Artículos y reportajes
La corriente, cárcel, mundial de las patentes

“Doscientas latas de sopa Campbell”, por Andy Warhol (1962)

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América, me das pena, rabia
Por esta gente idiota que puede y no hace
—Que hace y lo hacen idiota—
América, no seas puta, cambia de posición.
De América, cambia de posición

¡Me quemo, ardo en deseos de algo nuevo,
amigos nuevos, caras nuevas y lugares!
Oh, estar lejos de todo esto.

Ezra Pound

En el mundo, en nuestro mundo, en mi mundo, en el mundo que mentalmente tenemos, creemos o hacemos, que no es el mismo de la Edad Media, ni de la América Inca, Azteca y Maya ni de los siglos VII y VI a.C. en las polis helénicas, formación, eclecticismo del estudio del alma o de la naturaleza como totalidad, nacer de la filosofía occidental, época clásica del pensamiento por el pensamiento: instante irrepetible según, el oscuro, Heráclito de Éfeso. Existe la corriente mundial de las patentes. De la forma, del tamaño, del sonido, del sabor, del olor, del color, de la energía, de la función (del código genético)... De las horrendas y asquerosas patentes, como si fuese necesario, en el mundo, tener una reina o un rey: la mujer más bella del mundo que siempre es alguna, otra, que jamás será coronada porque nunca se la encuentra; la que está como, subrepticia y bella, escondida. Esto es mío y, por lo tanto, no tuyo: si quieres usarlo debes pagarme. Y si lo usas y no me has pagado, si me entero, te enjuicio y hago que me pagues; y si no tienes dinero te meto a la cárcel, con mis influencias.

¿Qué hacer: otra forma de revolución? Todo parece tener dueño o patente. Se crean patentes (se mata a millones :: se beneficia una familia nuclear), se roban patentes (se mata a más :: se beneficia otra, o la misma, familia nuclear), se trafican patentes (se ahogan millones :: se beneficia alguna familia), se quiebran patentes (se salvan billones :: se benefician trillones), ejemplo: que ya nadie asista a comer en una cadena de comida rápida, que nadie haga caso a la, estúpida, propaganda que invade a toda hora y en cada canal de la televisión, que se usen todos los medicamentos menos los de las transnacionales, que todos los países llamados “subdesarrollados” no le compren armas a los llamados “desarrollados”... Que se prohíba, mundialmente, hacer armas o, más precisamente, que se evite hacer de cualquier invento algún arma: ley universal. Teorema de la paz. Tratados, tratados de libre comercio o “seguros de opresión” (control de calidad) que se negocian sobre balanzas trucadas, con sobornos, proporción: de tres a un millón (sobornas a tres y vendes a un millón :: pagas, “inviertes”, y aseguras el monopolio). Total, la ley ve cuando la dejan ver, cuando se paga para que vea. Qué hacer; esperar o hacer como George Orwell, debajo de un puente, la Rebelión en la granja: sublevarnos todos como animales, como animales que nos ven y que son. Tan iguales como el mismo tú o yo o él ó “tú y yo”. El mismo mono del milenio.

Giros, documentos, dinero que se digita de una cuenta a otra para asegurar la deferencia, la mácula en “el todo ordinario”. Se puede negociar, vender, el mismo producto en los restaurantes pero no en todos cuesta lo mismo, marginación legal, se cobra más no porque sea mejor, diferente o peor sino porque de esa manera ahí no entra la basura social sino únicamente los que pueden pagar, los que, aparentemente, controlan la sociedad, los pocos, los dueños de las grandes empresas. Los que determinan y acuerdan lo que sale en los medios de comunicación. Para hacer el mundo feliz o el mundo pánico (¡Terror! Pobre masa ordinaria o pueblo estadounidense), el mundo hechizado o vacunado con el cuento de hadas, de la ignorancia representada en la diversión, que Aldous Huxley vaticinó y nadie le cree, en, desde El mejor de los mundos. Así como el pueblo hindú, con sus líderes y Mahatma K. Gandhi, derrotó al imperio británico; qué nos cuesta vencer al imperio brutal de Estados Unidos de Norteamérica. En palabras de Pablo Neruda, el pobre Paraguay herido, digo, la pobre Cuba herida pero cultísima, valiente, bloqueada o aislada pero exportadora de ideas y mentes. América salvaje, América libre, América puta, América Edén, América genéticamente única; en ella hay la suficiente energía como para ejecutar un bloqueo inverso, de raíz, integrar América Centro y Sur y contrarrestar la agresión de los países desarrollados. Pobre John F. Kennedy, en su propio país se erigió la idea, la muerte o persecución. Ya sabemos quién ganó.

