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Testamento

“La tentación de san Antonio”, de Salvador Dalí

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Nosotros, la generación que nació a la sombra de la Segunda Guerra Mundial, conscientes de que nuestro tiempo se acorta y la paz final nos espera, dejamos a los más jóvenes este legado, con nuestro cariño de padres y de abuelos y nuestra esperanza que ellos sepan administrarlo con más sabiduría que lo que nosotros supimos hacerlo.

Durante nuestro tiempo el conocimiento humano se multiplicó, y aun continúa creciendo, posibilitando un nivel de bienestar que nuestros ancestros no se hubiesen imaginado. Gracias a los avances de la medicina muchos de nosotros esperamos pasar los ochenta y unos cuantos pasaremos los noventa; ustedes seguramente vivirán aun más. Este es nuestro legado más positivo. No hay mucho más.

Nuestra generación disfrutó de un nivel de bienestar sin precedentes en la historia de la humanidad. En los Estados Unidos el producto bruto per cápita casi se triplicó desde la Segunda Guerra hasta esta fecha, a nivel mundial el crecimiento ha sido aun mayor.1 Lo dicho, sin embargo, es una verdad a medias; aunque se aplica a la mayoría de la población mundial, el 40% restante aún vive en condiciones paupérrimas.2 Es posible que cuando ustedes reciban este legado el porcentaje habrá mejorado algo, porque dos países con gran población y altos niveles de pobreza, China e India, están progresando a buen ritmo y ello debería traducirse en progresos a nivel global, pero África no ha sabido encontrar su rumbo aún y en muchas partes de Asia y de América Latina el desafío sigue en pie. Tardíamente debemos reconocer que algo falla en una sociedad que gasta fortunas para alimentar y cuidar a sus perros y a sus gatos pero no tiene la voluntad para remediar el hambre y la ignorancia de sus semejantes. Quizás ustedes encuentren la capacidad y la vocación para evitar que este legado de vergüenza se siga transmitiendo a las generaciones futuras.

La mayor esperanza de vida proveniente de los adelantos médicos y la disminución en la tasa de crecimiento de la población, principalmente como consecuencia de una tasa de natalidad más baja, significará que en el futuro la proporción de “viejos” en la población aumentará. En los países más desarrollados la expectativa media de vida ya ronda los 80 años. La revista The Economist3 lista dieciocho países en los que la proporción de la población con 60 años o más de edad supera 21% (a la cabeza está Japón, con más de 26%). Si a esto se agrega que los jóvenes se incorporarán cada vez más tarde al mercado de trabajo, debido a que es previsible que la duración de los estudios continuará aumentando, la consecuencia ineludible es que la fuerza de trabajo representará una proporción decreciente de la población. La productividad deberá continuar aumentando para impedir que esta reducción en la proporción de la población que está activa se traduzca en una disminución de los ingresos y del bienestar. Esto dependerá de la innovación tecnológica y del espíritu creador que ustedes desplieguen; estarán solos para enfrentar ese desafío.

Lo que sí parece claro es que para ustedes los conflictos intergeneracionales se agudizarán, y que la pugna entre los mayores por preservar las prestaciones sociales y los beneficios jubilatorios y los trabajadores activos por preservar la proporción de su ingreso que no es captada por el fisco será uno de los conflictos políticos principales de su tiempo. Nos duele pensar en un mundo en el que los padres se enfrentarán a los hijos por el acceso a los bienes materiales. Los signos del problema que se avecina son ya claros hoy, tenemos que confesar que no quisimos —no supimos— encararlo y ahora, en el momento de la reflexión, tomamos conciencia que para ustedes será más duro hacerlo. Los que vivimos en Estados Unidos hacemos este vaticinio con clara conciencia de culpa, durante nuestro tiempo no estuvimos dispuestos a pagar los impuestos que habrían sido necesarios para eliminar el déficit fiscal y el gobierno empleó el recurso fácil de empapelar las arcas del Sistema de Seguridad Social para financiarlo. Súmese a esto la demagogia política y tendrán las condiciones para la insolvencia del sistema que ustedes deberán enfrentar.

