El regreso del caracol
“Susurros de octubre”, de Alberto H. CoboSusurros de octubre

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Poesía
La Liebre Libre Editores
Maracay, mayo de 2006
ISBN: 980-6536-10-x
46 páginas

En mayo del año pasado apareció, bajo el sello La Liebre Libre, Susurros de octubre, el primer poemario del escritor venezolano Alberto H. Cobo (Maracay, 1980). Signados por una dramática perspectiva de la oscuridad, los cuarenta poemas que componen este libro se valen de la brevedad —los textos están dispuestos, en su mayoría, por conjuntos de cuatro o cinco versos—, así como de los márgenes irregulares, para transmitir al lector la sensación de estar leyendo, justamente, susurros.

Incluso al describir estados de trance, euforia y embriaguez, no deja el autor de aplicarle crisoles oscuros a sus poemas. Ya desde el primero se enfrenta a la locura nocturna: “Me llama la noche, / me llena; / me atrae a un sinfín de personas / desconocidas, / locas y sedientas, / lúgubres”. El poeta se ilustra paseando “descalzo por las sombras” y regresando a su quehacer literario, acosado porque “la claridad del día quema los pasos” (poema 9), y observa, por otro lado, cómo su ansiedad es atravesada por olores que “sentencian mis palabras, / borran mi memoria” (poema 15), o cómo su memoria fija con mayor fuerza las voces cuando “los tragos traen el delirio / rodeado de sonidos familiares” (poema 21).

La relación del autor con la palabra, otro de los temas en los que suele internarse Cobo incluso en su narrativa, aparece aquí en forma de una reverencia que, en algunos casos, llega a ser dolorosa. En el poema 3 declara que “El sonido de los libros me trastorna, / sólo la voz del poeta alivia el malestar”, pero tres poemas más adelante “el silencio de las hojas ensordece”, conflicto que se manifiesta una vez más en el poema 20 —que da título al libro— cuando, torturado por el terrible delirio de su oficio, advierte: “impaciente oculto las palabras, / me hago silencio”. Cuando el verso se le escabulle, el poeta manifiesta su impotencia: “inconsciente abandono el espacio, / regreso vacío de las sombras” (poema 30).

Gran parte del libro está inspirada en la eterna musa femenina, que se escurre del dominio sensual del poeta dejándolo por lo general como un simple espectador que define al cuerpo amado como “el equilibrio perfecto / entre la muerte / y mis andanzas” (poema 5), o como una “mezcla letal de claridad / y sombras” (poema 7). Dudosa tabla de salvación que repele la soledad pero, a la vez, la libertad, el sudor de la mujer sacia la sed del poeta, lo que lo hace “vulnerable al licor de su piel” y, por lo mismo, lo fuerza tristemente a rebelarse: “golpeado, retorno / donde las sombras esperan, / la lejanía” (poema 36).

Cuando el poeta huye de la luz, de la alegría indiscriminada de la gente, aparece de forma más patente esa oscuridad que mencionábamos al principio: “Me emboscan las luces; / quedo ciego por un momento, / al recuperar la visión / descubro que sólo eran fábulas de mi memoria” (poema 26). El pesimismo, dice Cobo, “fracciona las horas, / las convierte en siglos” (poema 23).

La brevedad de los poemas de Susurros de octubre no es otra cosa que una señal de respeto del autor ante el verbo sustancioso, una cicatriz infligida por el tiempo, catalizador ineludible de la madurez: “El calendario marca los días / no deja salida alguna, / el tiempo acorta las palabras” (poema 11). Así, Cobo esgrime en tres líneas su arte poética, también breve: “Limpio las impurezas de las palabras; / convierto sus sonidos / en alertas de la brevedad” (poema 32).

Ganador en 2004 de una mención especial en poesía en el Concurso Literario Interliceísta “Sergio Medina”, en Maracay, Cobo ha participado en el I Encuentro de Jóvenes Escritores de la Universidad de Carabobo (Valencia, Carabobo) y en el I Encuentro de Jóvenes Escritores 2004 (Santa Ana de Coro, Falcón), entre otras actividades literarias. Textos suyos han aparecido en diversos medios impresos y digitales. En Letralia es posible apreciar parte de su obra en nuestras ediciones 125 y 150.

El regreso del caracol
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