Al paso, rengo, que vamos es imprescindible una revolución. Y en algunos núcleos de la “América libre” ya se está tratando de erigir, con todo en su contra: el imperio global de la telecomunicación. Necesitamos preparar a las mentes, abrir mentes, exportar e importar mentes. El juego eterno de todos los imperios: se envía gente a estudiar lo aprovechable del subyugado, militarmente, o subdesarrollado (las armas químicas, los virus, los misiles que mandan bajo fe y moral) y así rastrear o robar las posibles ideas venideras y, lo más importante, se lleva material, se importan o prestan personas para que estudien en el núcleo del imperio, para luego enviarlos de regreso como portadores de la voz imperial; todo lo mejor está allí. O te quedas en el núcleo y te uso como bandera, para decir: siempre les doy oportunidades. Me llevo la joya para seguir gobernando en el mundo y te permito, o te apoyo para, que gobiernes en tu triste país. Yo siempre adelante y tu siempre detrás. Son precios que hay que pagar. También en el poema, El fuego y la poesía: El amor de economía quebrantada / Como el país más expansionista / Sobre millares de seres desnudos tratados como bestias / Para adoptar esas sencillas armas del amor / Donde el crimen pernocta y bebe el agua clara / De la sangre más caliente del día. En La tortuga ecuestre de César Moro.

Ir a la cárcel por algún heterónimo, ser asesinado por pensar. En todos los imperios está, estuvo y estará prohibido pensar otra cosa que la agenda de la política gubernamental. Entonces, es un dulce y gozoso peligro pensar. Dadaísta, creacionista o ultraísta que jamás seré. Hasta que nació Fernando Antonio Noguera Pessoa, el raay metamórfico, desde los llanos hasta las cumbres, pasando por las más disímiles cavernas de la realidad sustentada en las palabras: Si las cosas son astillas / del perspicaz universo, / que o sea mis fragmentos / distraídos y diversos / Lo fueron y no lo fueron; un Cristo que jamás nació ni murió, es el Cristo que siempre estará. En todo caso, qué importa ser, haber sido o no-ser, si todo forma parte del mismo indivisible Todo, natural, universal (hombre = animal = vegetal = mineral...). Como dice Paul Valéry: La Historia de la Literatura no debería ser la historia de los autores y de los accidentes de su carrera o de la carrera de sus obras, sino la Historia del Espíritu como productor o consumidor de literatura. Esa historia podría llevarse a término sin mencionar un solo escritor. Así, sin lugar a dudas, nadie necesita de patentes. Sería como esa película, que sólo una vez vi, de realidades, posibilidades, paralelas en el tiempo, los tiempos, donde, en un tiempo, todos los automóviles eran blancos y eran usados por aquel que lo necesitaba y además, donde estaba prohibido irritarse y engordar: males, según la película, que se evitaban con cirugía cerebral. Propuesta similar a la vista en El planeta de los simios. Será que así como el hombre se lo ha imaginado, en un futuro, será, algún día, legal. Cómo saberlo. Si, en palabras de J. L. Borges, nada sabemos del porvenir.

Ah, si hasta el día de hoy no hemos avanzado nada, en el mundo, lo que se dice nada. Ni en sociedades desarrolladas ni subdesarrolladas, en pasado ni en presente y como se ve, ni en un futuro. Por lo que es posible crear o creer en lo que sea: lo que llamaremos, temporalmente, alguna verdad, o fórmula, para soportar el vivir. Necesito poesía, malcriada, para vivir.