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Poemas

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Sueño

urdo conexiones, tramas,
nudo a nudo la red paciente tejo, armo
figuras que luego remitirán a otras,
despliego el infinito ante el espejo;
algún sueño fugaz donde soy otro
tantea analogías en lo obscuro.

afirmo
apisono
este suelo de palabras
este sustento solo de palabras
adonde crezca la palabra hierva o donde
oscura moje al sueño o seas un refugio
de lucidez como un lecho de ojos
donde la noche cae abierta.

sueño
donde voy hacia los nombres
que han de poblar el mundo
donde pienso o camino o donde,
con voces y silencios
y todo lo ignorado,
hemos cumplido con reconocernos.

 

El nombre

en el principio era el caos indiscriminado.

no es que se encuentre la verdad revelada como si se tratase de un tesoro escondido sino que la búsqueda modela, construye esa verdad, como la mano modela la forma que recorre. por tanto la verdad última es la misma búsqueda, puesto que no hay desciframiento sin previo cifrar. nombrar es identificar, separar aquello que el nombre delimita y recubre como una piel, aislándolo del amasijo del caos. la piel del nombre origina y conforma al ser: el ser es porque es nombrado. y puesto que nombrar es discriminar, diferenciar, en suma, otorgar identidad, con esa piel el nombre nos entrega la perspectiva que implica una mirada y una distancia imprescindibles. nombrar siempre es un acto de violencia, de una doble violencia: la que se ejerce sobre lo nombrado, al arrancarlo de su anomia inerte, y la que desgaja al ser que nombra exponiendo su espalda a la intemperie. nombrar, entonces, siempre será alejarme, puesto que para llegar a poseer algo debo primero ser un otro. el parto trae al hijo, pero también hace a la madre. el nombre es esa forma de paliar la soledad de la existencia aferrándonos a aquello de lo que indefectiblemente nos alejaremos. es un reclamo por la unión perdida. como un huérfano que, deslumbrado por tus caderas, ha perdido su nombre en la penumbra. pone su huevo entonces, su enjambre de silencios, su mezquina torpeza, su cielo de ecos muertos cada vez que te llama.

en el nombre reside la nostalgia del caos primordial.

 

El silencio

ese silencio de materia blanca
imprescindible blanco del soporte
o nada generosa / asedio
siempre en deuda
insuficiente siempre
como el deseo siempre
que ninguna / consumación
colmar ni calmar puede
lo que decanta quieto
lo que tempranamente supiste:
lo que nunca sabremos, eso somos.

después de los rituales laxos
o tímidas traiciones
cotidianas / sólo
después te preguntas
pensando en ella / recorriendo
los acuarios perplejos de la imaginación
sólo después, refugio: cómo será
—te preguntas— el adentro
cómo sería de ancha su cara
al hundirme en ella / cómo sería
no naufragar y esta vez sí / rumbo
a Ítaca a su boca / cómo será
lo que no sea, entonces,
cómo sería el silencio

                                   de alrededor

de ese
                beso

(en homenaje a Felisberto Hernández)

 

En el ritual sombrío

en el ritual sombrío los estambres
más acá del susurro de los secretos pactos
de estrellas borroneadas por las copas del bosque
más acá donde el roce escondido de la abeja humedece
la palabra lengua / el rocío perplejo en que la sed
liba su borde tímido con sus tintas de fuego
acá nomás has de mojar la pluma
para escribir mi nombre
y me darás mis manos
sobre dos lunas blancas
y todos tus zumbidos serán míos.