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Germán Carrera DamasEl culto al héroe en la enseñanza de la Historia: Germán Carrera Damas

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“¡Ay! ¡Tomasito, esta tierra está perdida! ¡Si el Libertador viviera!”.
(Manuel Vicente García, Marcelo, p. 214)

Bolívar, el santo Bolívar, Bolívar la solución, Bolívar el que puede. El culto a la personalidad de Bolívar en la enseñanza de la Historia de Venezuela es una hebra visible e invisible en el tejido de los discursos académicos y pedagógicos. Pero, antes de empezar estas breves líneas, me permito aclarar que no se trata de un ejercicio de deslegitimación de esta práctica, nada más lejos de herir semejantes rituales. Nadie pretende restar a Bolívar las loas que merece. Cada una de sus medallas y estatuas que adornan plazas y sobre cuyos hombros se posan las palomas a ver la vida pasar, son merecidas y ganadas a pulso. El ejercicio va por otros rumbos, la enseñanza de la Historia como práctica pedagógica además de relatar los hechos del pasado, haciendo énfasis en diferentes actores, actores que hacen o no la Historia, unos de los cuales puede prescindirse y otros que ni se sueña obviar, definen también un paradigma: ¿quién hace la Historia? ¿Quién no la hace? ¿Quién es importante en ese discurso? ¿Quién no lo es?

Imposible es dar un paso por la vida venezolana sin tropezar con la presencia de Bolívar.1 Es el inevitable pórtico de muchos temas de Historia, la salida y la entrada de las grandes verdades legitimadas por el discurso histórico. La Historia se configura entonces como el escenario y los héroes, los actores alrededor de los cuales, luces, cámaras y maquillaje completan un discurso de poder. La pregunta obligada sería: ¿el que lee el texto cree lo que lee? O se plantea la posibilidad de que no sea cierto? Apuntala Carrera Damas: la necesidad de creer es la esperanza de las respuestas simples.2 Sin duda, es una salida fácil creer este discurso que hace énfasis en el héroe, a este respecto agrega Montero:

“La tendencia a situar en los demás los propios problemas y sus soluciones puede conducir al extremo opuesto cuando sale a la superficie como el culto al héroe; o sea una exagerada admiración por otra persona (...) el culto al héroe es una forma de auto repudio. Hace que los otros sean más importantes que tú y condiciona tu propia realización a algo exterior a ti (...) sé tú mismo, tu propio héroe”.3

Siempre será más sencillo que el héroe sea otro, que el riesgo lo corra otro, instalándonos en la resignada espera de ese héroe que la Historia parirá. Carrera Damas establece la analogía con Cirene, una ciudad en las que sus habitantes eran felices, vivían dice entregados al culto a sí mismos y a sus héroes:

“Hubo una vez uno entre ellos al cual proclamaron el hombre más grande de la tierra. (...) esculpieron el nombre de aquél en columnas, arcos, templos y al pie de una montaña erigieron un panteón, rematado por una torre llena de símbolos. La vida de Cirene giraba en torno a aquella torre llena de símbolos”.4

La enseñanza de la Historia se retrata en lo anteriormente descrito, templos: aulas, símbolos: imágenes de héroes, panteones donde pareciera nos aseguramos que allí quedó su legado. Mentes planas se forman en Cirene y mentes planas se forman también como consecuencia de este discurso. Tumescencia en los procesos del pensamiento, inmunodeficiencia a los discursos ideológicamente contaminados. ¿Será que tal vez es esa la idea? Que se entumezcan las conciencias, que no seamos capaces de asumir que la Historia es una faena inconclusa en la que cada uno tiene un papel que jugar. Se reduce el idioma y su capacidad retadora y por lo tanto la mente. Mentes de brocha gorda, que sólo repiten los discursos, los héroes, las fechas al mejor estilo positivista.

