Letras
Los hombres de la ley

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Ayer agarraron al Bulmaro los hombres de la ley. Dicen en el pueblo que lo demos por muerto. Pero su mujer está tranquila porque Bulmaro sí entiende de leyes y va a salir vivo. Yo no lo creo. Los hombres de la ley siempre nos trajieron desgracias. Mi agüelo nos contaba que antes no había problemas en el pueblo, que la pobreza se soportaba porque el sol y la lluvia hacían crecer el máiz y con eso teníamos pa comer, nanque nos faltaran trapos pa taparnos del frío. Ese Bulmaro es valiente, se les puso cara a cara y le echaron el ojo. Los hombres de la ley tienen malos piensos de nosotros, creen que somos malos, pero qué va, acá la gente es de fiar, nadien abusa del otro a la hora de repartir la cosecha. Lo malo fue cuando nos cambiaron el grano por dinero y cuando trajieron esos papeles que disque dicen que esta tierra no es nuestra. Ya ni la friegan, pos de quién va a ser si aquí nacimos, y antes acá vivían nuestros agüelos y los agüelos de ellos. Yo no creo que haigan vendido la tierra sabiendo que sus hijos y sus nietos no tenían pa onde irse. Somos de acá. La tierra que sembramos es nuestra. El sol y la lluvia sí son pa todos y a todos nos alcanzan, ¿qué no? Lo que pasa es que a los hombres de la ley no les da por trabajar, nomás quieren la ganancia. Yo la meritita verdad no entiendo nada de la ley, que disque es muy importante. El Bulmaro sí la sabe porque jue a aprender muchas cosas al pueblo grande, por eso vino tan cambiado. Nos decía cosas re bonitas de nuestros derechos y de nuestra lucha. Ya ni me acuerdo qué tanto decía, pero los más mayores sí le entendían y le dieron su apoyo pa organizar la protesta. Yo siento rete bonito cuando marchamos todos juntos por la democracia, nanque no entiendo bien qué es eso. Jui porque me hartaron los hombres de la ley con sus mentiras, disque nos iban a dar pa medicinas y pa que estudien los niños, pero lo que hicieron fue arrebatarnos la tierra y dejarnos sin escuela.

Bien trajiaditos se presentaron en la plaza pa pedirnos que votáramos por las selecciones. Pero también bien tontos que son porque acá ni tarjetas de votar tenemos. Nos dieron láminas pa taparnos de los aguaceros, frijoles en bolsas y máiz molido. Como la gente les tiene desconfianza, pos no dijo nada, agarraron las cosas y pensaron que con eso íbamos a estar tranquilos. Qué tarugos. Los trajiados se aprovecharon pa venir a robarnos todo. Qué cabrones viejos. Nos empezaron a joder y se burlaron de nosostros. Yo por más que pregunto nadien me sabe decir qué chingaos es la ley. Pa mí que es un permiso de los padrecitos de la iglesia pa que los hombres de la ley vengan a hacer y a deshacer a su antojo. Y pa colmo, muchos hombres del pueblo se jueron a trair dinero a Estados Unidos. Unos bien que llegaron pero otros jueron balaciados por los polecías de la frontera. Dicen que muchos de los que se jueron se murieron solitos porque los rayos del sol les secaron las tripas. Vaya usté a saber. Lo que sí es que hay que ser bien bragao pa irse tan lejos a buscar pan pa los hijos, porque los que llegan pos ta bueno, pero los que se quedan tirados por allá dejan a sus hijos pa siempre.

