Editorial
Sobre las tiranías

Comparte este contenido con tus amigos

El deceso del general Augusto Pinochet se produjo el pasado 10 de diciembre y, como era natural esperar, desencadenó reacciones exacerbadas de parte tanto de quienes adversaron como de quienes respaldaron al dictador chileno. Protestas de calle, improperios de lado a lado y hasta evidencias de un humor negrísimo fueron el corolario del fallecimiento de quien en 1973 derrocara al presidente Salvador Allende, inaugurando una época oscura que ha mantenido dividida a la nación sureña incluso hasta nuestros días. Dado el carácter inexorable de la muerte, toda reacción en este sentido no tiene otro destino posible que el de fungir como válvula para la liberación del estrés social.

Perseguido mas nunca alcanzado por quienes quisieron cobrarle su actuación en el poder, Pinochet ha muerto precisamente en la fecha que la ONU designó en 1950, hace ya más de medio siglo, para que los Estados miembros la observaran como Día de los Derechos Humanos, en conmemoración de la Declaración Universal suscrita por la misma organización en 1948. Hay quienes ven este hecho como una tenebrosa coincidencia; nosotros preferimos agregarlo a la larga lista de recordatorios de cuán necesaria es una toma de conciencia en todo el mundo respecto a los abusos que una parte de la humanidad inflige al resto.

Una potente llamada de atención en este sentido es la que el pasado 8 de diciembre emitió en Estocolmo, durante la entrega del Right Livelihood Award —los llamados premios Nobel Alternativos—, el poeta colombiano Fernando Rendón, al recibir el galardón en nombre del Festival Internacional de Poesía de Medellín: Colombia, recuerda el poeta, es un país que no conoce la paz, y la sumisión de sus gobernantes a las políticas militaristas de Estados Unidos hace difícil la consecución de tal objetivo.

Rendón es un hombre que sabe de esto. Desde el centro mismo de una conflagración interna —Medellín es una ciudad estigmatizada por la violencia, y lo peor es que con razón—, él y el equipo que año a año lleva adelante esta fiesta poética han aprendido a convivir con las balas y han hecho brotar, por encima de ellas y durante dieciséis años, una de las más inauditas y colectivas expresiones de la poesía de que se tenga noticia en la historia de nuestro atribulado continente.

Allá, en la sede del Parlamento de una nación que quizás nunca conocerá de primera mano estas realidades, Rendón alzó su voz en reclamo de la solidaridad internacional para propiciar un escenario de diálogo, y no de combate, entre el gobierno y los factores que perturban la paz en su país. Y denunció, como ya lo han hecho antes muchos otros colombianos, el funesto papel que Estados Unidos ha tenido en el fomento de la guerra fratricida que desde hace tiempo inunda de muerte y tristeza el suelo colombiano.

El caso de Chile, es sabido, ha inspirado por años la reflexión en torno a la paradoja que implica el equilibrio económico fundamentado en la represión social. Sin embargo, es preciso advertir que en la actualidad las formas de la tiranía son mucho más complejas que las que pueden atribuirse a la figura de un dictador que mantiene a un pueblo bajo su yugo, y que las fronteras entre tiranía y legalidad son tan borrosas como pueda permitirlo el grupo humano afectado.

Son todas estas cosas en las que debemos enfocar nuestra reflexión, en especial en estos días cuando el paso de un año a otro nos invita a hacer nuestros mejores esfuerzos por construir un futuro provechoso y digno, para nosotros y para quienes nos sucederán.