Letras
Tres poemas

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Coleccionista

     Hay quien rebusca por los vertederos
cartones, zapatillas y paraguas,
quien recoge del suelo colillas y botones
y quienes se abalanzan
sobre la plata sucia del pescado
y los tomates que en la acera sangran.

     Hay quien se sienta junto a los visillos
que tamizan la luz de la ventana
y sobre la camilla abre, risueño,
aquel álbum de sellos de su infancia.
Existe la avidez de los que encierran
en una misteriosa negra caja
monedas herrumbrosas y vencidas.
Y los que ordenan, con mirada cándida,
los ceniceros sobre las repisas
y en las mesitas bajas.

     Hay quienes coleccionan billetes de autobús,
los envoltorios del azúcar blanca,
posavasos manchados de cerveza,
las ya inservibles llaves de la casa,
carteritas y cajas de cerillas,
y las postales. Voces de nostalgia.

     Yo colecciono nieblas,
olvidos y fantasmas
dentro de los floreros, en los libros
de amarillentas páginas,
detrás de los paisajes del pasillo,
dormidos entre fotos como sábanas,
en el armario junto a la colonia
y en los estantes de la ropa blanca.

     Olvidos archivados por orden de dolor,
enmadejadas nieblas y fantasmas
que taponan las grietas y rendijas
por donde afloran viejos afanes de venganza;
que tapizan rincones donde alienta el rencor;
que se deslizan ante las ventanas
para evitar el eco y que no atruene
el grito de mi rabia.

 

Bar blues

     Bárbaro bar. La barra es la barrera.
Sobre los sucios cercos aguanosos
los vasos chapotean.
Resbalan manos, gestos y paraguas.
Los zapatos ajados pisotean
cáscaras, servilletas y palillos
con torpe indiferencia.
Desde el rincón más tibio, la más turbia
mirada nos acecha.
Las voces se disputan el camino
y en la pared se estrella,
sobre el cristal de un cuadro renegrido,
la risa que restalla. Tintinea
el hielo reclamando las alturas.
El humo se congela
como una estola gris sobre los hombros
que se entrechocan. Vuelan
palabras que han perdido el rumbo. Olores
como garras se encrespan
y arañan la sonrisa del cansancio,
desdibujado a/penas.
La lágrima se anuncia, frente al humo
estalla y se despeña,
cae al vaso y el labio la recoge.
Salobre, la marea
fluye y crece. Y la mano,
que tiembla y que chorrea,
se alza, serpenteante y desasida,
y clava su rejón en la barrera.

 

Invitación al viaje

      Acompáñame, ven. Por el camino
encontraremos perros y cristales,
semáforos en rojo y cerradas las verjas
de los jardines secos donde la arena ahoga
los linderos bordados de flores humilladas.

     Pero no importa. Ven. Encontraremos
rostros adustos, dientes como garras,
violentos gestos y feroces gritos...
Con manotazos bruscos tratarán de alcanzarnos.

     Pero, juntos, tú y yo seguiremos la ruta,
sonrosada y alegre, que no marcan los mapas
sobre el gris del asfalto. A cada instante
nos propondrá el deseo un alto vuelo.

     Acompáñame, ven. Te invito a un largo viaje
contra el viento, sin coche ni maletas.
Dejaremos atrás placeres preceptivos
y a tanto triunfador con las cartas marcadas.

     Buscaremos el norte. Buscaremos un alto
bosque frondoso y el rumor marino.
Y, cercana la hora del silencio,
cuando el sol se derrama como un ámbar
y encierra en su cristal rocas y espumas,
brindaremos, alegres, con la mirada absorta
ante la inmensidad del mar y del olvido.