El Bulmaro nos contaba todo eso. A los hombres les dijo que ya no se jueran, que mejor se enrolaran en la lucha por la democracia pa tener aquí mismo trabajo, a las mujeres nos dijo que juéramos adelante pa que los hombres de la ley nos vieran. Bulmaro se pensó que nosotras íbamos a detener la balacera, pero los hombres de la ley no se tientan el corazón por nadien, se nos vinieron encima nanque hubiera niños y mujeres. Ya son retihartos los muertos que vamos a llorar. Al güerito que vino a tomar fotos, que disque pa dar testimonio, le tiraron en medio del pecho. Nos lo mataron el mismo día que Bulmaro decía que íbamos ganando. Ya ni llorando vamos a recuperar al güero; ese sí que entendía de la ley, pero no le duró la vida pa contar de dónde a dónde iban las balas. Nosotros sí lo sabemos, pero la ley la tienen ellos, los de mero arriba, y nanque no entiendo la ley ya voy pensando que es algo muy poderoso, como que la ley es un permiso pa robar y pa matar sin pagar por eso. Sabrá Dios, pero yo le tengo mucha tirria a la ley, como que no es pareja. Allá los trajiados en sus grandes casas se encierran con la ley, y nosotros seguimos bien jodidos sin conocerla siquiera. Los polecías los cuidan mucho y a nosotros nos avientan agua y gases, también nos sueltan disparos los canallas.

No sé lo que va a pasar. La gente está enmuinada. Ya no vamos a estar nunca en paz, y menos si matan al Bulmaro. Todo es cosa del dinero. Nosotros no tenemos ni pal pasaje pa ir a buscarlo, y los hombres de la ley tienen bien harto, pa pagar polecías que nos sigan asustando. Nos van a matar a todos cuando maten al Bulmaro. Genara dice que no, que sígamos en la lucha. Anoche que oí balazos sentí que me entraban en las entrañas. Nomás de puro coraje voy a seguir luchando. Nimodo de hacerme a un lado como si juera cobarde. Los que tienen harto miedo son los hombres de la ley, esos sí no salen sin polecías. Nosotros a puro pelo sin nada pa defendernos tomamos la plaza y ahí nos pasamos hartas noches pa cuidar a los maestros, que han sido los más golpiados, y hora se los andan llevando como si jueran ladrones. Esos hombres de la ley no entienden que no les tenemos miedo, que nomás nos encanijan. Ni piensen que vamos a quedarnos quietos después de tantas cosas que le hacen a nuestra gente, y de tanta mentira que dicen de nosotros; que si ensuciamos las calles, que si quemamos los carros y los edificios; clarito vimos que eran del gobierno los que regaron el fuego. A poco somos tarugos pa no darnos cuenta. Piedras sí les echamos, y hartas, pa darles a los policías en sus cabezas, pero primero les llevamos flores pa que se dieran cuenta que no queríamos la guerra; las tiraron al suelo y se nos vinieron encima, nos bañaron con sus mangueras gordas y nos dijieron hartas majaderías, por eso no los queremos ver en la plaza ni en las calles, que se vayan pa su cuartel. Acá nomás ha de haber gente de bien, que trabaje en sus costuras, en sus trastes de barro, en sus camisas bordadas que venden a los que vienen de juera; gente que le guste trabajar la tierra, y gente que no traicione al pueblo. Antes los adinerados nos veían bien, hasta nos daban trabajo, y nanque nos pagaran poco llevábamos la fiesta en paz, total cada uno en su lugar, pero hora se pusieron de parte del gobierno y nos miran con desprecio. Eso duele harto. Si no juimos a la escuela no jue nuestra culpa. Sabemos otras cosas y no somos majaderos como ellos. Ni a los maestros los quieren que son los que enseñan las letras, pos entons qué es lo que quieren, que nos muéramos pa ya no vernos.

Hora ya es como un pecado ser pobre y andar caminando por el pueblo. Vamos a seguir marchando hasta que nos den al Bulmaro, y a los compañeros que se llevaron lejos. Si los regresan muertos, hora sí nosotros mismos vamos a incendiar toditito el pueblo, pa que nos quémemos parejos; indios, ancianos, maestros, mujeres, estudiantes, padrecitos y dotores, pero, primeramente quemamos a los hombres de la ley que empezaron este pleito.