Letras
Alicia

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Abrí la puerta del coche, me senté, coloqué con cuidado las llaves de casa en la guantera, me acoplé el cinturón de seguridad; con delicadeza me puse las gafas de sol, escogí un Cd de los Rolling Stones. Empezó a sonar “Angie” y arranqué el vehículo.

Me encontraba gratamente nervioso, placenteramente inquieto, una feliz nostalgia atrapaba con rabia mi alma. ¿Qué aspecto tendría Alicia después de 30 años?

Ella fue el amor adolescente. Empezamos a salir en el año 1975, apenas teníamos 16 años, yo estaba en COU y ella estudiaba secretariado en la academia Cots.

Todas las tardes la esperaba enfrente de la academia, miraba con frecuencia mi reloj empujando con fuerza las manecillas para que marcaran las ocho. Estos minutos de espera provocaban en mí una tierna excitación.

Cuando por fin salía, nos cogíamos suavemente de la mano y andábamos rambla arriba, apenas nos dirigíamos palabra, no eran necesarias, ella era yo, yo era ella, nuestro interior se convertía en un alboroto desordenado de sentimientos, a medida que íbamos llegando al final de la rambla nuestros pasos se volvían más presurosos, el verde banco de madera de la Plaza de San Lorenzo nos estaba esperando; allí nos sentábamos y nos besábamos, sólo nos besábamos, eran besos derrochadores, besos que hablaban, que escudriñaban con avidez los recovecos del amor, besos que lloraban porque no eran capaces de llevarnos más allá, eran otros tiempos. De vez en cuando alguna vecina de la plaza nos recriminaba ásperamente nuestra nítida actitud amorosa.

Alas 10 de la noche la dejaba en su casa. Y yo, exultante, me iba a la mía esperando con ansiedad la llegada del día siguiente.

Recuerdo especialmente una noche en la falda del castillo, Alicia tenía reclinada su cabeza en mi hombro, una espléndida y cómplice luna alumbraba lo justo para vernos sin ser observados, entonces, no sin cierta inquietud, desplacé lentamente mi mano hasta posarla con suavidad sobre sus pequeños pechos, pasados unos segundos me atreví a liberarlos de su sujetador rosa; tiernamente acaricié aquellas tetas menudas y firmes. Fueron apenas unos minutos que se han prolongado en mi interior hasta el día de hoy.

Los días iban pasando y todo marchaba bien.

Acabé COU y me matriculé en económicas, para ello me tuve que desplazar a estudiar a Barcelona; en aquellos tiempos, en Lérida, no existía dicha facultad. Y fue entonces cuando se acabó.

Al principio nos carteábamos a menudo, pero al cabo de poco tiempo dejé de contestar a sus cartas; el bullicioso ajetreo de la gran ciudad, los tripis, las anfetaminas, las lujuriosas noches en los “Enfants Terribles”, me envolvieron en una vertiginosa espiral de experiencias nuevas que me hicieron olvidar de Alicia.

Y, ahora, después de tantos años, la volvería a ver. El día anterior me llamaron por teléfono, era ella, al principio me quedé sorprendido, después me sentí como un niño. Me contó que estaba en Alicante, lugar donde yo residía hacía ya 20 años, que me había localizado a través de mi hermana. Después de cruzarnos algunas frases sin sentido, en realidad sólo quería oír su voz, quedamos en vernos al día siguiente en la terraza de la cafetería 1890.

Aparqué el coche, “Angie” seguía alimentando mi añoranza divina.

Me acerqué a la cafetería, y allí la reconocí; estaba sentada en una mesa, su frágil cuerpo y su expresión sencilla habían sorteado con éxito el paso de los años. Pasé por delante de ella; no se percató de mi presencia, yo llevaba puestas las gafas de sol y, sin duda, el paso del tiempo y mi desordenada vida me habían envejecido. Así que no me reconoció. Opté por sentarme en la mesa de al lado, pedí un café; mientras lo tomaba la observaba con disimulo; ella miraba nerviosa a un lado y a otro, delante y detrás, pero no me localizaba.

De pronto pedí la cuenta, pagué el café, me levanté y con paso raudo me encaminé hacia el coche. Puse de nuevo a los Stones, pero esta vez no me hablaba la sutil “Angie”, Mick Jagger escupía con fuerza que no podía conseguir satisfacción.

Mi móvil sonaba una y otra vez, era ella. Lo desconecté.

Era el amor adolescente, y así quise que siguiera siendo.