El problema intergeneracional no es el único de los desafíos económicos que ustedes deberán enfrentar. Les legamos también serios desequilibrios en el sistema financiero internacional que se han venido acumulando a través del tiempo, sin perspectivas claras de solución y escasos esfuerzos para resolverlos. En el pasado lejano, los economistas suponían que los países más ricos generarían ahorros excedentes que permitirían transferencias netas a los más pobres, financiando sus inversiones y ayudándolos a crecer. En la realidad lo opuesto está ocurriendo, y la razón principal reside en los Estados Unidos, que por mucho tiempo ha estado viviendo por encima de sus recursos, importando más que lo que exporta (en el 2006 se calcula que el déficit comercial rondará los $800 billones) y financiándose mediante el ahorro externo que fluye hacia él, parte del cual proviene de los países menos desarrollados (fuga de capitales en busca de seguridad y dinero negro). Al déficit de balance de pagos se suma el déficit fiscal: el gobierno norteamericano lleva ya décadas gastando por encima de sus ingresos (con una fugaz excepción durante el gobierno de Clinton). Estos déficits fiscales han sido financiados a través de endeudamiento, y la deuda pública de Estados Unidos hoy ya suma más de $8,5 trillones4 (para dar una idea, esta suma es equivalente a alrededor del 60% del producto bruto interno anual) y continúa creciendo.

Pero no sólo del fisco se trata; la población norteamericana en su conjunto también gasta en bienes y servicios de consumo por encima de sus ingresos, o sea que la tasa de ahorro es negativa. El mecanismo que permite ese nivel de gasto es el mismo que usa el fisco: el endeudamiento; solamente sobre sus tarjetas de crédito, que llevan tasas de interés altas, la familia promedio en los Estados Unidos debe cerca de $10.000. Los que en última instancia posibilitan esta “vida loca” son los extranjeros; y lo hacen no sólo a través de operaciones financieras de corto plazo sino también invirtiendo en propiedades y en empresas, las inversiones de extranjeros en los Estados Unidos superan los $13 trillones, alrededor del triple de las inversiones norteamericanas en el extranjero. Suponer que esta tendencia al consumo por encima de lo que permiten los recursos propios, generosamente financiada por el extranjero, puede continuar indefinidamente no es realista y, de no vislumbrar un programa serio de corrección de estos desequilibrios, los tenedores extranjeros de activos denominados en dólares buscarán reducir sus riesgos, invirtiendo en otras monedas y provocando la devaluación del dólar. Hasta ahora esto ha ocurrido de manera ordenada y paulatina, evitándose el pánico, pero no hay garantía de que seguirá de esta manera.

Otro desarrollo preocupante que se ha dado en los últimos años es el crecimiento de los “hedge funds” (literalmente “fondos de cobertura”), que son fondos de inversión que están sujetos a una regulación muy limitada, que típicamente maximizan su potencial de ganancia —pero también su riesgo de fracaso— operando en derivados (que son instrumentos financieros complejos a los que alguna vez el inversionista Warren Buffet se refirió como “armas financieras de destrucción masiva”...) y recurriendo a niveles altos de endeudamiento. Hay ya más de 9.000 fondos de este tipo, muchos “domiciliados” en lugares como las islas Caimanes para evadir controles, y su crecimiento ha sido muy acelerado. La masa de dinero que estos fondos manejan supera ya el trillón de dólares y muchos observadores (entre ellos el Banco Central Europeo) consideran que este desarrollo presenta un riesgo de que el fracaso de algunos fondos desencadene reacciones en cadena y que las autoridades financieras tendrán dificultades en contrarrestar el pánico. En 1998 se dio un episodio de esta naturaleza, que exigió la intervención de la Reserva Federal norteamericana para mitigar su impacto, pero desde entonces la masa de recursos manejada por estos fondos (y, por lo tanto, la gravedad de los riesgos que plantean) se ha multiplicado.