La Historia, sueño largo, empotrado en cráneos descompuestos. Distancias concluidas, rígidas ya, dispuestas conforme al olvido y diseminadas conforme al cansancio que produce la ilusión equivocada, afirma Lima,5 calificando con palabras duras pero reales un discurso anodino y poco pertinente. Una historia que adormece, una historia que anestesia, yo no diría cráneos descompuestos sino subutilizados. La experiencia me dice que cuando se le plantean retos intelectuales al lector, generalmente responde; ahora, si el discurso es cómodo y mediocre, en el que sólo veneramos a sujetos ajenos a nuestra naturaleza, suerte de superhéroes de una nueva liga de la justicia, es una respuesta natural la desvinculación con lo narrado. Mosaico de alegrías perdidas y sueños desmembrados, disjuntos, congelados en rostros de vergüenza glorificada, de temores ensalzados hasta el vómito.6 Lacerantes palabras para describir la ideología que se despliega en el discurso, un discurso que así traiciona la vocación de la Historia como ciencia, y la del maestro como instrumento de aprendizaje.

De este modo se configura una suerte de discurso de exclusión donde unos hacen la historia y otros son espectadores de ella. ¿Cómo se narra la Historia? ¿Quién la hace? es uno de los ejes temáticos en la vida de Carrera Damas. El culto a Bolívar, cuya primera edición salió en los 70, ha requerido con el tiempo nuevas ediciones hasta llegar a la número 5 en el año 2003. Sus reflexiones en este texto tienen hoy la misma vigencia de entonces o quizás mas.

Denuncia las condiciones que son necesarias, ideológicamente hablando. Cita, al comienzo de este capítulo, la obra de Juan Vicente González:7 También me ocurre, dice, varias veces que nos engañaban al hablarnos de batallas, de naciones libertadas, de trofeos, de glorias. No sé para qué fue alucinarnos en nuestro colegio con ficciones que irritasen nuestra fantasía: esta Patria silenciosa, continua, sepulcral, no era la que habíamos soñado. No es ajeno para nadie que haya crecido escuchando discursos de maestros, presidentes, diputados, este discurso, digno de Homero, en el que los actores se glorifican en sus individualidades y los colectivos no tienen valor. Las anécdotas son hermosas, llenas de imágenes de emoción y dolores estoicamente soportados.

¿A qué operaciones mentales alude este tipo de discurso? Según el autor se hace enclave con un estado general del país que lo refiere a un esquema añorado o soñado. En este estado general el énfasis se hace en lo personal. A este respecto afirma Carrera Damas: “Por eso, cuando se ha querido insuflar ánimo a los venezolanos, se ha pensado que la mejor manera de conseguirlo es poniéndolos ante una realidad objetiva que difiere mucho de la realidad sentida.8 Los textos históricos son muchas veces actos de fe. Una narración cargada de optimismo, de una visión de Venezuela como quisiéramos que fuera, pero la realidad con la que convivimos a diario nos despierta de ese sueño épico-fantástico en el que la Historia se ha convertido”.

Bien afirma Carrera Damas que este optimismo genera, como efecto rebote, un castrante pesimismo en el cual nadie encaja con el perfil descrito de héroe; éste es tan impactante que el que lee no se siente retratado por tal derroche de virtudes. Una Historia auténtica plagada de codicia, traición, orgullo, egos ambiciosos, pequeñez, torpeza, pero también de generosidad, solidaridad, entrega, héroe en lo pequeño de cada día, anónimo en la noria de las horas, presente, constante, responsable de su cuota de presente, una Historia de verdad, es la que necesita Venezuela.

Una Historia en la que pueda verme como en un espejo, en la que pueda reconocerme y en la que pueda aprender. Una Historia que me estimule por su belleza, pero me espolee a cumplir mi papel en ella. ¿Cuál es entonces la salida? ¿Cómo despertar de ese discurso anestesiante? Carrera Damas afirma que la solución tiene tiempo en camino. La obra El Culto a Bolívar fue escrita en 1970, desde entonces y desde los paraninfos, aulas, artículos, ponencias y en cada ocasión posible, Carrera Damas lanza su saeta, retando a los nuevos historiadores. Luchar contra el personalismo, versión más afinada del brutal caudillismo, rural y atrabiliario.9 Solución que califica de elemental y simplista. A ésta hay que oponerle la valoración de los colectivos, la reivindicación de los “soberanos”, “pueblos”, “soberanos” que aparecen en los textos como relleno de los héroes, dando el protagonismo que siempre han tenido. Es el pueblo quien hace la Historia, no son los héroes solos y aunque el héroe, como líder sociológico, es necesario, no es sobre él que descansa la pluma de la Historia. No es el héroe el que nos salva en la Historia, soy yo que la leo, es el alumno que la encuentra, el héroe soy yo. En la medida en que cada lector se descubra héroe, actor principal en la pequeña Historia de su región, de su barrio, de su escuela, los héroes seremos todos. Se nos despertará entonces de este personalismo inhabilitador. Entonces, se nos despertará.

