destino?

 

De dos, tu tío no ama a ninguno

Por sus actitudes,
se diría que tu tío
es una máquina de risa explosiva.
La mayor parte de la gente
se controla para no reírse.

Por otro lado,
¿están los pobres en estado de reírse?
Los problemas superan sus medios.
La carestía los excluye.
Sus hijos no pueden ser atendidos.
Sus esperas están en la cola del siglo.

No encontrando ningún lugar en la vida,
agarran a los transeúntes por la nariz,
una mordaza en una mano
y una zanahoria y una cebolla en la otra.
De hecho, ¿qué quiere hacer tu tío?

 

La ciudad que vive en ustedes

Ustedes viven en la ciudad
que compraron en una subasta silenciosa.
Nuevamente fueron incapaces
de pagar sus deudas.
Bajo sus pupilas ennegrecidas,
ensayan sentir ciertas cosas.
Sin darse cuenta de su propio distanciamiento,
parten lejos,
utilizando sus cuerdas de pensamiento
como un teleférico.
Su temblor aumenta
cuando tocan los incontables elementos.
Con sus gritos,
ponen en fuga a los pájaros,
cuando sienten las sacudidas dadas
por el eco de palabras que superan su pensamiento.
Con sus respiraciones,
las rosas se marchitan.
En los momentos de locura,
los cristales caen de sus tejados.
Cuando su radio de pensamiento se encoge,
su ciudad crece.
De tanto correr calles y avenidas,
ustedes se han fatigado.
Mientras las luces de tantas máquinas de tensión
invaden las noches,
sus seres humanos se robotizan.
En las aguas negras,
los sapos tienen miedo a los cocodrilos.
Su viaje interior los ha envejecido.
Sus alaridos interiores se amplifican.
Ustedes producen dificultades a cuarenta manos.
Las celdas auxiliares de sus laboratorios
niegan cualquier momento placentero.
Mientras sube y baja el indicador del miedo,
no tienen la posibilidad de hablar.
A cada movimiento del reloj,
las estaciones se separan de su corazón
y la soledad no deja de atravesar su espíritu.

 

El gusano en la manzana

El gusano en la manzana
roe el interior blanco
para alcanzar
el corazón de la vida.

Mientras se retuerce
en la oscuridad,
como un recién nacido,
chupa el jugo salado
de la naturaleza.

En el magma de su miseria,
la lava se desborda
sobre su egoísmo.
Se duerme... Se despierta.
Nada ha cambiado.
Se queda ahí,
con el sabor
del corazón del tiempo.

Con su máscara teje una tela
mientras consume todo
en las fosas que ha cavado.
Juegos sinuosos
inventa en su negro ojo.
Mientras abraza
el verde de la manzana,
el sol cruje y se oculta,
y él se esconde.

Su esencia se pudre
en el estómago
lleno de semillas cenicientas.
De los muros que él mismo ha construido,
las piedras, una a una, caen hechas polvo.
Al final,
él queda al descubierto

 

Niños de media noche

Un silencioso recuerdo de guerra en ellos,
un cansancio en sus rodillas,
los niños de medianoche se postran ante el sol.

Esta es una de las miles de penas
que cubren sus ojos,
como si estuvieran sedientos
de una gota de la luz de la luna.

Los niños de medianoche
caminan en la oscuridad,
a la caída de la noche,
pareciéndose al cielo.

No puedo dejar indiferentes a los sensibles.
Aún no sé, luego de tantos años.
Los vuelvo a ver, llorando aún,
niños de media noche.

 

El triángulo de la existencia

Yo y ellos
estamos en las esquinas
del triángulo de la existencia.
Yo, el más pobre,
todo desnudo,
he crecido a través de ellos,
caminando sobre el sufrimiento.

Las mariposas
se han reunido a mi alrededor
para engrandecerme,
posándose en mis rosas.

En estos momentos,
he respirado profundamente,
mirando correr las lágrimas
desde los ojos del porvenir.

Ellos me han dado el nombre de nostalgia,
extirpando de mi esencia el color violeta
para que mis pensamientos se parezcan a la rosa.

Ellos dieron felicidad
a mis pequeños pasos
pero sin ser suficiente,
movidos por mis miradas,
han cubierto con sus labios mis pómulos.

Ellos me han protegido con sus insomnios
hasta hacerme decir “Oh, padres míos”,
construyendo puentes
en sus corazones.

Yo y ellos
estamos en las esquinas
del triángulo de la existencia.
Yo, el más pobre,
todo desnudo,
he crecido a través de ellos,
caminando sobre el sufrimiento.

Estos poemas han sido traducidos al español, del francés e inglés, por Mercedes Ortega González-Rubio y Manuel Guillermo Ortega (Guillermo Tedio).