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Violeta Parra¡Santa de greda pura!

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Yo no quiero recordar
a la Violeta muerta,
quiero verla entrar
por la puerta
grande de Chile.
Gracias a la vida, Violeta,
nos has dado tanto y tanto
que nos has dejado sin tu canto.
Violeta, si Chile supiera,
Chile entero se rindiera
a tu canto de paloma herida,
que no es de espanto,
ni de llanto,
sólo naciste para la vida,
ay, Violeta querida.
Rolando Gabrielli

El 5 de febrero, hace 40 años, Violeta Parra, la más grande folclorista de Chile y tal vez de América Latina, se suicidó en su carpa, en Santiago de Chile, de un disparo en la sien derecha. Algunas de sus canciones, como Gracias a la vida y Volver a los 17, son verdaderos himnos en América Latina. Fue la primera latinoamericana que expuso su arte plástico en el Museo del Louvre, Francia. Mujer profunda, como un río torrentoso, se instaló con lo esencial, cantó a lo humano y divino, sin retórica, ni falsas importaciones, con esa profunda sencillez de lo auténtico, aquello que siempre permanece. Amó intensamente, con pasión, a Chile y a la vida. Rescató el folklore nacional perdido en los andamios de la vida y nos dejó más que un puñado de canciones, su enseñanza de lo humilde y sencillo, esas cosas verdaderas que supo recoger en su letra, música y divulgar en su canto de vasija en los caminos de Chile.

Gracias a la vida
que me ha dado tanto.
Me dio dos luceros
que, cuando los abro,
perfecto distingo
lo negro del blanco,
y en el alto cielo
su fondo estrellado
y en las multitudes
el hombre que yo amo.

Gracias a la vida
que me ha dado tanto.
Me ha dado el oído
que, en todo su ancho,
graba noche y día
grillos y canarios;
martillos, turbinas,
ladridos, chubascos,
y la voz tan tierna
de mi bien amado.

Gracias a la vida
que me ha dado tanto.
Me ha dado el sonido
y el abecedario,
con él las palabras
que pienso y declaro:
madre, amigo, hermano,
y luz alumbrando
la ruta del alma
del que estoy amando.

Gracias a la vida
que me ha dado tanto.
Me ha dado la marcha
de mis pies cansados;
con ellos anduve
ciudades y charcos,
playas y desiertos,
montañas y llanos,
y la casa tuya,
tu calle y tu patio.

Gracias a la vida
que me ha dado tanto.
Me dio el corazón
que agita su marco
cuando miro el fruto
del cerebro humano;
cuando miro el bueno
tan lejos del malo,
cuando miro el fondo
de tus ojos claros.

Gracias a la vida
que me ha dado tanto.
Me ha dado la risa
y me ha dado el llanto.
Así yo distingo
dicha de quebranto,
los dos materiales
que forman mi canto,
y el canto de ustedes
que es el mismo canto
y el canto de todos,
que es mi propio canto.

Gracias a la vida
que me ha dado tanto.

Violeta Parra

 

Me falta algo

Me falta algo, no sé qué es,
no sé si lo voy a encontrar,
Me falta el aire,
me faltan los pies
para respirar y caminar,
donde tú estés.
¿Ya sabes tú que es?
este no es mi tiempo,
sé que no es
y si parto, tal vez,
tal vez sepas quién se fue.
El mundo está al revés,
yo lo miro debajo
de mis pies.
Me falta algo,
no sé qué es.
Ay, guitarra, Ay ayayayyyyyyyy.
Cuerda enredadera, guitarra primavera,
Violeta cordillera,
Violeta tierra,
vuelve a nacer mensajera.

Rolando Gabrielli

La primavera del 72 en el Pedagógico de la Universidad de Chile, esa noche, esperaba a Nicanor Parra en el magno auditorium, sitio de foros, debates, actos políticos, culturales, nicho de amor, desesperaciones, poesía y desencuentros. El país seguía su curso y se respiraba esa atmósfera enrarecida por la confrontación permanente de las ideas, del dulce desencanto y del fruto magro de la intransigencia. En las calles de la Universidad de Chile, en Macul, los terribles plátanos orientales que atacaban sin piedad a los asmáticos como el antipoeta que daba clases allí y se paseaba con su cuaderno de Artefactos. Santiago se me evaporaba de las manos, por arte y magia de la frustración, de un sueño que se enredaba y salía de una chimenea como una enredadera.

El más antisolemne de los poetas-antipoetas ingresaba al auditorium con toda la solemnidad del caso, revestido de silencio, tristeza, como suspendido en el tiempo, como estando y no, ese recorrido en solitario que repasa el viento del Sur. Lentos pasos y ya Parra estaba frente a su público, todos estudiantes del Pedagógico. Estaba solo de soledad. Y comenzó a leer Defensa de Violeta Parra con la voz entrecortada, como explicando lo inexplicable, remontándose a todos los ayeres, dejando que el presente no fuera real. El poema explica en verdad muchas cosas y deja en claro la famosa frase “el pago de Chile”, ese reconocimiento que sólo llega postmorten y se da siempre a las figuras excepcionales.