Carrera Damas describe las formas de adaptación al culto a Bolívar categorizándolos con los siguientes adjetivos. A continuación reseñaré algunos de ellos:

  1. Los Herederos: administradores y usufructuarios de su culto, reverentes hasta el simplismo. P. 330: “La pregunta que me haría es si, cuando éstos que están más cerca de lo que creemos, van a las plazas a llevar ofrendas florales a la imagen imponente de Bolívar, o cuando lo visitan en el Panteón, lo hacen para verificar que sigue allí, enterrado, donde su obra, palabra y ejemplo es sincretizado hasta el vómito”.
  2. Los continuadores: cruzados-realizadores de los ideales bolivarianos, algo intolerantes y agresivos, así los define el autor. P. 331: “Bolívar y sus ideales evolucionan dialécticamente; si Bolívar viviera hoy, ya se hubiera familiarizado con lo incierto, lo cambiante y sus estrategias distintas. No pueden usarse sus palabras como armas para lo que conviene, no pueden sus análisis sacarse de contexto para validar un discurso”.
  3. Los exegetas: los que van a la obra de Bolívar en búsqueda de inspiración e ideas, y hacen de su incesante y estéril estilo una razón y modo de vida. P. 331: “Memorizan sus documentos, conocen a pulso sus batallas y anécdotas, pero como el mejor paciente con desorden de personalidad, eso es el discurso, ¿y la vida?... la vida es otra cosa”.
  4. Los Patriotas: sienten la gloria de Bolívar como pueden sentir un triunfo deportivo, y actúan como si creyesen que voceando sus méritos le favorecen y le ayudan a vencer una justa imaginaria de la cual no son sino espectadores. P. 331: “La Historia en la que sin duda alguna tiene Bolívar un lugar ganado a pulso es por esta especie narrada con las altisonancias típicas del mejor mundial, del mejor juego, pero del que sólo puede serse narrador”.10

Bolívar es mito, signo y rito en la vida de los venezolanos. No se concibe nuestra Historia sin él. La Bandera, el Escudo, el Himno Nacional y Bolívar, el cuarto símbolo. La idea de este ensayo no es borrar su impacto en lo que somos hoy porque sencillamente no es posible. El reto hoy es: que ese Bolívar que es cada niño en cada salón de escuela, cada infante sin zapatos, sin padres, ni hogar, cada adolescente que lee la Historia en los textos, liberado de personalismos y otros vicios adulantes, descubra que Bolívar es él y que la Independencia la que él logrará saliendo de la ignorancia, de la dependencia, dejando de ser público para ser protagonista de su Historia personal, que entramadas todas configurarán la Historia Nacional.

 

Bibliografía

  • Carrera Damas, G. Aviso a los historiadores críticos. Ediciones GE. 1995. Caracas. Venezuela.
  • Carrera Damas, G. El culto a Bolívar. Alfadil Ediciones. 2005. Caracas. Venezuela.
  • González, J. Mis exequias a Bolívar. Academia Nacional de la Historia 1970. Caracas. Venezuela.
  • Lima, J. Versiones. Vol. II. Revista Historia de Canarias. 1967. España.
  • Montero, M. Psicología social. 2000. UCV. Caracas. Venezuela.

 

Notas

  1. Carrera Damas, G. El culto a Bolívar. Alfadil Ediciones, 2005. Caracas. Venezuela.
  2. Carrera Damas, G. Aviso a los historiadores críticos. Ediciones GE. 1995. Caracas. Venezuela.
  3. Montero, M. Psicología social. 2000. UCV. Caracas. Venezuela.
  4. Carrera Damas. G. El culto a Bolívar. Alfadil Ediciones, 2005. Caracas. Venezuela.
  5. Lima, J. Versiones. Vol. II. Revista Historia de Canarias. 1967. España.
  6. Ibidem. p. 216.
  7. González, J. Mis exequias a Bolívar. Academia Nacional de la Historia, 1970. Caracas. Venezuela.
  8. Carrera Damas, G. El culto a Bolívar. Colección Hogueras. 2003. Caracas. Venezuela.
  9. Ibidem. p. 195.
  10. Ibidem p. 331.