El sistema financiero internacional ha demostrado clara impotencia para enfrentar estos problemas; el Fondo Monetario Internacional es efectivo cuando se trata de ayudar a resolver los desequilibrios financieros en naciones pequeñas o medianas, pero carece del poder político y de los recursos financieros necesarios para enfrentar mega-desequilibrios. La historia nos enseña que los grandes desequilibrios financieros internacionales tienden a resolverse explosivamente, generando crisis. Lamentablemente, la inacción de los gobiernos hace pensar que ese será el futuro que ustedes deberán enfrentar.

Dejemos la economía, aún quedan problemas más serios. El canto de las sirenas nos hizo ignorar las advertencias de nuestros científicos sobre las serias consecuencias del calentamiento global. Hoy está claro que éste es una realidad, que todo lo que se pueda hacer en el corto plazo será insuficiente para evitar consecuencias muy serias y que, como resultado, ustedes deberán dedicar una proporción importante de sus recursos y de sus esfuerzos a intentar paliar el problema. Tomará varias generaciones revertir los daños ya causados. Hay un alto grado de consenso entre los científicos serios que entre el año 2030 y el año 2060 ustedes enfrentarán temperaturas medias entre 2 y 5 grados centígrados más altas5 que las que se dan hoy (los aumentos serán mayores en las latitudes mayores), aumentará la incidencia de sequías en algunas regiones y de inundaciones en otras, habrá más tifones y huracanes, morirán más personas como consecuencia de fenómenos climáticos extremos, y que algunos países perderán una proporción no desdeñable de su capacidad productiva mientras que otros resultarán beneficiados.6 Las consecuencias no pueden ser previstas con precisión, lo único claro es que es imperativo detener este proceso y eventualmente revertirlo, y eso exige una visión política y capacidad de implementación a nivel global que, lamentablemente, nuestra generación no ha sido capaz de producir. A ustedes les dejamos este legado triste y la conciencia de nuestro fracaso.

Cada cultura utiliza diferentes eufemismos para referirse a temas importantes que deliberadamente ignoramos en nuestro diálogo cotidiano: “la tía loca en el altillo” o “el elefante en la habitación” son dos de las más comunes. En nuestro tiempo, el elefante de referencia es el poder del crimen organizado. La industria de la droga, la prostitución, las violaciones a las patentes y a los derechos de propiedad es seguramente mucho más importante, en términos de los recursos financieros que maneja y de las ganancias que genera para sus “accionistas”, que cualquiera de sus alternativas legítimas. Pero la industria del crimen no sólo tiene poder económico, tiene también poder político y en varios países controla indirectamente el aparato de gobierno, por lo menos en lo que a ella afecta. Es razonable suponer que una parte de los flujos financieros a los Estados Unidos durante los últimos años tuvo su origen en los excedentes financieros que la industria del crimen genera, que sus ejecutivos previsoramente invierten en mercados que prometen liquidez y que consideran seguros... Este es un problema muy difícil de encarar, porque la industria del crimen sólo carece de escrúpulos; a sus oponentes o los compra o los mata. Esperamos que ustedes tengan el coraje para enfrentarlo que a nosotros nos faltó, de lo contrario hay un riesgo grave que terminará corrompiendo la integridad de los sistemas políticos en muchos países, con consecuencias nefastas.