Chile es un país fúnebre, de mitos que siempre apuntan a ese reconocimiento postmorten, porque en vida cada quien debe arreglárselas como pueda. Las dos mujeres que son las artistas más destacadas de la historia de Chile, Gabriela Mistral y Violeta Parra, disfrutaron en vida del mismo desdén de Chile y de sus funcionarios públicos administradores de la cultura, de los recursos y promociones del Estado. No son las únicas, pero representan ese generoso y sistemático olvido que se extiende a las sedes diplomáticas chilenas, que durante algunos años fantasearon con la XIV Región destinada a los habitantes de la diáspora, pero de la noche a la mañana inventaron dos regiones más (la XIV y la XV), dejando sin piso al exilio, a los autodesterrados, a los chilenos fuera de Chile. La copia feliz del ninguneo puede ser un verso que se incorpore al himno nacional. Neruda le llamó: ¡Santa de greda pura!

Defensa de Violeta Parra

Dulce vecina de la verde selva
Huésped eterno del abril florido
Grande enemiga de la zarzamora
Violeta Parra.
Jardinera locera costurera
Bailarina del agua transparente
Árbol lleno de pájaros cantores Violeta Parra.
Has recorrido toda la comarca
Desenterrando cántaros de greda
Y liberando pájaros cautivos
Entre las ramas.
Preocupada siempre de los otros
Cuando no del sobrino de la tía
Cuándo vas a acordarte de ti misma
Viola piadosa.
Tu dolor es un círculo infinito
Que no comienza ni termina nunca
Pero tú te sobrepones a todo Viola admirable.
Cuando se trata de bailar la cueca
De tu guitarra no se libra nadie
Hasta los muertos salen a bailar
Cueca valseada.
Cueca de la Batalla de Maipú
Cueca del Hundimiento del Angamos
Cueca del Terremoto de Chillán
Todas las cosas.
Ni bandurria ni tenca ni zorzal
Ni codorniza libre ni cautiva
Tú solamente tú
tres veces tú
Ave del paraíso terrenal.
Charagüilla gaviota de agua dulce
Todos los adjetivos se hacen pocos
Todos los sustantivos se hacen pocos
Para nombrarte.
Poesía pintura agricultura
Todo lo haces a las mil maravillas
Sin el menor esfuerzo
Como quien se bebe una copa de vino.
Pero los secretarios no te quieren
Y te cierran la puerta de tu casa
Y te declaran la guerra a muerte
Viola doliente.
Porque tú no te vistes de payaso
Porque tú no te compras ni te vendes
Porque hablas la lengua de la tierra
Viola chilensis.
¡Porque tú los aclaras en el acto!
Cómo van a quererte
me pregunto
Cuando son unos tristes funcionarios
Grises como las piedras del desierto
¿No te parece? En cambio tú
Violeta de los Andes
Flor de la cordillera de la costa
Eres un manantial inagotable
De vida humana.
Tu corazón se abre cuando quiere
Tu voluntad se cierra cuando quiere
Y tu salud navega cuando quiere
Aguas arriba!
Basta que tú los llames por sus nombres
Para que los colores y las formas
Se levanten y anden como Lázaro
En cuerpo y alma.
¡Nadie puede quejarse cuando tú
Cantas a media voz o cuando gritas
Como si te estuvieran degollando
Viola volcánica!
Lo que tiene que hacer el auditor
Es guardar un silencio religioso
Porque tu canto sabe adónde va
Perfectamente.
Rayos son los que salen de tu voz
Hacia los cuatro puntos cardinales
Vendimiadora ardiente de ojos negros
Violeta Parra.
Se te acusa de esto y de lo otro
Yo te conozco y digo quién eres
¡Oh corderillo disfrazado de lobo!
Violeta Parra.
Yo te conozco bien
hermana vieja
Norte y sur del país atormentado
Valparaíso hundido para arriba
¡Isla de Pascua!
Sacristana cuyaca de Andacollo
Tejedora a palillo y a bolillo
Arregladora vieja de angelitos
Violeta Parra.
Los veteranos del Setenta y nueve
Lloran cuando te oyen sollozar
En el abismo de la noche oscura
¡Lámpara a sangre!
Cocinera niñera lavandera
Niña de mano todos los oficios
Todos los arreboles del crepúsculo
Viola funebris.
Yo no sé qué decir en esta hora
La cabeza me da vueltas y vueltas
Como si hubiera bebido cicuta
Hermana mía.
Dónde voy a encontrar otra Violeta
Aunque recorra campos y ciudades
O me quede sentado en el jardín
Como un inválido.
Para verte mejor cierro los ojos
Y retrocedo a los días felices
¿Sabes lo que estoy viendo?
Tu delantal estampado de maqui.
Tu delantal estampado de maqui
¡Río Cautín! ¡Lautaro! ¡Villa Alegre!
¡Año mil novecientos veintisiete
Violeta Parra!
Pero yo no confío en las palabras
¿Por qué no te levantas de la tumba
A cantar a bailar a navegar
En tu guitarra?
Cántame una canción inolvidable
Una canción que no termine nunca
Una canción no más una canción
Es lo que pido.
Qué te cuesta mujer árbol florido
Álzate en cuerpo y alma del sepulcro
Y haz estallar las piedras con tu voz
Violeta Parra
Esto es lo que quería decirte
Continúa tejiendo tus alambres
Tus ponchos araucanos
Tus cantaritos de Quinchamalí
Continúa puliendo noche y día
Tus toromiros de madera sagrada
Sin aflicción sin lágrimas inútiles
O si quieres con lágrimas ardientes
Y recuerda que eres
Un corderillo disfrazado de lobo.

Nicanor Parra