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Muro fronterizo México-USAEl muro fronterizo México-USA: la dimensión ambiental

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Denominado por algunos como “el Muro de la Ignominia”, el tema de la construcción de un sistema altamente tecnificado a lo largo de la frontera México-Estados Unidos ha generado una enorme polémica. Las posiciones de los diferentes sectores del gobierno son disímiles, no obstante, todavía hay poco activismo entre grupos no gubernamentales. Esto quizás por el elemento sorpresa contenido en la iniciativa. El tema es extenso y apenas inicia. Más allá del tema de la migración, de la cárcel a personas sin documentos migratorios, de la posibilidad de reducir el elemento terrorista a través de las fronteras, considero que el potencial de politización del tema desde una perspectiva ambiental es tan elevado que podría incluso generar las condiciones para una modificación substancial de la política entre ambos países.

Uno de los avances en materia ambiental, desde una perspectiva jurídica, es la emisión de normas que regulan y condicionan los proyectos que pudiesen tener implicaciones de relevancia para la naturaleza y la sociedad humana en su conjunto.

La reciente emisión de la iniciativa por parte de la Cámara de Representantes del Gobierno de los Estados Unidos en referencia a medidas orientadas a detener el terrorismo a través del incremento de medidas de seguridad en las fronteras contiene básicamente elementos que parecen estar destinados más bien a convertirse en escudo ante la invasión migratoria en la frontera con México.

No obstante, uno de tales elementos, la construcción de un doble muro a lo largo de aproximadamente mil kilómetros de ecosistemas fronterizos, aun cuando el Senado, y el gobierno de Estados Unidos en pleno lo aprueben, requerirá del cumplimiento de la ley. Incluyendo la ambiental.

La Agencia de Protección Ambiental (Environmental Protection Agency), en caso de que la construcción del muro sea aprobada, deberá dar cumplimiento con la elaboración de la respectiva Manifestación de Impacto Ambiental. En dicho documento, se incluyen por regla los detalles del proyecto arquitectónico y de ingeniería, así como las estimaciones de impacto ambiental generadas por la obra. Una parte fundamental estriba en la identificación y aplicación de medidas preventivas, de mitigación, así como de compensación.

Una parte importante y de relevancia geoestratégica reside en que el muro (llamado fence en el texto original de la iniciativa, ante el evidente peso emocional de la palabra “muro”) se contempla en la parte fronteriza, por lo cual existen elementos de la vida natural que son compartidos por ambos países. Desde esta perspectiva, no será posible construir un proyecto de esta magnitud sin al menos la opinión de la contraparte ambientalmente afectada. El gobierno mexicano tendría que ejercer el derecho de opinar con respecto a la afectación que se pudiera ejercer sobre la vida natural en territorio mexicano.

Incluso, la ley mexicana en materia ambiental contempla el recurso de la audiencia pública para proyectos de enorme relevancia y de impacto regional, geográficamente hablando. Pienso que tal derecho deberá ejercerse. Asimismo, a pesar de que la naturaleza en la frontera mexicana ha sido reconocida por elementos de exploración biológica del gobierno de los Estados Unidos desde principios del siglo XX, se requerirán estudios específicos con respecto de especies de alta vulnerabilidad. Simplemente, el doble muro deberá esperar a estos resultados en materia, antes de ver colocada su primera piedra.

El tema de la población humana que migra de un país a otro es ciertamente un tema de alto perfil, desde la óptica de todos aquellos países involucrados. Para el caso de Estados Unidos y México, el tema es siempre espinoso. No obstante, la dimensión ambiental de un muro simplemente no puede ser soslayada u omitida. Es posible que exista el derecho de construir dobles o triples muros, de excavar el foso de los cocodrilos, para un país temeroso de recibir ataques terroristas. Es posible que un país incapaz de proveer las condiciones apropiadas para retener en forma digna a sus emigrantes auto exiliados, crea que tiene el derecho de recibir las cuantiosas remesas que alivian la pobreza económica.

La distancia entre ambos países es enorme. La carga histórica es, en muchos tramos, común. La fuerza del elemento humano autoexiliado a los Estados Unidos, procedente de México, es tal que en términos de ingreso de divisas ocupa el segundo lugar. Únicamente las ventas por petróleo supera el nivel de captación, y la derrama de los trabajadores mexicanos en Estados Unidos (ilegales o no) ha superado el turismo y otras actividades productivas. Por supuesto que, en estos momentos, la fuerza económica de los emigrados no se ha manifestado en el escenario político, mas considerando el exorbitante costo del negocio de la democracia en México, no sería descabellado que en breve se presenten estrategias de reivindicación de sus posiciones políticas, aun desde los Estados Unidos.

En síntesis, la dimensión ambiental, aquella que contempla a la sociedad humana en relación con su medio ambiente, frecuentemente olvidada, es en mi percepción, de la más alta relevancia en estos tiempos neomedievales que nos caracterizan.