El colapso del régimen soviético creó que la ilusión que el mundo finalmente había podido derrotar el fantasma de la guerra, y que comenzaría un tiempo en el que los conflictos entre naciones serían limitados y no involucrarían a las grandes potencias. Lamentablemente la ilusión fue sólo eso. El conflicto entre Israel y los palestinos continúa sin resolverse, y de tanto en tanto Pakistán e India —por un lado— y las dos Coreas —por el otro— nos recuerdan que sus cañones se apuntan mutuamente; estos conflictos tienen el potencial de rebasar su ámbito geográfico específico e involucrar a las grandes potencias. Mientras tanto, Irán y Corea del Norte trabajan para ingresar al club de la muerte, los Estados Unidos buscan sin conseguirlo una salida sin demasiada vergüenza del desastre que llevaron a Iraq, continúa el genocidio en Darfur, y algunos pobres diablos que no encuentran mejor sentido a su existencia se entrenan en el arte de matar inocentes para publicitar su rabia. Parafraseando a Shakespeare, la historia contemporánea a veces se asemeja a “...un cuento contado por un idiota, lleno de sonido y de furia, pero sin ningún sentido...”. Este cuento es también parte de nuestro legado, no podemos decir que el mundo de hoy es más seguro o más racional que el que conocimos nosotros cuando vinimos al mundo; si a nosotros nos despertó el horror del holocausto, ustedes reciben la inquietante pesadilla de miles de armas nucleares dispersas en el mundo, esperando que venga el Dr. Strangelove que las lleve a que cumplan el cometido para el que fueron creadas.

Los problemas más difíciles que ustedes heredan son consecuencia de la incapacidad de nuestros regimenes políticos para considerar adecuadamente las consecuencias a largo plazo de sus decisiones. Cuando hablo de regímenes políticos me refiero a todos: no sólo a las democracias occidentales, sino también al capitalismo-comunista chino y a los regímenes autoritarios que aun hoy se dan en muchos países. Uno podría ingenuamente suponer que el sistema soviético habría sido capaz de superar el corto-placismo de las democracias, ya que los dirigentes no estaban expuestos a la disciplina de elecciones periódicas abiertas, sin embargo la experiencia demuestra lo opuesto; una increíble negligencia por la protección ambiental y poco criterio en la elección de sus inversiones. De hecho, éste fue uno de los factores desencadenantes del fracaso del sistema. El débil historial de los gobiernos nacionales es, sin embargo, menos serio que el fracaso del sistema internacional que debería haber asumido un liderazgo más efectivo en la búsqueda de soluciones a los problemas globales. Abundan las culpas por este resultado, pero nuestra generación no fue capaz de encontrar las soluciones. Les dejamos el desafío.

Al mirar hacia atrás, nos preguntamos si no nos habremos dejado capturar por los atractivos del bienestar y en el camino no habremos olvidado el sentido de nuestra existencia. Les dejamos a ustedes esta pregunta, que es eterna, y sólo les pedimos que no la olviden. Quizás el horror de la Segunda Guerra y la terrible amenaza del suicidio colectivo en una orgía nuclear fueron los impulsores de nuestro frenesí en la búsqueda del placer y de las comodidades. No es una disculpa, intenta ser una explicación. Lo cierto es que, junto con los libros, las computadoras y los bienes acumulados, que en muchos casos son sólo juguetes, les dejamos una carga pesada de problemas que nos superaron o no quisimos resolver.

Nuestro último legado son unas palabras de Hamlet, que nosotros no supimos recordar a tiempo: “El tiempo está fuera de quicio. ¡Maldita suerte la mía, haber nacido para ponerlo en orden!”. Ojalá ustedes puedan hacerlo.

 

Notas

  1. “Estimating World GDP, One Million B.C.-Present”, J. Bradford de Long, UC Berkeley, 1998 (Internet).
  2. Por ejemplo, alrededor de veinte países tienen un producto bruto per cápita promedio inferior a $1 diario.
  3. Pocket World in Figures, 2007 edition.
  4. Utilizo la terminología norteamericana; 1 billón = 1.000 millones; 1 trillón = 1.000 billones.
  5. Para permitirnos evaluar el significado de un cambio de esta magnitud, el informe Stern destaca que un aumento de 5 grados sería comparable al cambio experimentado en el planeta entre la última era glacial y nuestros tiempos.
  6. Sir Nicholas Stern et al, The Economics of Climate Change, borrador del informe publicado en enero de 2007 por Cambridge University Press. El informe también menciona que algunos estudios recientes indicarían que hay una probabilidad del orden del 20% que el aumento en las temperaturas medias será aun mayor.