Letras
Tres poemas

Comparte este contenido con tus amigos

El mago

Desecha tristezas y alegrías.
Desde la certidumbre del poema
socava y se hunde en él
como en su cárcel y se opaca
descartando lo descifrable,
lo emocional, los signos manifiestos.
Su palabra tensa la realidad,
la deforma, la hiere de muerte,
por impura, por vieja,
como si por última vez
se bebiese el tiempo.
Y se ocultan los grises,
negros indiferentes,
blancos de vida,
púrpuras de pecado,
rojos hostiles,
hasta que una llama
en la más completa oscuridad,
se instala en el centro del poema
y lo deshace.

 

Y ya no fue Abelardo

La incertidumbre de sus actos
provenía de un fatídico eco.
Su espíritu indeterminado
avanzaba o retrocedía
como una negra ficha
sobre un irreflexivo damero.
Y ya no fue dueño de sí.
En su vejez por dentro
vio crecer la fealdad de su Eloísa.
Mientras otros se amaban y engendraban
él volcó sus sentidos sin sentido
sobre texturas frías y viscosas.
Y el éxtasis, su éxtasis,
era sólo un abuso,
el gemido de un pájaro
en la doliente hiedra.
Y ya no se detuvo a pedirse cuentas.
Y ya no fue Abelardo. Sí su espectro.

 

El demonio del basural

Qué viejos nos alejamos de aquí, de los pequeños basurales,
donde hemos visto por última vez al hijo del mendigo
cargando su mortaja y hablando con el verdugo.
Allí, donde las viudas y los huérfanos llevaron
sus grises harapos, en tiempos de paz,
donde nunca han brindado los testigos del alba
sobre un mantel de vida.
Qué viejos nos alejamos de aquí, de los pequeños basurales,
donde también dejamos partes nuestras.
Qué viejos nos alejamos de aquí, ¡oh demonio del basural!
y cómo nos resignamos al estigma,
cómo nos entregamos brutalmente a lo efímero,
hasta que nos acurruquemos una noche cualquiera
y nos soñemos limpios.